Por: Idoya Noain
Desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca empezó a mover sus piezas con la vista siempre puesta en la reelección. En los últimos meses, con su campaña zarandeada por la crisis sanitaria y económica del coronavirus y también conforme el país vivía las mayores protestas contra la injusticia racial en décadas, el mandatario fue intensificando movimientos para deslegitimar el proceso. Las alarmas se desataron y estaban justificadas. En los dos últimos días, con el mundo aún aguantando la respiración ante un farragoso recuento de infarto que acerca al démocrata Joe Biden a la Casa Blanca pero que también demuestra la fortaleza de sus apoyos, Trump ha lanzado el jaque a la democracia que muchos temían y predecían. Y lo mantiene e intensifica, sin dar señales de estar dispuesto a echar marcha atrás, por más explosivo que resulte en un país polarizado hasta el extremo.
Uno de los teatros de esta guerra está en los tribunales. Allí los abogados del presidente están planteando diversos retos que van desde pedir que vuelvan a contarse las papeletas donde ha perdido por solo unos miles de votos a solicitar que se detenga el proceso legítimo para contarlas en lugares donde su ventaja se va erosionando conforme se cuentan votos por correo.
El escenario judicial lo ha alentado esta madrugada del viernes Trump en su red favorita, Twitter. Ahí, en un mensaje en el que ha reiterado que con los «votos legales» gana las elecciones y que no se deben aceptar los «votos ilegales», ha advertido de que «será el Tribunal Supremo el que decidirá».
I easily WIN the Presidency of the United States with LEGAL VOTES CAST. The OBSERVERS were not allowed, in any way, shape, or form, to do their job and therefore, votes accepted during this period must be determined to be ILLEGAL VOTES. U.S. Supreme Court should decide!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) November 6, 2020
Pero hay otro teatro en el que Trump se mueve con peligrosa pericia: el de la desinformación y el de la agitación de sus bases más radicales.
Desinformación
Este jueves, menos de 48 horas después de que cerraran las urnas, Trump redoblaba sus denuncias, sin pruebas, de fraude electoral, un fenómeno que en EEUU es como mucho anecdótico y del que no se han detectado casos significativos en estos comicios. Volvía a reclamar también que se cometa una ilegalidad: detener el recuento de las papeletas, un proceso laborioso que este año se ha complicado aún más por la avalancha de voto por correo en medio de la pandemia, por normas en algunos estados que no permitieron empezar a procesar y contabilizar esas papeletas hasta el día 3 y por los calendarios ampliados en lugares como Pensilvania para recibir esos votos.
Trump lanzaba la arenga primero por la mañana en Twitter, en las mayúsculas que en protocolo digital representan gritos. Luego, y para sortear las alertas sobre desinformación con que la red social está etiquetando esos mensajes o los falsos en que clama victoria en estados donde no se ha determinado oficialmente un ganador, lo reiteraba a través de una declaración firmada, escrita también en mayúsculas, que distribuyó su campaña.
Segunda comparecencia pública
Por la tarde, el presidente ha comparecido en la sala de prensa de la Casa Blanca, la segunda vez que aparece en público desde que cerraron las urnas. Y ha hecho una declaración de más 16 minutos plagada de falsedades, tras la que no ha permitido preguntas. Varios medios en EEUU, como las cadenas de televisión CBS, ABC y MSNBC y la radio pública NPR, han dejado de transmitir en directo conforme ha empezado a pronunciar las mentiras.
Lo que Trump ha intentado en la intervención es desvirtuar como «ilegales» los perfectamente legales votos por correo y su recuento. Lo que no explica es que durante meses él ha estado atacando ese método de voto, orquestando con los republicanos en los estados una campaña para hacerlo más difícil e instando a sus propios votantes a depositar sus papeletas en persona. Esa estrategia hizo que la fuerza del voto presencial el martes se inclinara a su favor, pero su ventaja se ha ido debilitando conforme se cuentan los votos por correo, que se han estado inclinando abrumadoramente por Biden.
En la comparecencia, Trump ha acusado sin pruebas a las autoridades estatales y locales encargadas de las elecciones y de ese recuento de estar manipulando los resultados o de estar impidiendo que haya observadores en el proceso, extremos que son falsos también. Ha agitado también infundadas teorías conspiratorias sobre supuestos episodios de fraude. Y ha llegado a hablar de una supuesta conspiración en su contra de demócratas, medios, grandes fortunas y los gigantes tecnológicos, acusando también a las encuestas previas a las elecciones que daban a Biden ventajas contundentes de ser «injerencia» y un esfuerzo de «supresión de voto».
El tono este jueves era, en cualquier caso, mucho más apagado que el de la madrugada de las elecciones. Olía a derrota, aunque Trump siga proclamando victorias no certificadas. Y el mandatario ha dejado de nuevo claro que el único camino que tiene marcado es el de los litigios. Una vez más ha vuelto a sugerir que tratará de que sea el Tribunal Supremo quien le de la victoria.
De la «paciencia» de Biden a la agitación
Biden ha contestado a la declaración de Trump con un tuit en el que ha escrito: «Nadie nos va a quitar nuestra democracia, ni ahora ni nunca. América ha avanzado mucho, ha luchado muchas batallas y soportado demasiado para permitir que eso suceda».
No one is going to take our democracy away from us. Not now, not ever.
America has come too far, fought too many battles, and endured too much to let that happen.
— Joe Biden (@JoeBiden) November 6, 2020
Ya antes el candidato demócrata pedía «paciencia” y aseguraba sentirse “bien» sobre sus posibilidades, que su campaña identifica como una victoria «inminente» y que les ha llevado ya a lanzar una web para la transición. En una comparecencia este jueves mientras seguía el recuento de votos, Biden ha pedido «calma» y ha afirmado que «cada papeleta debe ser contada». «Nadie ni nada más elige al presidente de Estados Unidos de América, por lo que cada papeleta debe ser contada», ha indicado desde Wilmington (Delaware).
Partidario de Trump, izquierda, y de Biden se enfrentan a gritos en plena calle separdos por un policía en Detroit, Michigan /
El mensaje público de Trump en cambio es el de la agitación. Y llega mucho más allá de sus 88 millones de seguidores en Twitter gracias al altavoz y la atención mediática que le da la presidencia.
Trump y sus más cercanos aliados, junto a una floreciente e influyente maquinaria de medios ultraconservadores y ‘pseudomedios’ de extrema derecha, están encargándose de contribuir a propagar desinformación y teorías conspiratorias. Y como ha recordado el columnista de ‘The New York Times’ Nick Kristof, ahora son el propio Trump, su hijo Eric o la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Kaleigh McEnany, quienes están sembrando la confusión y la desconfianza en el sistema de EEUU, que fueron las causas por las que se imputó a piratas informáticos rusos acusándoles de librar una “guerra de la información” durante la campaña de 2016.
Dos hijos de Trumo, Donald jr e Ivanka, el día de las elecciones en la Casa Blanca /
Cada mensaje de Trump agitando las acusaciones sin base de fraude y hablando directamente de «robo» amenaza con animar a sus más enfervorizados seguidores, que en algunos casos han ido ya a manifestarse frente a lugares donde se realizan recuentos de voto, donde también convergen quienes defienden que se cuenten todas las papeletas y se respete el proceso democrático. Y de momento no se han cumplido los miedos de quienes temían que estallara el polvorín que son los profundamente divididos y desproporcionadamente armados EEUU, pero la tensión palpita a flor de piel y calienta las calles.
Esas tensiones no se verán rebajadas por decisiones como la del Departamento de Justicia, politizado profundamente durante el mandato de Trump gracias a la colaboración del fiscal general William Barr, que distribuyó entre fiscales un mensaje en el que recordaba que tiene autoridad para enviar a agentes federales armados a centros de recuento de voto para “responder a, investigar o evitar crímenes federales”. El correo electrónico se envió una hora antes de que Trump, en su única comparecencia pública hasta ahora, en la madrugada tras las elecciones, se declarara falsamente ganador.