Empecé esta serie de artículos cuando llegué al medio paquete, nunca imaginé la muerte como tan cercana, como algo mío, molesta, sentada en una banca, aburrida, fumando, esperando que llegue el principio de mi vida; sin embargo este año todo cambió en mi vida, no creo que haya un año más triste que éste pues he sido testigo lejano de la muerte de amigos cercanos y si llego al 2021 será porque ni el diablo ni Dios me quieren en sus mundos y seguiré creyendo que vivo, que soy libre, que soy humano. Que sea el profético tango “Volver” del inigualable Carlos Gardel y esa mágica caja de música, ese bandoneón que llore mi historia, mi vida, mi comedia y mi tragedia.
Gardel: Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno. Son las mismas que alumbraron con sus pálidos reflejos hondas horas de dolor.
Francisco: Las luces cada día son más tenues pero más sinceras, esas luces son mis amigos, mis cariños, mis gatos, mis perros, mis libros, mi vino, mi paciente.
Gardel: Y aunque no quise el regreso siempre se vuelve al primer amor, La vieja calle donde me cobijo tuya es su vida tuyo es su querer.
Francisco: Al irse cerrando el ciclo vital cada vez me acerco a ese primer amor, no sé si sea lo mejor o lo peor pero soy feliz, hablo con ella, no ha cambiado, no hemos cambiado solo que el cariño es más despacio, más calmo, más sincero, más piadoso.
Gardel: Bajo el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver.
Francisco: Esas estrellas que un día quise alcanzar y aun sueño a ellas llegar no son seres de la galaxia sino a la verdad, a la caridad para mi prójimo, aumentar mi fe y dejar un mundo mejor.
Gardel: Volver con la frente marchita las nieves del tiempo platearon mi sien.
Francisco: Apenas giro el cuello y mi vida hacia el pasado puedo ver que muchos sueños quedaron atrás, sin embargo cada día es una oportunidad para realizar obras, plasmar algo, seguir soñando, luchar por algo que perdure, sabedor que después de mi viaje liviano alguien recordará un poco de mí. Un poco.
Gardel: Sentir que es un soplo la vida que veinte años no es nada que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombra.
Francisco: Decir que es un soplo la vida, que cincuenta y seis años no es nada si no hacemos lo que agrada a Dios: Amar, sufrir, soñar, servir, escribir, leer, sanar y todo acabó.
Gardel: Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez.
Francisco: Este año me marca por siempre, no sé si estaré vivo el otro año pero ha sido el peor año de mi vida, mucho dolor, los recuerdos que guarda mi alma son duros, durísimos pero en un cofre, a un ladito de mi pasaporte al más allá guardo las palabras de fe que alguien escribió y las bendiciones que recibí de personas comunes y corrientes que me dieron las gracias por defender lo que creo es justo, debo indignarme para sentir que vivo, sino soy capaz de que mis cachetes caídos se tiñan de sangre no debo seguir en este mundo, no soy digno de él.
Gardel: Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida.
Francisco: Sea que mi pasado, mi presente y mi inseguro futuro se líen a trompadas siempre habrá un ganador, mi vida misma, si en este momento muriera puedo despedirme en paz, vine a la vida a lo que vine, a amar y no hay un ápice de odio, no; sino vivir con intensidad y pensando en el otro, en ese invisible, esa es la mayor gratificación que puedo tener.
Gardel: Tengo miedo de las noches que pobladas de recuerdos encadenen mi soñar.
Francisco: Tengo miedo de la maldad que impera en este mundo, todos somos el mundo y todos somos malos, amo a los animales por su ingenuidad y pureza y las frías noches en mi montaña mágica son las que dan calor a mis pasos, esa decisión de dejar el todo por la nada y tener apenas dos vasos de a peso, no hay lujos ni siquiera lo que se considera básico, no hay refrigeradora, no hay vajillas astrales, no, tengo lo mínimo y con eso soy feliz; soy olvidadizo y sí quisiera vivir unos años más para recordar y conocer el mundo; museos, conciertos, bibliotecas, amigos, vinos, flores, chocolates y regresar a la tierra a la que pertenezco. Sé que seré polvo en meses o años y es ley universal y solo pido a Dios o al Diablo que me permitan llevar en mi mortaja los libros de Eduardo Galeano, Fromm, Fuentes y Dalton. Hace un par de años quería llevar más libros, hoy no quiero mucho peso. Quiero leerlos rápido y dormir por siempre. Y si es necesario acepto el infierno como destino si se me permite llevar vino Casillero del Diablo para pasar largas tertulias con él, con el diablo.
Gardel: Pero el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar.
Francisco: Hui de mí y no pude, me volvía a encontrar siempre que quise perderme, volvía al mismo punto, a encontrar a ese hombre frágil, débil, pecador.
Gardel: Y aunque el olvido que todo destruye haya matado mi vieja ilusión.
Francisco: Aquí profanaré este renglón porque no es olvido, no, es el recuerdo que todo construye haya revivido mis nuevas ilusiones, son pocas pero suficientes para seguir en el ring de la vida.
Gardel: Guardo escondida una esperanza humilde que es toda la fortuna de mi corazón.
Francisco: A mi edad no guardo nada, sea esto tangible o intangible, sigo a la esperanza, cada brinco que da ahí estoy queriendo agarrarla de las patas y de las alas pero no se deja; la fortuna de mi corazón es cada renglón que me hace amigo de alguien, que nos buscamos y coincidimos en un café negro con azúcar blanca en tazas verdes como la esperanza o en ese adictivo vino que en vano limpia mis venas y mi corazón, que poco a poco se cansa, es un caballo galopando llegando a su destino; un potro cansado llegando a ese polvo, a esa tierra a la que he de volver.
Por: Francisco Parada Walsh. Médico salvadoreño