El Pájaro León

Por: Francisco Parada Walsh*

No es común escuchar al pájaro león cantar, quienes lo han visto en mi montaña embrujada dicen que es un pájaro de gran tamaño, gordo y hermoso y cuando canta es porque anda un león rondando a fieles e infieles cristianos. He pensado cómo puede haber dos animales que en sus características primitivas son tan dispares, uno es bueno y el otro es malo. No tenemos nada que envidiarle al pájaro león. Todos tenemos a un pájaro y a un león dentro de nosotros. La bondad y la maldad no tiene nada que ver con nuestras profesiones, aun, el medico más brillante y piadoso oculta a un león, un lado malo.

Así camina el mundo y he reflexionado en quién controla mi vida, a veces parece que es el pájaro y por momentos aparece el león. Puedo entender que ese pájaro canta empatía, respeto, solidaridad, cariño, amor, agradecimiento, humildad y ese león ruge egos perdidos, materia, violencia, ofensa, humillación, títulos, cuentas bancarias y tantas futilidades que la vida nos da. Mi vida trascurre queriendo ser un pájaro y volar de rama en rama, de paciente en paciente, de amigo en amigo, de brindar lo mejor de mí a una sociedad que  da la espalda pues poco le importa recibir lo mejor, ejemplos sobran y aun, en ese mundo del pájaro tengo desavenencias, dolor, confusión cuando el pájaro se encuentra con el león del otro; llámese a ese otro mi vecino, mi amigo, mi familia, mi colega, mi yo.

Todo lo que escribo es por mí, son mis experiencias donde dejo de ser el pájaro para convertirme en león y dañar a otros, ofender, humillar, “ganar”. Al final nadie gana. No entiendo cómo podemos albergar lo bueno y lo malo en el mismo ser pero lo hacemos, quizá en ocasiones ni nos percatamos y desde que el día comienza es el león furioso y rugidor quien habla por nosotros;  a pesar de ser un país pequeño nuestro león es grande, inmenso, fuerte y en un santiamén atacamos con el ego, quizá solo demostramos nuestras carencias sin embargo dañamos  haciendo saber que gruñimos más fuerte que el otro, que nuestra ofensa es más grosera que la del adversario sea éste el conductor de al lado, el vigilante de la empresa en que laboro y el peor adversario vendría a ser yo mismo.

Aunque no lo crea, el peor enemigo de mí mismo es ese león al que debo alimentarlo con egos, con ínfulas de poder, con la nada al fin. La pandemia sigue golpeando, y mientras colegas amigos son enterrados aún hay leones sueltos  a los que no parece importar el deceso de amigos colegas, no entiendo cómo podemos tener deseos de ofender a otros y no ver la tragedia que vivimos. Esto no solo ocurre en El Pinochini de América sino en todo el mundo, ejemplo claro: Mientras el mundo cae a pedazos en una de las naciones más poderosas del mundo, personas armadas desean y buscan la muerte creyendo que el mesías no debe irse de la Casa Blanca; ese es el león que todos tenemos donde somos capaces de llevar la bondad a niveles jamás imaginados y la violencia, muerte y destrucción a ser nuestro diario vivir.

Nuestra sociedad  no es una sociedad sino un conglomerado de personas y como resultado de ello tenemos a  un rebaño violento, hedonista, caprichoso y vulgar. Hemos perdido ese deseo de dar lo mejor, de trinar bellas canciones y recitar bellos poemas y nos conformamos con rugir despiadadamente contra el otro, ese otro es el adversario que buscamos afanosamente para destrozarlo, para humillarlo, para denigrarlo. Necesitamos más pájaros y menos leones en este mundo.

*Médico salvadoreño

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