No pude despedirme

Por: Francisco Parada Walsh*

Creí que siempre podría contar contigo, que siempre estarías ahí. Todo fue tan de repente. Recibí una llamada, eran cerca de las 7 de la noche; no entendía cuando me dijeron que una persona que lleva tu nombre había fallecido, que moriste en un terrible accidente y que debía ir a Medicina Legal a reconocerte, ¿Cómo puedo ir a reconocerte si te conozco desde niños?, no lo entendí, no daba crédito a lo que escuchaba; apenas me puse el pantalón, una sudadera y unos zapatos deportivos y salí sin rumbo, nunca hubiera querido llegar a mi destino, llegué a Medicina Legal, el vigilante me preguntó a qué llegaba, le contesté que me llamaron y que debía reconocer tu cuerpo; me pidió un documento para poder entrar, mi mente daba vueltas, es la peor pesadilla que pude tener, perderte de un solo, no pude despedirme de ti, decirte cuánto te amo, cuán importante eres en mi vida, no pude abrazarte, tocar tu rostro, no pude despedirme de ti, no pude.

Entré en un gran salón, un hombre alto, fornido, indiferente, me condujo a ti;  solo levantó una sábana blanca manchada de sangre y vi tu rostro desfigurado, ¡eras tú! Mi sangre, mi vida, mi todo; no pude contener mi llanto, verte tirada en aquella soledad duele, nunca imaginé que tu vida terminaría así, tú no eras cualquiera ¡eres mi amada! Pero no pude despedirme; Salí como loco de Medicina Legal, no entendía el silencio de las calles, las luces parecían un torbellino de colores; agarré el teléfono y llamé a mi padre para decirle que habías fallecido en un accidente, no me contesta, no sé qué hacer; debemos preparar tu entierro, toda la familia debe estar unida aunque no lo creo, siempre hay rencores que se guardan, que no se olvidan.

Entré a tu cuarto, pude ver tus medicinas para dormir, tu cama arreglada, todo como tú lo dejaste, siempre fuiste delicada con tus cosas y debía respetar ese cuarto que era tan sagrado para ti; no pude despedirme, no pude decirte cuánto te amo, no pude tocar tu rostro y darte un beso, un millón de besos, el infinito de besos; no tenemos dinero para tu funeral, todo fue tan de repente, debo llamar a Francisco para que me preste dinero, todo fue tan súbito, tan duro; quizá  si los humanos fuéramos más amorosos con los nuestros el dolor fuera menos, no lo sé; pero como vivimos sin rumbo no entendemos  a esa muerte como nuestra molesta compañera, no comprendo que deba verte partir sin siquiera haberte abrazado; damos todo por sentado, creemos que nada nos pasará, que regresaremos a casa, que somos eternos; no pude despedirme, quedó pendiente aquel almuerzo en tu restaurante favorito, siempre creyendo que el futuro es nuestro.

Tu féretro descansa en el centro de una moderna funeraria, veo tu rostro y un vidrio me separa de ti, no puedo besarte, decirte al oído que estarás con Dios, no, veo tu paz dentro de esa guerra que me duele, veo tus ojos cerrados, descansando cuando eran la luz de mi vida, no entiendo cómo no pude decirte cuánto te amo, cuánto te extraño, cuánto te necesito. Empieza el viaje hacia la iglesia, si hubiera sabido que morirías trágicamente no me separo nunca de ti, preferiría haber muerto contigo y no verte partir, me culpo de dar todo por sentado, de creer en el hombre más que en Dios; todo fue tan rápido que no entiendo cómo estás muerta si en la mañana desayunamos, no lo entiendo, no, no puedo creer lo que vivo.

Llegamos a la iglesia, las bancas están vacías, apenas la familia y algunos amigos; el cura empieza la misa, eleva una plegaria por tu alma y la de muchos, sé que no eras católica, no creías en nada pero en mi mundo debo creer que hago lo mejor por ti, parece que el sacerdote está tan acostumbrado a dar este tipo de misas, nada lo inmuta ni siquiera el cuchicheo de la niña Toña con la nuera; todo es rápido, demasiado. No pude despedirme de ti, solo pido poder volver a encontrarte, no pido más.

No pude despedirme de ti, te fallé, te pido perdón por mi forma de ser, por todo el daño que te causé, te hice sufrir y no me lo perdono, nunca imaginé que tu morirías primero que yo, tu sabes que tengo cáncer y quizá eso me envalentonó para ser grosero contigo, hoy me arrepiento, quizá es demasiado tarde, demasiado.

Te amo y te amaré por siempre.  P.D. Vale la pena evaluar nuestras vidas y dejar ataduras y rencores; este artículo describe lo que sentimos cuando muere una persona que amamos, es una realidad que viví hace poco, con personas que no han muerto pero no entienden que debemos amar o alejarnos pero nunca hacer daño, nunca. No queda tiempo de decir adiós por eso valoremos a cada ser humano que nos rodea, somos el mismo, somos un todo, somos hijos de Dios.

*Médico salvadoreño

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