Miles de estadounidenses festejan en las grandes ciudades la victoria de Biden y la derrota del magnate.
Por: R. Mir de Francia / I. Noain
Medio país de luto, medio país loco de felicidad. Miles de personas salieron a las calles de Estados Unidos para celebrar la victoria electoral de Joe Biden tras cinco días de enorme incertidumbre que han mantenido al país con el corazón encogido. «Estás despedido», decía un enorme cartel frente a la Casa Blanca, completamente vallada en su perímetro para que nadie se acerque a los edificios que albergan a las principales autoridades del país.
«No me he sentido tan bien en cuatro años. No podía más con este mentiroso y este ladrón», decía Mary Alexander vestida para la ocasión con una camiseta de la jueza Ruth Bader Ginsburg, la heroína de la América liberal recientemente fallecida. A su alrededor la gente bailaba y coreaba consignas a la democracia y la libertad. «Tiempo para hacer la mudanza, Trump», decía el cartel de una niña negra.
Miles de personas concentradas ante la Casa Blanca / REUTERS/ Carlos Barria
La fiesta en la capital se concentró en la Plaza Black Lives Matter, bautizada así por la alcaldesa demócrata Muriel Bowser poco después de que un policía de Minneapolis acabara con la vida de George Floyd hincándole la rodilla en el cuello, un asesinato que puso en marcha las mayores protestas raciales de las últimas décadas. «Es una bendición ver cómo todas las razas y todas las nacionalidades se han unido. No queremos más racismo y negatividad», decía Minnie Mabims, una profesora afroamericana. «Lo primero que hay que hacer es acabar con la pandemia para que podamos volver a trabajar». Entre el aluvión de abrazos, aplausos, vítores y tambores eran muchos los que celebraban el hito que marcará la vicepresidencia de Kamala Harris.
«Nuestro trabajo no ha quedado en vano. Por primera vez a una mujer en la Casa Blanca, una mujer de color», exclamaba Alia Suleiman, una neurocientífica de 25 años y origen palestino. «No ha sido fácil vivir como musulmana estos años. Trump ha envalentonado los peores instintos», decía una de sus amigas, con el cabello cubierto con un hiyab. Por todos lados, había tantos carteles de Biden y Harris como despedidas más o menos ingeniosas para Trump. «ByeDon», «Trump is over», «El amor le ganó al miedo» u «Hora de hacer la mudanza, Trump». Fue en esta misma plaza pegada al parque Lafayette, ahora blindada como un fortín, donde el todavía presidente ordenó dispersar una manifestación pacífica con gases lacrimógenos y porras para hacerse una foto frente a una iglesia, uno de los momentos más oprobiosos de su mandato.
Algunos de los manifestantes en las inmediaciones de la Casa Blanca.
«El alivio que siento es inmenso», decía Geoff Corey, un trabajador social de 30 años. «Es hora de que tengamos un presidente competente, experimentado y capaz de utilizar los mecanismos del Gobierno para hacer de este país un lugar mejor. Biden es ese presidente». La bandera estadounidense, de la que Trump ha querido apropiarse al negar el patriotismo a todos aquellos que han cuestionado su presidencia, volvía a vestir a los demócratas en las calles de Washington. Hasta el clima pareció confabularse para anunciar un nuevo día. «Tío, se han ido hasta las nubes, volvemos a estar en primavera”, decía un chico negro sobre una humareda de mariguana, uno de los olores de esta capital que ha despenalizado las drogas blandas.
El respiro colectivo, la explosión de fiesta y esperanza, se desparramaba también por las calles de Nueva York, donde Trump, uno de sus nativos, nunca ha sido santo de la devoción de la mayoría.
En el East Village bailaba con una mascarilla azul que no era capaz de ocultar su sonrisa Mary Fischer, una vecina de 58 años, para la que este sábado ha acabado «una presidencia que ha sido una maldición». «Hoy es como despertar de una pesadilla», aseguraba. «Quizá podamos recuperar el país».
«Ha ganado la verdad»
Porque el ambiente era decididamente positivo, Fischer incluso se atrevía a analizar desde esa perspectiva el mandato de Trump. «Ha mostrado los problemas que tenemos, del racismo a la misoginia. Yo misma no era consciente de la profundidad de algunos y solo conociéndolos y viéndolos podemos encararlos. Queda mucho trabajo por hacer pero tengo esperanza», decía. Y no ocultaba su miedo a que los seguidores más extremistas reaccionen con violencia en algunas partes del país, especialmente ahora que Trump ha fomentado tanto el problema de la desinformación. Pero ahí también tenía esperanza. «Hoy ha ganado la verdad».
Ambiente muy festivo en Times Square, en Nueva York / REUTERS Andrew Kelly
En Washington Square, uno de los epicentros habituales de protesta en Nueva York, estaban sentadas McKayla, Mariel y Caroline, tres jóvenes de 21 años. Para ellas estas elecciones han sido las primeras presidenciales en que han podido votar, y la emoción por haber contribuido a derrotar de Trump hacía este primer ejercicio democrático aún más trascendental. «Hemos estado tan preocupadas durante tanto tiempo de que iríamos hacia atrás…», decía McKayla, que había pintado en un cartón el mensaje que en esta misma plaza se paseó en los años 70 tras Vietnam: «La guerra se acabó».
En las calles también estaba Lwan, con su marido y sus dos hijos pequeños. «Con la oscuridad de los últimos cuatro años, la ansiedad del último con la pandemia, quería que los niños experimentaran la alegría», explicaba. «Hoy siento por primera vez en los últimos cuatro años que hay alegría». Lawn se mostraba consciente de que «los retos ahora son enormes». Pero será a partir de mañana cuando empiece a pensar y preocuparse sobre cómo los enfrentara el país. «Hoy», decía, “solo quiero disfrutar el momento”.