Por: Jerry Espinoza Rivera*
pesar de que, a menos de un mes de las elecciones presidenciales, en EEUU la mayoría de las encuestas favorecen al candidato demócrata Joe Biden, Donald Trump le apuesta de nuevo al voto religioso, tal como lo hizo hace cuatro años cuando derrotó a Hillary Clinton en parte gracias al apoyo abrumador de los votantes cristianos evangélicos. De acuerdo con Pew Research, en 2016 un 81% de los votantes evangélicos votaron por Trump y solo un 16% por Clinton (http://www.pewresearch.org/fact-tank/2016/11/09/how-the-faithful-voted-a-preliminary-2016-analysis/). Considerando que más de 80 millones de estadounidenses se declaran cristianos evangélicos (25,4% de la población -http://www.pewforum.org/religious-landscape-study/-), no es de extrañar que la balanza finalmente se haya inclinado a favor del candidato republicano.
Hoy, ciertamente la coyuntura política es muy diferente a la de hace cuatro años. Durante los primeros meses de la pandemia de Covid-19 Trump subestimó la amenaza que representaba el nuevo coronavirus e ignoró las advertencias de sus propios expertos. Como consecuencia, más de 200 mil estadounidenses han muerto y decenas de millones más han perdido sus empleos. Sin embargo, aún en esas condiciones Trump todavía puede ganar las elecciones debido a factores que se relacionan en mayor o menor grado con la religión.
En primer lugar, es importante señalar que en el complicado sistema electoral estadounidense no basta con obtener la mayoría simple de los votos para ganar una elección presidencial sino que se requiere obtener una suficiente cantidad de votos que representen a 270 delegados en el Colegio Electoral. En este modelo de elección indirecta el peso de los estados pequeños más conservadores, en los cuales Trump es el claro favorito, es desproporcionado. Por esta razón, a Trump le bastaría con ganar en algunos estados clave como Florida, Georgia o Arizona para inclinar la balanza a su favor.
En segundo lugar, la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg, abanderada de causas feministas y progresistas en general, le da la opción a Trump de elegir a un juez conservador más en la Corte Suprema, algo que por primera vez abre la posibilidad de que la Corte anule o al menos reinterprete la polémica decisión del caso Roe vs. Wade que legalizó el aborto en EEUU, una largamente anhelada aspiración de los grupos “provida”. La apresurada nominación que hizo Trump de una jueza abiertamente “provida” como candidata para sustituir a la jueza Ginsburg claramente apunta a consolidar el apoyo de los cristianos evangélicos y a atraer a los votantes católicos indecisos.
Por último, pero no menos importante, el surgimiento y el crecimiento exponencial en internet de comunidades de seguidores de fake news y teorías conspirativas como QAnon benefician a la campaña de Trump. Los seguidores de QAnon ven a Trump como el líder de las fuerzas del Bien que dirige una cruzada global para desmantelar una supuesta red global de pedófilos satánicos manejada por empresarios como George Soros y figuras prominentes del Partido Demócrata como Hillary Clinton y Barack Obama. QAnon es un fenómeno muy reciente cuyos alcances aún son imprevisibles pero, por delirantes y disparatadas que puedan parecer sus ideas, en el escenario hipotético de una elección reñida estos grupos pueden marcar una diferencia a favor de Trump.
En síntesis, aunque las encuestas favorecen a Biden, a pocas semanas de las elecciones la contienda aún no está decidida y no es descartable que, como sucedió en 2016, en esta ocasión nuevamente el voto religioso sea un factor determinante.
*Profesor Asociado Universidad de Costa Rica – Costa Rica