Así fue, políticamente hablando, la independencia centroamericana

Por: Tirso Canales

Antes de que las naciones centroamericanas se organizaran políticamente en forma de repúblicas, habían vivido casi 300 años bajo la potestad española, la cual fue socavada el 15 de Septiembre de 1821. Esta etapa de lucha la inicia dos décadas atrás el pueblo salvadoreño, y adquiere momentos relevantes en los años 1811 y 1814. En El Salvador, concretamente, el proceso independentista que culmina con la consecución de los objetivos políticos expresados, transcurrió en dos contradicciones básicas de orden económico, social y político, mismas que se desprendían del carácter estamentario en que estaba organizada la sociedad colonial centroamericana, en sus postrimerías.

Para sociedad salvadoreña, frente a las tareas tendientes a lograr con la independencia, se planteaba la primera contradicción general ENTRE LA NACIÓN OPRIMIDA Y EL PODER OPRESOR MINORISTA.

Simultáneamente, se producía otra contradicción general de CARÁCTER MENOS POLÍTICO INMEDIATO, PERO DE MÁS AMPLITUD ECONÓMICA Y SOCIAL. Las peculiaridades de esta última surgían: 1) de la posesión de la propiedad y el dominio económico-político interno; 2) del orden social discriminatorio que había entre los estamentos en que estaba organizada aquella sociedad colonial-feudal, en tránsito hacia el capitalismo.

Los estamentos privilegiados por su acaparamiento de riqueza y su relación muy estrecha con el poder dominante eran, entré los más notorios, los siguientes: españoles peninsulares, «españoles americanos» o criollos, nobles y nobletes, altos funcionarios políticos y burócratas de la corona española, dignatarios eclesiásticos de jerarquías superiores y medias, grandes comerciantes, encomenderos, terratenientes, casatenientes, etc.

Los grupos citados componían “la clase social” en general en que se apoyaba el poder foráneo. Todos, en conjunto, detentaban y ejercían el poder económico y político.

Por otro lado, estaban los mestizos o ladinos, mulatos, indios, artesanos, pequeños propietarios de tierras y desheredados; es decir, el pueblo trabajador de las ciudades y el campo. ESTOS CONSTITUÍAN LA MAYORÍA NACIONAL.

En la literatura sociológica que se refiere a los tiempos coloniales y post-coloniales se habla también de clases altas, medias y bajas. De acuerdo a la concentración y centralización de la riqueza y del poder político. En 1821, las clases estaban suficientemente simplificadas para distinguir a los ricos y opresores del pueblo, y a los pobres oprimidos. La clarificación de clases de la sociedad capitalista (moderna en aquel tiempo), se vio fortalecida con rapidez al romperse las ataduras colonialistas. Esta tesis se comprueba con el comportamiento de los criollos (burguesía naciente) con relación al pueblo.

En el plano interno, la segunda contradicción se exterioriza así: el pueblo aparece situado entre la presión del poder colonial y la influencia de los ricos criollos, que veían en las manifestaciones políticas populares peligro para sus propósitos, cuando se lograra la independencia.

De manera distinta, LOS RICOS CRIOLLOS ERAN SOMETIDOS POR LOS INTERESES PRO-MONÁRQUICOS, a la vez que temían al clamor del pueblo que era, históricamente la real y verdadera fuerza motriz en la consecución de la independencia. En ese engranaje se fueron nucleando los grupos que encabezaron a los sectores que jugaban el papel de conductores.

Tanto criollos como mestizos deseaban la emancipación de la nación, pero sus métodos de lucha y sus planteamientos tácticos se excluían mutuamente en puntos de gran importancia. Los criollos actuaban sobre las formas legalistas y parlamentarias, en cambio el pueblo evidenciaba sus concepciones radicales.

Es necesario darse cuenta de cuáles eran las posturas estratégicas generales y políticas inmediatas de los sectores guías mencionados que, por su significación, representaban también a grupos menores afines a uno y otro bando. Esto se logra mejor, analizando directamente el contenido de las «plataformas reivindicativas» de los criollos y los mestizos. Los criollos tenían mayor desarrollo político que los mestizos, y debido a su influencia pudieron ocupar un lugar más destacado en la dirección de los sucesos. Tal se refleja en sus demandas:

Demandas políticas. (1)
A-Dirigidas contra la Metrópoli:
1a.) Reclamación de un régimen monárquico constitucional que liquidara el absolutismo;
2a.) Sistema democrático de gobierno con participación igualitaria de criollos y peninsulares;
3a.) Supresión de todos los privilegios e instauración de los derechos liberales;
4a.) Reforma del régimen judicial; supresión de los derechos judiciales, participación de los criollos en el ejercicio de la judicatura y liberación del proceso.
B- Reformas dirigidas principalmente contra las autoridades de Guatemala:
1a.) Autonomismo provincial;
2a.) Descentralización política y administrativa;
3a.) Eliminación de los nobletes como sector políticamente dominante;
4a.) Elección de un obispado propio, así como de centros regionales de cultura y asistencia social.
Demandas económicas
1a.) Libertad de comercio e industria;
2a.) Supresión de estancos y monopolios;
3a.) Reforma tributaria; eliminación de la multitud de impuestos, cargas y gabelas coloniales y orientación de la hacienda pública hacia el establecimiento de la contribución única;
4a.) Impulso al desarrollo industrial, especialmente de aquellas industrias que aprovechaban las materias primas que producía la provincia (las fabriles del hierro y cobre, la curtiembre, la de aprovechamiento del algodón, la de las tintas, etc.);
5a.) Abolición de los mayorazgos y de las amortizaciones eclesiásticas;
6a.) Abolición del diezmo;
7a.) Mejoramiento de las vías de comunicación;
8a.) Liberación de la mano de obra.
Las demandas planteadas por los mestizos o ladinos no tienen la elaboración en detalle que presentan las de los criollos, pero en cambio su carácter político de tipo radical se destaca. Así formulaban sus reivindicaciones:
1a.) Independencia absoluta de España;
2a.) Régimen republicano de gobierno;
3a.) Realización efectiva de los «principios esenciales de la sociedad»: igualdad, seguridad, propiedad y libertad;
4a.) Libertad de comercio e industria tanto interna como externa;
5a.) Supresión de gabelas, tributos y demás impuestos onerosos;
6a.) Supresión de estancos y monopolios.
Nótense cuatro cuestiones sustanciales al comparar las plataformas de los criollos y los mestizos:
1a.) Todas las exigencias políticas de los criollos tendían al mantenimiento del status colonial, no obstante que éstos deseaban también la independencia y querían el poder político para su clase:
2a.) Todas las medidas económicas solicitadas buscaban la expedición, del camino para el fortalecimiento de la burguesía criolla;
3a.) El verdadero calor de la república era sustentado por los mestizos al exigir el régimen republicano de gobierno;
4a.) El planteamiento de los criollos es clasista-egoísta, en tanto el de los mestizos recoge de manera amplia el espíritu del tipo clásico de la nación al romperse el orden feudal, es decir, liberalismo original.

Como hemos dicho, fueron los criollos -gracias a su desarrollo político-intelectual y a sus influencias económicas, sociales, etc.- quienes lograron controlar la dirección de los sucesos. Esa actitud tenía precedentes claros. Algunos de los más destacados son los que tuvieron lugar durante el 4, 5 y 7 de Noviembre de 1811 (Primer Grito de Independencia Centroamericana) y en el mes de julio de 1814.

La importancia de aquellos acontecimientos radica en que ya reflejan la acción del pueblo de San Salvador, desenvolviéndose políticamente contra el poder colonialista, mientras los criollos juegan el papel de aplacadores del descontento popular con miras a capitalizar el movimiento en favor de la naciente burguesía centroamericana.

En efecto, quienes hacían los planteamientos de carácter popular eran los mestizos, por medio de sus dirigentes. Exigían independencia absoluta de España, y le asignaban contenido prioritario. Las manifestaciones de rebeldía y patriotismo fueron en diversas oportunidades aplacadas por los criollos (añileros, terratenientes, casatenientes, etc.) que así se convertían en «ángeles tutelares» de los europeos.

Con la absolutización del rol jugado por los dirigentes (muchos de ellos denominados próceres) se ha dogmatizado sobre problemas que deben profundizarse para establecer la verdad. De ese modo se les atribuye el papel de «inteligencia» y fuerza motriz de la historia. Con tales interpretaciones, eI pueblo aparece relegado a segundo término, cosa que constituye un absurdo, ya que en todos los tiempos ha sido el pueblo el que ha hecho y hace la historia. Es innegable que los sucesos del 4, 5 y 7 de Noviembre de 1811, revistieron carácter eminentemente popular. A ese respecto es muy ilustrativa la actuación del Vicario de San Salvador en aquel tiempo, José Matías Delgado, que en manifiesto contra independentista leído por él ante el nuevo Intendente nombrado por la Capitanía General de Guatemala, el mencionado Vicario expresó su desaprobación: «Hombres atrevidos os han deslumbrado con falsas ideas de bienes aparentes y os condujeron al precipicio”. Y luego declara que «Llegó el momento (8 de diciembre de 1811) feliz de poderos anunciar el restablecimiento del orden.»

Los movimientos que preludiaron a la independencia, estaban impregnados de un claro contenido anti-colonial. Tal es el caso de lo ocurrido en San Salvador y otras ciudades en 1814, uno de cuyos dirigentes fue el patriota Pedro Pablo Castillo, quien se esforzó por incorporar a las comunidades aledañas a la lucha. En esa ocasión los mestizos no recibieron el apoyo de los criollos, y fue traicionado el pueblo por éstos, al boicotear sus acciones. Refiriéndose a los aliados criollos que conocían el plan de acción, Pedro Pablo Castillo dijo: »Todos tienen pretexto para dejarme solo». Al frustrarse aquel intento, los colonialistas se ensañaron contra el pueblo y sus dirigentes.

El Acta misma de Independencia de 1821 era vaga. «Hasta la cláusula décima el acta mantiene, en realidad, el status colonial; ningún cambio político fundamental se operaba en las provincias centroamericanas; pero es entonces cuando la acción del pueblo de Guatemala (mestizos e indios) encabezados por criollos republicanos, como Francisco Barrundia, se deja sentir; el ominoso clamor del pueblo en «calles, plaza, patio, corredores y antesala del palacio de gobierno, llenó de pánico a los corazones timoratos; el pueblo clama por la independencia y exige que el Jefe Político preste «juramento de independencia y fidelidad al Gobierno Centro Americano que se establezca.». Ante la demanda popular el jefe político tiene que someterse y presta el juramento exigido en manos del alcalde primero de la ciudad de Guatemala (Cláusula 13a.). Se logra la independencia y aún cuando el redactor quiera eludirlo restándole importancia, el hecho queda en pie como testimonio de la voluntad popular».

De lo anterior se desprende claramente: a) el papel decisivo del pueblo en la conquista de la independencia; b) las posiciones populares radicales sin ningún tipo de componendas; c) que entre los criollos también había grupos que luchaban sinceramente por la independencia, como objetivo nacional; d) que los criollos con posiciones de dirección política, sustentaban ideas conservadoras y tenían metas definidas: ocupar el poder político y malograr las aspiraciones del pueblo.

La literatura salvadoreña, y más específicamente la poesía, no ha sido ajena al contenido del proceso histórico. Ahí están los testimonios vivos de lo que hemos afirmado, en las voces injustamente olvidadas de Miguel Álvarez Castro; del extraordinario Francisco Díaz, Ignacio Gómez, José Antonio Save, Isaac Ruiz Araujo, Miguel Plácido Peña, Calixto Velado, hasta llegar a Francisco Antonio Gavidia. Todos ellos -y quienes les sucedieron en la línea que iniciaron- son el precedente de nuestra voz. Su obra constituye parte de la herencia que no debemos ignorar. Fue creada con dolor, desengaños, valentía, frustraciones y protestas.

Nota:
(1) Apreciación Sociológica de la Independencia Salvadoreña, Dr. Alejandro Dagoberto Marroquín, Instituto de Investigación Económica, Facultad De Ciencias Económicas, Universidad de El Salvador, 1964.

 

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