Por: Francisco Parada Walsh*|
“Es como yo los recuerdo a los tres, gracias por haberme hecho muy feliz, al verlos felices a ustedes. Leí lo que me mandaste, sigo pensando que a mí me hicieron a un lado. Yo lloro a mi amado hijo en silencio, de mi nadie se acuerda pero no me quejo, así es la vida, los hijos son prestados, decía Mario se educan, tienen alas y aprende a volar, y los padres, tenemos que soltarla porque es ley de la vida. Yo seguiré con mi pena hasta que llegue el día, sabiendo que cumplí con mi deber de madre junto con mi esposo Mario. Formamos un hijo con principios y educación y esa era nuestra misión y hoy digo: Misión cumplida. Crie a mi hijo como yo quería que fuera y me lleno de orgullo de haberlo logrado. No se alejen de mí, ni tu ni mi niña. Las amo”.
Queridísima Madre Universal Señora Soledad Leticia Sosa de Huezo, Doña Lety: En nombre de la sociedad a la que pertenezco le pido disculpas por no haberle mencionado en artículos anteriores donde traté de mantener el recuerdo vivo y hermoso de todo el personal de salud que ha fallecido víctima más de la indolencia que del virus, sin embargo usted querida Doña Lety Madre Universal no aparece cuando es usted la que cuidó a ese retoño y lo abonó día a día con amor, con valores, con temor a Dios; no puedo menos que sentir pena y vergüenza no considerar a su persona como el ente rector del amor más hermoso del mundo, el de una madre a un hijo; usted nunca ha sido olvidada, somos nosotros los olvidadizos y los culpables de vivir en el pasado y nunca en el hoy, en su dolor, en su agonía, en su fe; Querida Doña Lety Madre Universal, usted no solo es la madre de un gran ser humano como lo es Gerardo Huezo sino usted es la madre de todo aquel personal de salud caído en combate, no necesitamos películas de héroes ¡los tenemos entre nosotros! desde la persona que ejecuta la labor más sencilla hasta el médico más preparado todos somos un mundo, si muere uno muere el mundo, si vive otro el mundo vive.
Nada de su dolor me extraña, nada; Doña Lety Madre Universal, somos lo que somos por ustedes, por ese cariño infinito, esos desvelos eternos, esa vida de regresar de la universidad cansados y encontrar ese remanso de amor que solo ustedes pueden brindar, regresar de un turno y saber que en la mesa está la comida favorita de Gerardo y de los hijos universales. Doña Lety Madre Universal, nunca se le hizo a un lado, siempre serán las primeras, léase bien, las primeras en la escala del amor; usted cumplió con su hijo y con la sociedad, pregúntese ¿Por qué Gerardo era, es y será tan especial?: ¡Por usted! Ese joven estudiante, brillante como solo él no es ese robusto árbol por capricho de la vida, es ese hombre de bien porque usted Doña Lety Madre Universal estuvo siempre frente a él. Somos nosotros los que debemos pedirles disculpas a todas las Madres universales pues el dolor y el amor no pertenece a una profesión, pertenecen al mundo y ante nuestra indolencia somos el mundo que le pedimos que nos entienda, somos una sociedad ciega, sorda y muda y usted Doña Lety Madre Universal nos abre los ojos para ver en usted el amor más puro, nos permite escuchar: “Cuídese hijo, que Dios me lo bendiga” y nos devuelve el habla y así poder gritar: “Te amo madre”.
Tenía ocho años cuando tuvimos un terrible accidente de tránsito, mi hermano de quince años y mi hermana de catorce fallecieron, ni sé por qué sobreviví, creo que alguna misión debo cumplir y le puedo asegurar que nuestro hogar nunca fue el mismo, nunca; no hablo con propiedad sino con el dolor que guardo aun, y que nunca se irá, no son traumas ni duelos no resueltos, sino el deber infinito de mantener viva la memoria de los amados.
Recuerdo a mi Nena Madre Universal llorar en silencio, ¿Cómo es eso de llorar en silencio?: Se busca un cuarto, alejadito, donde nadie pueda escuchar ese dolor de Madre Universal, esas perlas que llamamos lágrimas caen cual rio desbordado ante el recuerdo de ese amor, de ese hijo que se nos va, que creemos que no volveremos a ver; este es el único error de Doña Lety Madre Universal pues Gerardo y todos los hijos caídos en gracia están junto a usted hoy, mañana y siempre; seres maravillosos que dejan un legado a su paso no son elegidos por Dios por haber llegado su hora sino para que el mundo sepa que hay luces que nunca se apagarán, que siempre iluminarán nuestro camino y querida Doña Lety Madre Universal, por favor no diga que la hicimos a un lado, no, usted es la mata de rosas y claveles donde Dios se maravilla y con todo su amor decide cortar a las flores más bellas: Los Hijos Universales, todo ese personal de salud que ha caído dando su vida por otros. Nunca en El Salvador habíamos tenido tantos héroes y deben ustedes Madres y Padres Universales ver al cielo y con la certeza de un Dios amoroso decir: “DEBER CUMPLIDO”.
*Médico salvadoreño