La escritora albaceteña publica «Sin muertos», duodécima entrega de la serie de Petra Delicado, donde vuelca sus propios recuerdos para dar una biografía a su emblemática inspectora.
«Aquí el ordenador era un intermediario que sobraba». Alicia Giménez Bartlett (Almansa, 1951), ganadora en 2011 del premio Nadal y, en 2015, del Premio Planeta, supo desde el principio que con Sin muertos, la duodécima entrega de la serie literaria protagonizada por la inspectora Petra Delicado, se enfrentaba a un reto. Tal vez por eso la escribió de forma diferente -volcó en ella algunos recuerdos propios, de su infancia en un colegio de monjas, y un extrañísimo cuento infantil que su madre solía contarle cuando era pequeña, habitado por una cabra maligna- y le dedicó más tiempo: pasaron tres años y tres borradores, el primero concentrado en cuadernos y caligrafía, hasta que consideró que el texto estaba terminado. Y es que quien se acerque a esta nueva inmersión en la vida de Petra y se imagine por un segundo la inquietud de su autora ante la reacción de los lectores regresará inevitablemente a Misery (Debolsillo, 1987), la famosa historia de Stephen King en la que el escritor Paul Sheldon debe sobrevivir a la furia de una fan incapaz de aceptar el destino que el novelista elige para la heroína de su colección romántica. Y se preguntará cuál será el veredicto de la multitud de seguidores de Petra Delicado, uno de los perfiles más emblemáticos del género policiaco europeo, para una trama en la que, sorprendentemente, no hallarán ningún crimen.
¿A quién pertenecen el destino y la identidad de un personaje literario de éxito? Giménez Bartlett duda y, desde su casa de Vinaroz, un pueblo costero al norte de Castellón, con un énfasis en sus respuestas que delata hasta qué punto se implica en su trabajo, reflexiona acerca de la necesidad de dotar a su investigadora de una biografía.
Porque necesitaba descubrir quién es la verdadera Petra. Así la llamaron una vez un par de lectoras que se acercaron a saludarme en una firma de libros y, aunque con algo de timidez, se atrevieron a decirme, a propósito de sus andanzas: «¿Cómo se le ha ocurrido casarla otra vez? La verdadera Petra no habría vuelto a casarse nunca». Me quedé asombrada: ¿quién era la verdadera Petra? Intuí que no tenía demasiado que aportar a aquel misterio, porque el personaje ya está más en manos de sus admiradores que en las mías. Sin embargo, decidí aventurarme a buscar la identidad de la inspectora, comprendí que debía inventarle una vida completa. Se la merecía.
¿Nunca antes le había construido un pasado al personaje, aunque no lo hubiera compartido?
-No sabía nada. Cuando escribo, la inmediatez es mi norma. Escribo más de oído que de vista, casi no hay descripciones en mis libros. Manejo bien la reflexión, pero no la descripción del espacio. Escribo más sobre pensamientos y sentimientos que sobre escenarios. Tal vez por eso, aunque la vida sentimental de Petra sí existía, la privada no tanto. No tenía recuerdos. Así que me adentré en un territorio desconocido en el que mi única guía ha sido mantener la coherencia entre los acontecimientos que se narran y la personalidad de la inspectora, esa sí muy definida con anterioridad.
«Sin muertos» empieza con el confinamiento voluntario de Petra en un convento, un encierro desde el que mirar atrás, pero no la ha escrito inspirada por la pandemia.
¡Qué va! Este libro lo empecé hace ya tres años. Es la trama de la serie que más me ha costado escribir porque era sin duda la más difícil, su estructura es diferente, no está pautada por el estilo y el género.
¿Y cómo se tomaron en la editorial que quisiera publicar una novela de Petra Delicado sin cadáveres ni misterio?
Al principio, con bastante estupefacción, pero después bien. Les gustó mucho el tono del libro, que es casi, casi la crónica de una época desde los ojos de Petra, el paso del franquismo a la modernidad.
A lo que no ha renunciado es al tinte social del relato.
¿Y cómo hacerlo? A no ser que se trate de un poeta, no concibo explicar a una persona sin su contexto.
-En cuanto a la estructura, parece pensada para repasar los grandes temas que conforman y explican al ser humano: la infancia, el amor, el sexo…
Eso es: los componentes básicos que conforman la personalidad. Todos en ese aspecto nos parecemos y no; todos somos protagonistas, porque filtramos de forma única nuestra época; y, aparte de que Petra tenga unos cuantos amantes más que la media, es como nosotros.
De todos esos temas, uno de los que más define a Petra es el feminismo, aunque eso no impide que de vez en cuando se muestre romántica.
Porque Petra es feminista, por supuesto, y al mismo tiempo, contradictoria. ¿Acaso no son así las personas reales, definidas por el contraste? En cuanto a la cita que menciona, quizás resulte polémica, pero la verdad es que hay sensaciones en la vida tan maravillosas que merecen sentirse y explotarse en profundidad, sin tener miedo. Si me pregunta si hay que sacrificarse por un amor no correspondido, mi respuesta es rotunda: no. Pero si me pregunta si hay que vivirlo sin armadura, igual que en el caso de la pasión, pues le digo que adelante: en el amor hay que llegar hasta el fondo.
¿Cree que en la actualidad la literatura tiende en exceso al maniqueísmo?
Sí, ahora los novelistas nos convertimos en militantes con facilidad; y eso hace que a menudo olvidemos nuestra mirada, el punto de vista del autor, aquello que nos identifica y puede hacernos buenos escritores, nuestra forma diferente de ver. Convertir mis novelas en panfletos no me interesa.
¿Al escribir esta novela se ha sentido más libre que cuando narra investigaciones policiacas? Imagino que las investigaciones le obligarán a documentarse más.
Sí. Además, cuando trabajo en una novela tradicional de la serie, tengo que calibrar muy bien las proporciones entre la vida personal de Petra y el misterio criminal que protagoniza. Eso a veces te corta las alas y te obliga a forzarte para respetar una estructura muy definida, la estructura del género. Es cierto que en Sin muertos me he sentido más libre, y por eso mismo ha sido más complicado.
¿Cómo ve desde su amplísima experiencia la evolución de la novela negra en España?
-Antes éramos cuatro gatos y de repente han surgido colonias. Hay autores de novela negra por todas partes, y ese aumento de la cantidad, inevitablemente, hace que la calidad sea menor. Para convertirse en un buen autor, no basta solo con tener experiencias cruentas, con haber visto un muerto; hay que escribir bien, y eso parece que se nos olvida. Otro aspecto que me preocupa es la moda europea de la novela policiaca ultrasangrienta. Esa crueldad me parece innecesaria, me aterroriza. Antes la novela negra reflejaba la parte más oscura y negativa de la vida, pero sin regodearse en la sangre, que no me gusta nada.
¿Cómo elige los crímenes para Petra?
Elijo sucesos con una repercusión más social que individual.
Todo hace prever que Petra Delicado volverá al trabajo en próximas entregas, pero, ¿cómo ve nuestro futuro inmediato? ¿Qué nos espera?
Lo veo desde un lugar privilegiado. Me gusta vivir en Vinaroz, la mentalidad levantina. Le contaré una anécdota: un día, paseando por el pueblo, escuché una conversación breve entre dos ancianos que se cruzaron por la calle. Uno le dijo al otro: «¿Cómo vamos?»; Y el otro le respondió: «Bien y adelante». Entonces supe que era aquí donde me convenía estar.