Angélica Fuentes viene de una familia que forjó un imperio energético a partir del gas. Luego de 20 años al frente de las empresas familiares, Fuentes llegó a presidir Omnilife, el equipo de futbol Chivas y a fundar la marca Angelíssima. Divorciarse de Jorge Vergara atrajo reflectores e hizo público un diferendo multimillonario. A un lustro del escándalo, Angélica Fuentes reaparece en México con el libro Dos millones de huevos, editado por Penguin Random House. Conocida como La reina del gas, coordinadora de Asuntos de la Mujer del movimiento y plataforma binacional Fuerza Migrante, y quien reconstruye su faceta empresarial a partir de nuevos negocios, concede esta entrevista exclusiva a La Jornada desde El Paso, Texas.
–Regresas a México con un libro sugerente: Dos millones de huevos. ¿Tiene dedicatoria?
–Lo escribí para muchísimas mujeres que han sufrido abuso, violencia y misoginia, pero que, a diferencia de mí, lo han hecho desde el anonimato y el silencio. Lo escribí para recordarles que, literalmente, tienen 2 millones de huevos. Lo escribí para que mis hijas conozcan mi historia contada en primera persona.
¡Se nos ha negado la soberanía sobre nuestra vida! Las mujeres debemos hacer mucho más que los hombres para conseguir lo mismo. El esfuerzo, la perseverancia, la dedicación, el tiempo, es siempre mayor. Hay un desbalance en términos de oportunidades profesionales y opciones de vida. A eso es a lo que llamo soberanía, y yo la recuperé peleando. Si fuera hombre, no habría tenido que escribir este libro, pero como mujer, empresaria, madre, se convirtió en algo necesario.
–Una escena del libro: te impiden el paso a Estados Unidos por tener visa de turista, tus hijas estaban del otro lado de la frontera sin saber que su mamá no puede cruzar. ¿Cómo vislumbras hoy el futuro para los migrantes mexicanos?
–Es infame que un gobierno, una línea fronteriza, una ley, divida a una madre de sus hijos. Ni separación ni jaulas; no hay causa que lo justifique. Estar parada en el puente Zaragoza con mis hijas del otro lado, en el colegio, esperando a que su mamá fuera por ellas y yo sin poder entrar por una estrategia legal perversa que había en mi contra, es la peor desesperación que he sentido. Estados Unidos tiene que cambiar esa política de separación de padres e hijos ya, y México debe alzar la voz de manera contundente. Yo tenía abogados y medios para encontrar una solución, pero, ¿qué hay de las miles de mujeres a las que les arrebatan a sus niños y no vuelven a saber de ellos? ¿Por qué se impone a los migrantes esa pena criminal? ¿Qué han hecho, además de buscar un mejor futuro, que amerite ese castigo?
Admiro profundamente a las mujeres migrantes, más que a nadie. Son la mayor prueba de resiliencia y de fuerza que he visto. Sin hablar inglés, sin saber nada del país al que llegan, sin red de contactos, enfrentando racismo, trabajando de sol a sol, con miedo a todas horas por ser deportadas. Desde mi trinchera en Fuerza Migrante buscamos hacer más fácil la vida de nuestras paisanas del otro lado; es lo mínimo que podemos hacer por todo lo que ellas dejan atrás.
El techo es de hierro, no de cristal
–Solamente 17 por ciento de CEO (oficial ejecutivo en jefe, por sus siglas en inglés) en México son mujeres. La secretarías de Gobernación y Seguridad Pública, el Gobierno de la Ciudad de México y el Servicio de Administración Tributaria están hoy bajo la responsabilidad de mujeres. ¿Se quedó atrás la iniciativa privada?
–La respuesta es sí. Y qué bueno que haya más mujeres decidiendo. Ve lo que ha pasado en Alemania, en Nueva Zelanda, con la gestión de la crisis por el Covid-19. Hay una sensibilidad especial, una predisposición a escuchar de las mujeres. Así que no solamente en las empresas, que somos muy pocas CEO, sino también en los medios de comunicación, debería haber más directoras… pero en México no hay ‘techo de cristal’, hay ‘techo de hierro’.
–Las mujeres más pobres tienen dificultades para bancarizarse, acceder a oportunidades. ¿Qué está haciendo BanQu, donde participas como socia?
–Una mujer puede trabajar toda su vida para una cadena de suministro global y, a pesar de eso, permanecer invisible: no hay registro de sus transacciones, de sus clientes, y, por tanto, no puede acceder al crédito o a una cuenta de banco. BanQu hace visibles a personas financieramente invisibles. Les damos un pasaporte económico
. Es una iniciativa de mi amigo Ashish Gadnis que apoyé desde el principio como socia, y en los próximos meses vamos a pisar fuerte en América Latina, particularmente en México, Ecuador, Perú, Colombia y Brasil. Te hablo de la enorme pirámide de ingreso que sostiene a nuestras economías.
–Angélica Fuentes es parte del imperio del gas en la frontera norte…
–Mi familia, que fundó una mujer, logró dejar huella en el sector energético. Yo me forjé en el grupo, fui presidenta de la Asociación Mexicana de Gas Natural, y sé mejor que nadie lo que se necesita para que un negocio trascienda. Admiro a mi papá, a mi abuelo, que murió a los 102 años, a mi bisabuelo. No hay familias perfectas, pero estoy en paz con el imperio de los Fuentes. Sé que este libro dice cosas fuertes y personales, pero también refleja la admiración y el agradecimiento que tengo a mis papás. Nadie nos enseña a ser padres y tampoco nos enseñan a ser hijos. Eso lo aprendí con los años.
–Jorge Vergara, una venganza shakesperiana; ¿eres la villana?
–Es fácil que te encasillen en el papel de villana cuando te toman por sorpresa y te atacan con esa crueldad en el plano personal. Si yo no fuera mujer ni me llamara Angélica Fuentes, no se me habría juzgado tan duro. Pero el tiempo pone todo en su lugar. Se ha demostrado que lo único que hice fue hacer rentable el grupo Omnilife-Chivas-Angelíssima, que después peleé por lo que consideraba justo para mí como accionista, y para mis hijas, como madre. Lo que tengo no es mucho más de lo que tenía antes de asumir mi posición como directora de Omnilife, y cada peso es producto de mi trabajo. Había Angélica Fuentes antes de Chivas y también hay Angélica Fuentes después de Vergara.
–Renunciaste a 50 por ciento de las acciones de Omnilife-Chivas-Angelíssima; es decir, a unos 500 millones de dólares, para poder estar con tus hijas…
–Sí, y lo volvería a pagar. Era sólo dinero. Muchas mujeres en México, proporcionalmente a su patrimonio, han pagado más de lo que yo tuve que ceder. No es el monto lo que tenemos que discutir, es el riesgo jurídico para las mujeres y la fragilidad de los derechos de los niños.
–En este libro, editado por Penguin Random House, se toca un dilema ético: se llegó a poner en duda tu maternidad por haber utilizado fecundación in vitro y donantes de óvulos…
–¡Imagínate que alguien cuestione si eres la mamá de tus hijas por el método con el que fueron concebidas! Es un tema con el que me amenazaron cuatro años, me quisieron quebrar, pero que sólo fortaleció el vínculo que tengo con mis niñas. Yo no sólo tuve a mis hijas, me gané el derecho a ser su mamá.