¿Dónde ha estado la clave del éxito de China en el combate contra la pandemia, qué ha llevado a la nación asiática a controlar la propagación del virus, e incluso a crecer económicamente, por encima de otros países del Primer Mundo?
Desde que en diciembre de 2019 se detectaron los primeros casos del SARS-CoV-2 en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia china de Hubei, hasta la fecha, el país asiático ha confirmado casi 98 000 pacientes positivos a la COVID-19 y unos 4 700 muertos. Esta cifra, a simple apreciación, parece alta, pero si se toma en cuenta que China contabiliza la mayor población del mundo, con 1 400 millones de habitantes, indica una incidencia baja de la enfermedad dentro de ese país.
Es válido destacar que, de ese total de casos, 81 000 positivos y 3 000 fallecidos fueron registrados durante los tres primeros meses del mortífero brote del virus, que se inició en Wuhan y luego se convirtió en pandemia.
Es decir, desde esa fecha hasta la actualidad, solo se han reportado alrededor de 17 000 nuevos contagios y mil decesos en el país más poblado del planeta, mientras que, a diario en otras naciones del mundo, con menos de la mitad de población, se desbordan los sistemas de salud con cientos y miles de enfermos y fallecidos a causa del nuevo coronavirus.
¿Dónde ha estado la clave del éxito de China en el combate contra la pandemia, qué ha llevado a la nación asiática a controlar la propagación del virus, e incluso a crecer económicamente, por encima de otros países del Primer Mundo? ¿Por qué las medidas adoptadas por ese país asiático para frenar el brote del SARS-CoV-2 son consideradas por muchos como el ejemplo a seguir para la contención eficaz de la COVID-19?
Y es que, en fecha temprana de enero de 2020, las autoridades decretaron el cierre de Wuhan impidiendo la entrada o salida de los residentes de esa ciudad, que era uno de los principales destinos turísticos del país.
Con el cierre de la ciudad se impuso una cuarentena radical para sus habitantes, se hizo obligatorio el uso del nasobuco en lugares públicos y se declaró la suspensión del transporte aéreo, urbano y ferroviario de la localidad.
Para marzo de 2020, tres meses después del comienzo del brote en Wuhan, el país reportaba diariamente números muy bajos de nuevos casos, lo que significaba el aplanamiento de la curva de la epidemia. Los posteriores rebrotes que han tenido lugar en ciudades como Beijing no han trascendido en grandes números de positivos, debido igualmente a medidas radicales y rápidas de contención.
Aun cuando el país ha registrado jornadas con cero casos, los controles fronterizos y urbanos para la detección del virus se mantienen con el mismo rigor, al igual que la obligatoriedad de la cuarentena de 14 días para todo viajero que arribe a China –quien incluye en su boleto el pago por ese servicio en un hotel-, y la realización de diagnósticos de PCR.
Un reporte de la agencia Xinhua, de septiembre de 2019, citó una declaración del presidente chino Xi Jinping, en la cual resaltó que, bajo el fuerte liderazgo del Comité Central del Partido Comunista de China, que junto al pueblo adoptó medidas extraordinarias para contener el brote de la COVID-19, el país frenó la propagación de la epidemia y protegió la vida y la salud de las personas en la mayor medida posible.
La fórmula de éxito de China para controlar la pandemia no ha sido mágica, sino humana, protagonizada por el pueblo y acompañada por un gobierno que ha puesto la vida y la salud de las personas como prioridad máxima ante la situación de emergencia, y donde se ha garantizado la atención sanitaria gratuita a todas las personas afectadas para que nadie quede desatendido.