Por: Elio Masferrer Kan*
En un contexto de crisis mundial, donde las distintas confesiones religiosas tuvieron que cerrar sus templos para evitar los estragos de la pandemia, Francisco decidió lanzarse hacia el futuro, aprendiendo del pasado y replanteando el presente. En este contexto publicó su tercera encíclica “Fratelli tutti (Todos hermanos) Sobre la fraternidad y la amistad social”, que ya habíamos adelantado en otra colaboración. La Encíclica hace énfasis en el diálogo entre las religiones, ofreciendo su mano tendida hacia los musulmanes, un tema de mucha actualidad en Europa pues se está juzgando a los atacantes de Charlie Hebdo el semanario humorístico que publicó las imágenes de Mahoma y terminó con 12 muertos.
En este contexto se plantea un mundo abierto, sin muros y reclama por la pérdida del sentido de lo social. El predominio de la lógica del mercado, basada en el individualismo, el lucro y la cultura del descarte de ancianos, jóvenes, pobres, la trata de personas, el racismo, el desempleo, los migrantes, las mafias y otros problemas de nuestro tiempo.
Enmarcados en la primera pandemia del siglo XXI, que puso de manifiesto la fragilidad de la especie humana y la soberbia de los poderosos. Lo mas contundente es la crítica al neoliberalismo y el lucro de los poderosos. Rescata las palabras de san Juan Crisóstomo “no compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos”; o también en palabras de san Gregorio Magno: “Cuando damos a los pobres las cosas indispensables no les damos nuestras cosas, sino que les devolvemos lo que es suyo”
Manteniendo su estilo incisivo, criticó los populismos y reclamó una “democracia del pueblo”, una práctica política verdaderamente preocupada por el pueblo y a su servicio. Exigió que las Naciones Unidas (ONU) se aboquen al “bien común, la erradicación de la pobreza y la protección de los derechos humanos”.
Una vez más propone que la paz está relacionada con la justicia, la misericordia y la verdad y que el perdón no significa impunidad sino renunciar al mal y la venganza para aprender de los errores y construir una nueva sociedad, sin olvidar las persecuciones y masacres étnicas en el siglo de los genocidios (la Shoah) y las armas de destrucción masivas (Hiroshima y Nagaski). También reclama por el pleno ejercicio de la libertad religiosa.
El Primer Mundo es criticado por su cerrazón ante la situación de los migrantes, a la vez que les reclama por su pasado colonial y les preguntaba qué hacían por esos pueblos que habían dominado y explotado y cuyos ciudadanos les piden la construcción de mejores condiciones de vida. En los contextos latinoamericanos que aún no se reponen de las sucesivas crisis estructurales que han padecido y agudizadas por la pandemia, también representa un desafío para sus elites gobernantes.
El capítulo sobre la importancia de la libertad religiosa tiene también un destinatario concreto y es la República Popular China que no supo abrirse lo suficiente al pacto que concertara con el Vaticano y los aparatos religiosos del Partido Comunista están aprovechando el mismo para desplazar a los obispos designados por el Vaticano, sin que los de la Asociación Católica Patriótica China los incorporen adecuadamente en forma dialogal.
Un planteo con estos perfiles puede leerse en varias sintonías o escenarios mundiales, Mike Pompeo, el Secretario de Estado estadounidense, se presentó en Roma sin ser invitado, para obtener una entrevista con el Papa, quien no lo recibió. Evidentemente estaba preocupado por el impacto que tendría en las elecciones de noviembre en su país, donde el candidato opositor Biden es católico y, aunque no mencionaba a Trump, parecía un retrato de la situación norteamericana donde el racismo y la discriminación racial y étnica son temas de actualidad. La Encíclica llega en un momento muy peculiar donde la derecha católica americana y la mayoría de los obispos apoyan decididamente a Trump. Un pasaje singular es aquel donde plantea que muchos políticos ateos siguen las enseñanzas de Jesús y que por el contrario los políticos que se reivindican como muy cristianos en realidad niegan las enseñanzas del cristianismo en sus actos. Una descalificación contundente a los partidos demócratas cristianos europeos y latinoamericanos, así como a las corrientes evangelicals de los Estados Unidos que respaldan a Trump y descalifican a Biden y Harris como poco creyentes. En síntesis, un documento que puede ser leído, tanto en el corto plazo, como en una perspectiva estratégica hacia el futuro.
Por si quedase alguna duda de sus posiciones, termina reivindicando el papel Martin Luther King, pastor bautista, quien luchó contra el racismo en Estados Unidos y Desmond Tutu, obispo anglicano que enfrentó el apartheid sudafricano. Cierra el documento con dos oraciones, una para católicos y otra ecuménica. En definitiva, un documento magistral que causará mucha polémica al interior de la Iglesia Católica, entre otras expresiones del cristianismo y por supuesto con gran impacto en una sociedad global que lleva más de siete meses de asedio pandémico.
*Profesor investigador emérito ENAH-INAH, doctor en antropología