Por: Marcelo Valko*
I- Argentina intentó enmascarar su pertenecía sudamericana con una máscara de blanqueamiento asegurando a propios y extraños que todos los habitantes descendemos de los barcos, es decir, todos provenimos de los inmigrantes europeos por consiguiente somos blancos… El historiador Halperín Donghi ironiza sobre esa “excepcionalidad argentina” donde las elites y sus escribas a sueldo hicieron lo imposible por escindir al país “racial y culturalmente” del resto del continente. Los indios fueron invisibilizados y los negros desaparecidos de la historiografía. Sin embargo la realidad es otra, basta con ir a la estación de tren de Constitución o de Retiro y advertiremos que no somos un apéndice perdido de Suiza. En la actualidad de acuerdo a datos censales Argentina tiene tres veces más indígenas que Brasil y a comienzos del siglo XIX en Buenos Aires una de cada cuatro personas era negro y en la provincia de Santiago del Estero la proporción llegaba al 64% mientras que en de Tucumán la mitad de los individuos tenían ese origen africano.
II- Precisamente en Santiago del Estero existe un pequeño caserío llamado San Andrés ubicado a unos 130 kilómetros al norte de la capital provincial. Para llegar hasta allí el último tramo del camino se transita sobre una capa de limo arcilloso una suerte de fina cortina impalpable que se levanta en una increíble polvareda y que se conoce como bobadal (un impalpable colchón de polvillo suelto) y si bien debido al cambio climático suele llover más que antes, la sequedad sigue dueña del territorio. Este caserío tiene la particularidad que la mayoría de sus vecinos provienen de origen afro asentados desde la época colonial. Obviamente la deriva genética ejercida a lo largo de generaciones desdibujo algunas facciones pero de todas maneras permanecen inalterables ciertos rasgos y fisonomías que la veintena de familias que habitan las inmediaciones muestran con orgullo su apego a la tierra más allá de lo difícil que resulta para los jóvenes encontrar en la zona un trabajo por lo cual muchos deben emigrar con sus raíces a cuestas.
III- Pocos tienen presente que entre los 44 tripulantes del submarino ARA San Juan que implosionó el 15 de noviembre de 2017 a la altura del golfo San Jorge cuando navegaba desde Ushuaia a Mar del Plata, uno de ellos David Melián era un afrodescendiente nacido en San Andrés donde aún habita su familia. Ciertos detalles de su vida merecen conocerse. Allí existe una pequeña lagunita donde los animales de los lugareños acuden a beber. En su niñez David soñaba con navegar en el mar y de hecho con gran inventiva se puso a recolectar botellas de gaseosas que ensambló de alguna manera para fabricar una balsa con la que intentó surcar la lagunita imaginando la inmensidad del océano.
En esa aguada barrosa aprendió a nadar pensando en la hermosura del mar “gigante, abierto, azul, democrático” y eso que nunca leyó el poema Tengo de Guillén. Para alguien proveniente de un origen muy humilde en un paraje polvoriento, no era sencillo cumplir semejante propósito más aun habiendo nacido en el interior de una provincia periférica y por colmo mediterránea. Sin embargo este pequeño David enfrentó al terrible Goliat de la adversidad del destino. Sin ninguna opción de trabajo, la marina fue su salida laboral pero también la posibilidad de navegar y conocer otros horizontes. El fatídico día en que se perdió el ARA San Juan David Melián era el encargado del sonar del submarino.
IV- Como fue notorio tras la pérdida de la nave lo único que se le ocurrió hacer al gobierno de Macri fue patear el tema para adelante pero era imposible esconder la desaparición de la nave y de toda su tripulación. En una antología del mamarracho tuvo lugar toda clase de idas y vueltas, partes falsos, la verdad disfrazada y mentiras flagrantes anunciadas en la prensa con cara de congoja o de esperanzas imposibles según el caso que llevó aún más dolor al dolor de las familias de los marinos. Demoraron la búsqueda desorientando con fake news y versiones disparatadas desde que navegaba a la deriva en superficie a que habían sido rescatados por un pequero asiático al que no le funcionaba la radio y tantas otras que los mandos filtraban a la prensa amiga haciendo gala de la clásica ficcionalidad nacional.
El gobierno macrista buscaba desmemoria mediante que la sociedad hundiera en el olvido al submarino. Entre tanto los familiares golpearon puertas, recorrieron infinidad de medios periodísticos, se encadenaron en Plaza de Mayo, otros hacían una vigilia en el apostadero naval de Mar del Plata mientras una comitiva acudió al Congreso solicitando ayuda obligando a las autoridades a reaccionar en tanto eran espiados por los aparatos del Estado. Finalmente ubicaron los restos del submarino como por arte de magia en el lugar donde debía estar de acuerdo a su última ubicación justo cuando el último día finalizaba el rastrillaje del buque oceanográfico Seabeded Constructor contratado al efecto lanzando todo tipo de sospechas sobre la posibilidad de un lucrativo negocio económico…
V- En mayo de 2018 el Centro de Estudios Gramsci de Santiago del Estero con la colaboración de las autoridades provinciales, tanto de la gobernación como del Ministerio de Justicia organizaron un homenaje a la memoria de David y del resto de los submarinistas. El lugar indicado fue San Andrés su lugar de nacimiento al que se dirigió una extensa caravana de buses que trasladó cientos de estudiantes del profesorado y sus docentes para realizar un encuentro de dos días sobre “Política, Educación e Historicidad” al que fui invitado para dictar un seminario. La idea de la convocatoria en lo profundo del monte santiagueño además de recordar al submarinista era visibilizar la realidad de la presencia de los afrodescendientes en nuestro país.
Para los estudiantes y me incluyo resultó conmovedor conocer a la familia Melián, las casas humildes y dispersas, los cercos raquíticos de los corrales, la pequeña escuelita, la emoción de los vecinos ante tal invasión de la gente de ciudad. Durante la noche se hizo un fogón a orillas de la aguada barrosa e imagine a aquel chico y su balsa de botellas de plástico. Los reflejos de la hoguera en la superficie del agua, la oscuridad que sabe disimular escenas y sentimientos y las millares de estrellas que “tiritaban azules a lo lejos” nos situaban en otro espacio. Pensé en Heráclito y el permanente fluir de su río frente al quietismo de la lagunita barrosa, una suerte de portal que da acceso a esa temporalidad de las cabras que crían los lugareños orgullosos de su ascendencia afro. Era inevitable reflexionar sobre este país que hace un culto de la desmemoria y exhibe en triunfo ante propios y extraños la falsedad de la excepcionalidad argentina, autointoxicandose, imaginando ser un apéndice perdido de Europa.
Al cumplirse un nuevo aniversario de la pérdida del ARA San Juan de la que hay más oscuridades que certezas y sospechas sobre un negociado, sirve también para tener presente que Argentina está en Latinoamérica mal que le pese a las elites que miran otro mapa y buscan historia oficial mediante que no es más que un elocuente racismo barnizado inventar un país a espaldas de la Patria Grande. Pero la verdad asoma en cada detalle, asoma si uno se dispone a ver lo que mira como el caso del submarinista de ascendencia afro o admitir por ejemplo que Argentina tiene tres veces más originarios que Brasil de acuerdo a los censos respectivos. La memoria existe y navega en las profundidades de la sangre heredada como un punto de fuga donde emerge otra realidad, la verdadera. La historia oficial repite como una letanía que todos los argentinos venimos de los barcos, en este caso es cierto, solo que el barco que trajo a los ancestros del submarinista Melián no vino de Europa sino de África y no llegaron en busca de empleo sino esclavizados como combustible biológico como sucedió con millones de personas en el resto de los países de la región. Es hora de aceptar una realidad multiétnica que relato mediante fue extirpada de la historia. Es lento, pero viene…
*Autor de numerosos textos, psicólogo, docente universitario, especialista en etnoliteratura y en investigar genocidio indígena.