Por: Francisco Parada Walsh*
Un poema del gran Neruda donde pide castigo a los asesinos de su gente, de sus muertos. Mi delito es traer y clavar ese poema a nuestros días y pedir castigo por nuestros muertos, por ese personal de salud que no debió morir.
Neruda: Ellos aquí trajeron los fusiles repletos de pólvora, ellos mandaron el acervo exterminio, (Una sociedad violenta se rinde en gozo al atraco sufrido por la Asamblea Legislativa por una pandilla de micos matones (Para ser el gorila odioso se tiene que ser malo…y algo inteligente), no había balas de salva ni intenciones de salvar la vida del pueblo sino balas de muerte; para ellos mi hermano es mi enemigo, mi vecino es mi enemigo y debo colgarlo. No. Debo dar un escarmiento a los malos, somos más los buenos que odiamos la maldad disfrazada de ley, de autoridad, del poder del pueblo que cual opio se aspira, se desvanece en cerebros enjutos por la maldad).
Neruda: Ellos aquí encontraron un pueblo que cantaba, un pueblo por deber y por amor reunido y la delgada niña cayó con su bandera, y el joven sonriente rodó a su lado herido, y el estupor del pueblo vio caer a los muertos con furia y con dolor. (Cantamos himnos de muerte, de dolor, alzamos el puño como luchadores rudos y nuestra piel se eriza cuando los tambores lloran “El Salvador será la tumba…” y en la otra esquina se gime: “El pueblo unido jamás será vencido”; ni somos pueblo y no somos unidos, El Salvador de qué no fue la tumba del comunismo sino la tumba de corruptos que saquearon a un país lloroso y en voz baja, muy baja susurro al oído del lector: “Y lo siguen saqueando”; un pueblo despenicado como mazorca donde cada grano siembra su cosecha, donde la bandera se cambia según el gusto del enemigo, de a poco el país de la sonrisa se convierte en la tierra de la mueca triste, del payaso que ríe por no llorar; eso somos, una sociedad fría como el fuego, tibia como la pata de un muerto donde zarpamos a puertos desconocidos para no ser cocidos a balazos, ya el enemigo no es el tatuado, sino el uniformado; esos fusiles que un día me apuntaron, hoy brotan como ejotes rojos, preparan, apuntan y cantan odas a la muerte, a todo el que no piense como el enemigo; libros enemigos, talentos enemigos; casas de cartón matando al vecino, al de las casas de láminas, vigilantes de la nada; mientras allá arriba, bien arriba se negocia la vida y la muerte, se fuman carísimos habanos y se inhala no una línea de droga sino la línea del Ecuador, ricas viandas mientras la sufrida fanaticada se mata, se ofende, se putea).
Neruda: Entonces, en el sitio donde cayeron los asesinados, bajaron las banderas a empaparse de sangre para alzarse de nuevo frente a los asesinos. Por esos muertos, nuestros muertos, pido castigo. (Es en esa tierra infértil donde muere mi gente, más de un centenar de pensamientos asesinados y por cada uno de ellos ondea una bandera blanca, pálida, apenas se nota, cada personal de salud es una bandera, un escudo, una oración a la patria y a la madre salvadoreña que llora a cada personal de salud. Por esos muertos, sus y mis muertos pido castigo terrenal y divino para los asesinos, verdugos sin capucha, verdugos mendrugos vestidos de personas cuando son menos que la muerte).
Neruda: Para los que de sangre salpicaron la patria, pido castigo. Para el verdugo que mandó esta muerte, pido castigo. Para el traidor que ascendió sobre el crimen, pido castigo. Para el que dio la orden de agonía, pido castigo. Para los que defendieron este crimen, pido castigo. (Todos los asesinos deben ser colgados en un patíbulo, de lazo quiero un Rosario, de juez quiero al diablo y de verdugo quiero a dios. No quiero impunidad y si ni al diablo ni dios les importa, debe el juez conciencia clavarse en ese corazón que palpita indolencia, odio, desprecio y que la vida de los asesinos de mi gente sea una cruz del tamaño de la maldad, infinita, pesada, que lleve grabado los nombres de cada héroe blanco para nunca olvidarlos; que el llanto del niño que perdió a su madre, a su padre les perfore el alma y no descansen en paz; quiero a los asesinos que peregrinen por los anillos del Planeta Dolores, que sus tímpanos sean reventados por el llanto silente de la madre que perdió a su bandera blanca; pueden creerse libres pero son presos de sí mismos, no pueden huir de su sombra y errantes vivirán como diablos caídos en gracia).
Neruda: No quiero que me den la mano empapada con nuestra sangre. Pido castigo. No los quiero de embajadores, tampoco en su casa tranquilos, los quiero ver aquí juzgados en esta plaza, en este sitio. Quiero castigo. (Quiero castigo. Mis muertos no merecían morir, fueron asesinados, fueron fusilados como lo hizo Videla, Pinochet y tantos asesinos con los ángeles; es otra masacre del Mozote, otra matanza donde el enemigo es el hacedor del bien, el ángel que revolotea sus alas para llegar a su destino, a su paciente. Los quiero ver que nunca encuentren consuelo, que sufran, que cada uno de nuestros muertos esté en esa memoria asesina, que no los dejen en guerra. Que les hagan la paz. Quiero castigo divino y mortal. Quiero castigo para cada asesino, quiero que su condena sea perpetua, que por cada año de estudio de mi gente sea su condena, miles de años es poco pero deben vivir muriendo, deben sufrir, deben purgar errantes sus penas entre la tierra, el infierno y ElPinochini de América).
*Médico salvadoreño