Por: Marcelo Valko*
Toma I
Recuerdo que hace unos años invite a mi catedra a una antropóloga española que trabaja fosas comunes del periodo franquista para que diera una clase especial a los alumnos. Pensando en cómo preparar su conferencia me preguntó “¿Vosotros tenéis internet en el aula?”. “Nosotros tenemos aula…” respondí con una sonrisa. Ella hizo un silencio asintiendo y devolviendo una mirada cómplice agregó “comprendo”. Obvio, si contaba con la posibilidad de internet podía bajar determinados contenidos como apoyatura de la clase. Más allá de esta falencia técnica, su ponencia y la participación fue estupenda. Más tarde durante la cena comentó: “Claro, a veces olvido que esto es América Latina y por eso siempre habláis del plan B”. Nosotros los “sudacas” sabemos que no es un detalle menor y casi siempre el quehacer cotidiano nos refriega el rostro con esa realidad de manejar otra alternativa.
Toma II
La ciudad de Ouro Preto ubicada en el estado brasilero de Minas Gerais debe su nombre a la búsqueda frenética de oro de comienzos del siglo XVIII. El subsuelo de la ciudad está atravesado por decenas de kilómetros de túneles donde millares de esclavos explotados en condiciones deplorables extrajeron cerca de 1.200 toneladas de oro y millares de diamantes. El Reino de Portugal al igual que España tenía una desmedida avidez impositiva que las colonias sufrían como un saqueo liso y llano. En principio las arcas reales se quedaban con el “quinto real” que los productores, que padecían tal exacción lo llamaban “el quinto del infierno”. En el caso de las minas de Ouro Preto paulatinamente los filones de oro fueron perdiendo la extraordinaria rentabilidad de las primeras décadas, para solucionarlo la tesorería portuguesa creó un impuesto adicional que obligaba al minero a cumplimentar el mínimo anual decretado para la extracción oro, cuota que debía abonar de todos modos aun si no llegaba al cupo. Eso provocó una lógica reacción a fines del XVIII que se tradujo en una conspiración para separarse de Portugal conocida como Inconfidência Mineira o deslealtad al rey. Los conspiradores fueron descubiertos y acusados del delito “de lesa majestad”. Uno en particular Joaquim da Silva, minero y odontólogo apodado Tiradentes (saca muelas) fue colgado el 21 de abril de 1792 y como se estilaba su cadáver fue expuesto en una plaza de la localidad que hoy lleva su nombre pese al escarmiento imperial.
Toma III
Entre los que se congregaron en Ouro Preto obligados a presenciar el suplicio padecido por Tiradentes se encontraba Antonio Lisboa el máximo escultor del barroco brasilero conocido como Aleijadinho (el lisiado) hijo de un arquitecto portugués y una de sus esclavas africanas. Con toda seguridad habrá escuchado murmuraciones malévolas sobre su “defecto de sangre” ya que no solo era mulato sino un hijo “natural” es decir bastardo. Quince años antes de la ejecución su vida sumó un “nueva mancha”. Contrajo lepra, una enfermedad que destruye la morfología, borronea la imagen y la simetría corporal y carga incluso con el estigma de ser mencionada en la Biblia. Paulatinamente perdió la totalidad de los dedos de los pies y casi todos los dedos de la mano además de padecer una deformación facial severa que en sus últimas décadas lo llevó a recluirse en algo imperecedero como la roca y buscar en su trabajo de escultor la seguridad de una estabilidad que desaparecía de su cuerpo. La dolencia obligó a sus ayudantes a atarle el cincel y el martillo a sus brazos para continuar tallando obras de increíble belleza tanto en madera como piedra. Sus tallas en madera o piedra tienen una expresividad y un movimiento inusual al punto que sus ángeles parecen volar y sus Doce Profetas parecen a punto de anunciar el apocalipsis. Hacia el final de su vida, carcomido por la enfermedad estaba ciego.
Toma IV
Quienes siguen mis columnas en El Independiente habrán advertido que intento demostrar que la historia (luchas, avances y retrocesos) es un compacto, no es una sucesión de compartimentos estancos que se reinician una y otra vez desmemoria mediante. Tiene una ilación imposible de obviar. Retomando lo planteado al comienzo sobre la carencia de medios técnicos en aquella clase, a los restos del conspirador contra el imperialismo portugués que la historia oficial presenta con el simpático apodo de Tiradentes (saca muelas) que diluye la realidad de su cruel ejecución donde su cuerpo del revolucionario fue descuartizado y expuesto en una plaza siendo contemplado por Aleijadinho que por una extraña paradoja del destino con muñones carcomidos por la lepra tallaba cuerpos perfectos que en sus rostros evidenciaban el malestar de la cultura.
En Latinoamérica es casi imposible funcionar si no tenemos a mano un plan B, es decir lograr hacer lo mismo pero de otra manera aunque los modos sean precarios o improvisados como indica la frase popular “atarlo con alambre”, o como el Aleijadinho que al quedarse sin manos para poder seguir esculpiendo optó por atar a sus muñones el cincel y el martillo. La clase se dicta y la obra se termina a como dé lugar. América se recrea en forma permanente, se adapta pese a una expoliación de siglos, pese a una construcción discursiva funcional para el norte y pensada por un ideario externo buscando vaciarnos de contenido. Pero lo sustancial permanece, no deja de crecer. Lo vemos en Chile que forzó al establishment a realizar la semana próxima un referéndum para reformar la Constitución del status quo de Augusto Pinochet, es El Salvador manteniendo la búsqueda de justicia por El Mozote, es la investigación de la Abuelas de Plaza de Mayo por recuperar a los cientos de nietos que faltan o el pueblo boliviano que este domingo frente a las imposiciones de la usurpadora Áñez impugnando la presentación de Evo Morales sacó de la galera al candidato Luis Arce que marcha primero en las encuestas. Más allá de un resultado electoral enturbiado por posibles manipulaciones de fraude para forzar una segunda vuelta, nuestro continente sigue adelante cumpliendo su cometido como el Aleijadinho que aun perdiendo girones de su cuerpo siguió esculpiendo vida. Sin duda la senda para para lograr una Patria Grande es larga y el poder hace lo imposible para evitar los avances, pero estamos en ese camino para llegar a una vida donde quepan los mundos de todos y logremos que ¡para todos Todo! se haga realidad.
*Autor de numerosos textos, psicólogo, docente universitario, especialista en etnoliteratura y en investigar genocidio indígena.