Por: Raimundo López
Desde los tiempos de las cavernas, el ser humano oteó en el cielo nocturno las señales de las estrellas para encontrar amparo a sus temores y descifrar los signos de los tiempos para sobrevivir y avanzar en medio de su desamparo. A diferencia de los primeros hombres, hoy la mayoría prefiere reflexionar sobre su vida y el futuro cada fin de año, en otra oportunidad valiosa para evaluar lo hecho y como continuar.
Al 2020 le ha llegado la hora de la evaluación y el espacio para prever y planear. No hay que preguntar mucho para encontrar consenso en que fue un año de lo peor y hay quienes dicen que no lo van a despedir, si no tirarlo con rencor a la basura. Razones hay, la primera, la pandemia de Covid 19 que lleva luto a millones de familias, sufrimientos, carencias y más desamparo a los desamparados de siempre: los pobres y excluidos.
Esta enfermedad sigue llenando la vida de la población de incertidumbre, con los anuncios de nuevas olas de esta, mutaciones del virus y otras cuarentenas. Algunos optaron por la indiferencia, que se convierte en angustia cuando el covid los alcanza. La experiencia confirma que hay que cuidarse y cuidar a los demás, mientras las vacunas abren espacio a la esperanza. La pandemia envió una señal, otra advertencia, de los peligros que acechan a la especie humana si no corrige su rumbo. Dejó además saldos positivos y es posible encontrar las buenas señales de un tiempo nuevo. La pandemia contribuyó a dar fuerza a la solidaridad, el humanismo y el amor al prójimo, generó múltiples e ingeniosas formas para seguir adelante.
Decenas de miles de personas de los sistemas de salud y otros profesionales se consagran a diario a curar y salvar vidas, en una batalla en la que muchos murieron. Otros miles acuden a ayudar en otros países, en uno de los más hermosos gestos de altruismo de la historia humana del cual es ejemplo el noble y valiente pueblo de Cuba. Hay que tener confianza en que la pandemia pasará y la humanidad será distinta y mejor, más solidaria, pese a los enormes problemas de injusticia y desigualdad que la afectan y debe eliminar.
En el campo de la política, el 2020 dejó también buenas señales: los valores democráticos, de justicia social y progresistas avanzaron en Bolivia, Venezuela, Nicaragua, el Caribe y Suramérica, en todas partes multitudes salieron como nunca antes a defender sus derechos y esperanzas. Cuba avanza en su gran obra de amor y se prepara para dar un salto adelante en la economía, pese al gobierno de Estados Unidos, que pretende desde 1959 rendir la nación mediante el hambre, las enfermedades, el terrorismo y el caos. Una señal de sabiduría la dio el pueblo de Estados Unidos al derrotar en elecciones a Donald Trump, quien representa lo más siniestro de los seres humanos, la maldad, la avaricia desmedida, la prepotencia, el egoísmo y un odio enfermizo a la libertad de otras naciones.
Es de aplaudir el freno puesto por los estadounidenses a un segundo mandato de Trump, un peligro real para el mundo por su prepotencia y sueños imperiales absurdos, dirigiendo una potencia con armas nucleares capaces de exterminar la vida en el planeta y llevar a la humanidad a su holocausto final. Son estos algunos de los factores a tener en cuenta a la hora del juicio del 2020, el año más duro desde las devastadoras guerras mundiales del siglo pasado.
Es hora también de aprender y valorar sus lecciones, y al cruzar de un año a otro, veamos con optimismo el futuro, sin dudas, la vida prevalecerá y la humanidad continuará su ascenso hacia un mundo mejor.
Es el signo de los tiempos y está escrito en los corazones y las luchas de millones de personas.