Por: Francisco Parada Walsh*
Hace poco me invadió una tristeza enorme, no sabía a qué se debía y poco a poco fui descubriendo la razón de tal sentimiento, todo se debía a que mis amistades apenas tenían tiempo para una cálida conversación, las redes sociales que de sociales no tienen nada, bulliciosas. Me sentía desesperado, deseaba comunicarme con la humanidad pero no la encontré. Después de meditar qué había pasado entendí que vivo en un mundo aburrido donde nada parece alegrarnos, vivimos afanados por llegar a la nada, difícilmente lleguemos al todo.
Estamos cansados, el ciclo circadiano hecho pedazos, nadie quiere contestar una llamada, nos idiotizamos al hablar y todo se resume a un audio, a una foto, a una señal; veo a la humanidad en una regresión irreversible a la auto destrucción pues cuando dejamos a un lado un libro y preferimos desvelarnos y dar paso a conversaciones por las redes sociales apunta a un aburrimiento por lo que fue bueno y una preferencia o adicción por una nueva droga: El ausentismo emocional, estoy pero no estoy, leo lo que me conviene, me oculto, me niego. Recientemente no podía dormir, decidí escribir y escribir y no daba crédito a que cientos de contactos de las redes sociales aún seguían despiertos a pesar de que era de madrugada, entendí apenas lo contradictorio de lo que vivimos actualmente.
Perdimos el gozo por un libro que nos arrulle, sentir ese gozo de comprarlo, de olerlo, de amarlo y le preguntaba a una persona cercana si había leído un artículo en particular y me respondió que estaba muy cansado ¿Cansado? Leer algo que demora no más de cinco minutos no cansa pero aburre y es preferible no perder tiempo valioso y aspirar la droga que son las redes sociales. El anonimato y el gozo por no dar la cara solo dice que somos una sociedad sin rostro, sin identidad donde leer un párrafo que sobrepase las dos páginas es un esfuerzo quijotesco; envío mis sencillos artículos a un centenar de contactos y dudo que en su totalidad lean tal información, si lo hace unas docenas será mucho y eso me confirma que ya nada nos alegra, nada aparte de volver a aspirar más y más droga.
Una sociedad aburrida, padres e hijos aburridos y quizá lo más preocupante que el criterio se está aboliendo poco a poco y no digamos el debate ¡Imposible siquiera intentarlo! Pertenezco a un grupo del colegio y las reglas principales es no hablar ni de religión y menos de política ¡Qué mundo estamos dejando por Dios! Considerar como temas intocables a las bases de una sociedad o rebano habla del miedo que azota a un mundo caótico donde todo es reflejo y ausente. Vivimos y morimos en vida y no nos percatamos, el hastío a la nada nos ha convertido en un grupo de personas que lo que antes maravillaba al mundo dejó de serlo; una librería es una aguja en un pajar y quizá la compra de un libro dará paso a desear y pagar una alta cantidad de dinero por escuchar una voz, por tener una conversación.
No puedo creer que seamos una sociedad donde preferimos imbuirnos en el táctil por horas que en vez de felicidad nos trae cansancio, aburrimiento y una soledad forzada. Vivimos en el ayer, aun en países pequeños hemos sido obligados a encerrarnos en una red social y si discrepamos de los demás el hastío y aburrimiento da paso a la vulgaridad, quizá el circo romano apenas empieza y seremos seres comunes y corrientes quienes nos veremos luchando a muerte contra el anonimato ante un comentario que haya ofendido o discrepe de la mayoría, entonces, preferimos vivir aburridos antes que azotados y devorados por los leones de las redes sociales.
*Médico salvadoreño