Progresistas y conservadores. Redefiniendo la «santidad política»

Por: Elio Masferrer Kan, ENAH-INAH – México

Existen una multitud de estereotipos en torno a lo que significa ser conservador o progresista en el campo político religioso. A fines del siglo pasado la dicotomía pasaba por enrolarse en la teología de la liberación latinoamericana, compartir el concepto de pecado social: si hay quienes pasan hambre y usted no hace nada por los pobres es un pecador. Frente a ellos surgió la teología de la prosperidad, los ricos son “elegidos por Dios” y si a ellos les va bien, todos seremos beneficiados. “No le regale pescado (a los pobres): enséñele a pescar”.

Ese asunto está rebasado, en el siglo XXI los ejes van por otro lado. El Papa Francisco defiende a los desamparados, los migrantes, los pobres y el medio ambiente: nuestra Casa en Común, pero está aislado. En el continente americano los actores religiosos tratan de instalar otras dicotomías, lo más notable es la “agenda progresista”: aborto, derechos sexuales y reproductivos, la agenda feminista, casamiento entre personas del mismo sexo, ésta es la Nueva Izquierda. Lo apuesto es la “agenda conservadora”: provida, contra la ideología de género y el matrimonio igualitario, las feministas y la prohibición de cannabis. Ésta es la Nueva Derecha.

Un intelectual progresista me explicó que son las grandes fuentes de financiamiento quienes lo definen así: Si su ONG no tomaba el “paquete”, quedaba fuera de juego, su organización perdía el financiamiento y mi interlocutor su trabajo. Conociendo las simpatías de mi amigo con la Teología de la Liberación, le pregunté y me respondió que para eso “no hay recursos”. Lo más que podemos es “estirarlo hacia derechos humanos”, pero no podemos hacer las dos cosas a la vez, “eso es otro giro, sería desviar el financiamiento y nos evalúan”, afirmó.

Viendo la dinámica de las elecciones en los Estados Unidos, los demócratas plantean la agenda progresista y los republicanos la agenda conservadora. Los lideres eclesiásticos de las megaiglesias, los tele-evangelistas, los ministerios evangélicos conservadores se alinean con Trump y los pastores progresistas y obispos liberales con Biden. Para algunos analistas el asunto es sencillo, si es evangélico seguro será conservador, si es católico varía pero probablemente sea liberal. Desde una perspectiva de cierta dependencia ideológica con los Estados Unidos muchos especialistas latinoamericanos aceptan estos conceptos.

No es así, ni siquiera en los Estados Unidos, según encuestas aplicadas por los evangélicos conservadores muestran que no hay acuerdo y que las mismas iglesias están divididas. En las elecciones próximas hay dos discursos: los republicanos enarbolan la agenda conservadora y los demócratas la agenda progresista y la lucha contra el racismo. Los creyentes no están muy convencidos y los conservadores insisten en instalarla, evidenciando su preocupación por el desastre electoral de Trump. La disputa no es por votantes populares, sino que se especula con quien obtiene más electores, ganando estados estratégicos, aunque pierda en voto popular. http://lifewayresearch.com/wp-content/uploads/2018/10/Ligonier-State-of-Theology-2018-White-Paper.pdf (Encuestas similares 2016 y 2020)

Lo mismo sucede en México, durante las elecciones de 2018 la Arquidiócesis católica de Guadalajara aplicó una encuesta y encontró que la sociedad está dividida en dos mitades en materia de aborto. Mientras que el matrimonio entre personas del mismo sexo es aceptado por alrededor de dos tercios de la población. Aunque una encuesta de Reforma aplicada en 2016 incluye un matiz negativo sobre la aceptación de la adopción de niños por estas alianzas. Los posicionamientos son generacionales: jóvenes progresistas y maduros conservadores. En esas mismas elecciones la firma del PRI y el PAN al Programa y Compromiso del Frente Pro-Familia, no les aportó ningún voto adicional. Finalmente perdieron las elecciones.

Las encuestas electorales y nuestra investigación de campo, desarrollados desde 1996, nos lleva a otras contradicciones. La población entrevistada se remite a otros parámetros diferentes a los estadounidenses. En la Región, la contradicción pasa por otro mandamiento bíblico: no robar. La corrupción es vista como el origen de todos los males. Los triunfos electorales de Bolsonaro (católico) en Brasil, Bukelé (musulmán) en El Salvador y Andrés Manuel López Obrador (religiosamente ambiguo) en México, confirman la vigencia en los sentimientos populares de estos criterios. La población no votó preocupada por las creencias religiosas de los candidatos o si son de derecha o izquierda, sino por la convicción que los anteriores eran corruptos y que los electos resolverían el problema considerado prioritario, si lo resolvieron es otro asunto. Concretando los electores son ciudadanos y votan por la opción política que les convence. “Hermano no vota por hermano” porque lo conoce demasiado.

                                                       

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