Sin memoria no hay justicia

Por Omar Serrano.

En estos días en que de la memoria histórica se habla con una simpleza asombrosa y con un desdén sobresaliente, es pertinente reflexionar sobre la trascendentalidad que esta categoría filosófica tiene para la dignidad de las víctimas. Para ello, la palabra autorizada del filósofo español Manuel Reyes Mate, quien ha dedicado muchos años al estudio de la memoria, nos puede iluminar. Para él, entre memoria y justicia hay una complicidad1, porque lo que hace posible la justicia es precisamente recuperar la memoria. La memoria es el camino a la justicia. Pero la memoria, desde la Filosofía, ciertamente es una mirada a lo que pasó, pero no al modo como lo hace la historia que busca conocer objetivamente lo que sucedió, ni cómo la ve el psicoanálisis que persigue que la persona tome conciencia del pasado. La memoria es una mirada ética al pasado, es una “lectura moral del pasado, que no solo quiere contar los hechos, sino que busca el sentido de ellos, el sentido que debe tener el pasado para nosotros”2

Para llegar a la justicia el punto de partida es la injusticia porque “el origen de la justicia es la experiencia de la injusticia”3. Nadie valora la libertad, hasta que se la pierde como nadie reconoce lo valioso de un derecho hasta que se lo conculcan. La injusticia es primero, dice Reyes Mate. Lo es cronológicamente (porque se da antes) y también ontológicamente, porque es anterior a la experiencia de la justicia. La injusticia nos remite a quien se la cometieron, es decir, a la víctima. Para hacerle justicia es necesario recuperar la injusticia cometida. Por eso no es una necedad exigir que se esclarezca el pasado ni es cierto que la verdad abre las heridas; más bien es lo único que las puede restañar. El borrón y cuenta nueva, el perdón y olvido, es lo que mantiene las heridas abiertas y hace imposible la justicia, porque ocultan la verdad. Por eso dice Reyes Mate que la memoria y la justicia son cómplices, porque lo que permite recuperar la injusticia es el ejercicio de la memoria histórica. Sin memoria, no hay justicia. Podrán haber otras cosas, pero la dignidad del ofendido no se recupera mientras no se recupere la verdad. Hay quienes sostienen que no conviene recordar algunos hechos dolorosos del pasado. Con conocer la verdad no revivirán los asesinados ni reaparecerán los desaparecidos de la guerra y de la posguerra. Sin embargo, aun cuando el daño sea tan abrumador que hace imposible una reparación completa, recuperar la memoria es un modo, modesto, pero fundamental, de hacer justicia. El solo reconocer que el daño que se hizo es irreparable, ya es de alguna manera hacer justicia. Esa conciencia de lo irreparable solo la hace posible la recuperación de la memoria4. Por eso, la memoria es peligrosa y de alguna manera subversiva, porque descubre la injusticia, desnuda a los victimarios y clama por la justicia. Aquí radica la razón por la que en El Salvador y en otros lugares del mundo, se ha querido negar la memoria. Sin el conocimiento de la verdad, la justicia no llegará. La contracara de la memoria es el olvido que garantiza que la injusticia quede impune.

Afirmar por evidentes motivaciones electoreras que la guerra y los Acuerdos de Paz fueron una farsa es, en el fondo, otro duro golpe a las víctimas. Históricamente, la frase destella ignorancia y éticamente, inhumanidad. La afirmación al ser pronunciada por la más alta investidura del país, es un pecado capital. Desconocer la guerra es humillar a las víctimas. El presidente Bukele, queriendo distanciarse de quienes protagonizaron la guerra, se vuelve verdugo de lo que critica, porque profundiza el sufrimiento infligido todos estos años. Vilipendiar la guerra y los Acuerdos para no tener presente a sus dos protagonistas es negar también la memoria de lo que pasó. Después de todo, sostiene Elizabeth Jelin, la forma más común de manipulación es el olvido de la injusticia cuya contracara, como ya dijimos, es el silencio.5 La memoria es el camino a la justicia. El olvido es el camino a la impunidad. Solo el hecho de no permitir la inspección de los archivos en manos de las Fuerzas Armadas, que pudieran ayudar a esclarecer la masacre de El Mozote y tantos crímenes más, ubica al Presidente en continuidad con los que han despreciado a las víctimas y su memoria. Muy seguramente, para algunos la guerra fue un negocio, pero no para quienes ofrendaron sus vidas, o parte de ellas, por nobles ideales, de un bando y de otro. De toda tragedia hacen negocio los mercaderes del sufrimiento del pueblo, hasta la misma pandemia ha sido ocasión para el lucro vendiendo mascarillas, botas, alimentos y otros equipos a precios sobrevalorados o para no dar cuentas de ingentes cantidades de dinero que debían servir a toda la población.

Para terminar, además de la verdad, la memoria y la justicia, hay otra categoría filosófica que conviene mencionar en el presente contexto: la responsabilidad. Hay dos tipos de responsabilidad. La responsabilidad “retrospectiva” que mira al pasado para responsabilizarnos de las acciones de entonces con el objetivo de encontrar los orígenes de situaciones actuales6. Es decir, este tipo de memoria lanza al pasado para hacerse responsable de lo que se hizo o dejó de hacer y tiene efectos en la actualidad. El otro tipo de responsabilidad es la “prospectiva” que mira al futuro para responsabilizarnos por las consecuencias posibles y futuras de los actos que se realizan en el presente. Es decir, desde la ética, no es necesario vivir en una época determinada para hacerse responsable de las consecuencias. Pensar que no se es responsable por algo que sucedió en el pasado solo porque en ese tiempo no se vivía o se era un niño, es un argumento muy infundado para un jefe de Estado. Decir que no se tiene responsabilidad para aclarar los crímenes de lesa humanidad de la guerra porque no se participó en ella es tan fútil como que el Estado español se desentendiera de las secuelas de la conquista, los alemanes del genocidio judío o la iglesia católica de la inquisición. No. la responsabilidad implica recuperar la memoria para fundar un mejor presente para legar un mejor país a las futuras generaciones.

La guerra civil salvadoreña dejó decenas de miles de muertos, cerca de un millón de personas desplazadas y al menos diez mil desaparecidos. También dejó en la sociedad cicatrices imborrables y heridas que todavía sangran. Teodoro Adorno dijo unas palabras para hacer justicia a las víctimas de Auschwitz y que bien pueden aplicarse en El Salvador: “Con la memoria comienza la justicia”.

*Omar Serrano, vicerrector de proyección social. Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 28.

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1. Mate, Manuel Reyes (2011); “Tratado de la Injusticia”. Barcelona, Antrophos, p. 290
2. Mate, Manuel E. (2015), “Memoria histórica y ética de las víctimas” en Pensamiento Crítico, enero – febrero 2016. http://www.pensamientocritico.org/manrey0316.htm
3. Mate, Manuel Reyes (2011). op.cit., p. 12
4. Mate, Manuel Reyes (2012): “La memoria: Principio de la justicia”. Centro Superior de Investigaciones Científicas, Ars Brevis, Barcelona, p. 105
5. Jelin, E. (2001) “¿De qué hablamos cuando hablamos de memorias?” en “Los trabajos de la memoria”, Siglo XXI editores, España, p. 12
6. Para estos tipos de memoria, consultar a Del Aguila, R. (2005): “Responsabilidad” en “Democracia y virtudes cívicas”, Biblioteca Nueva, Madrid; y a Arteta, A. (2010). “Mal con sentido”, Alianza Editorial, Madrid.

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