Por: Francisco Parada Walsh*
Lo que fuera un grupo de hombres a quienes admiraba, se los tragó la tierra; no se ven por ningún lado y quizá por el momento que atravesamos, sus opiniones fueran luz en esta dantesca oscuridad. En ningún momento me considero una voz y menos un intelectual, soy apenas un soñador y no más pero callar ante lo que el país vive solo podemos pensar que se prefiere la comodidad personal a el bienestar común. Escritores a quienes leía cuando era joven de un día para otro no se vuelve a saber de ellos, y es ahora que esperamos escuchar sus voces, sus sólidos argumentos y que muchos salvadoreños tengan siquiera la opción de pensar, de discernir entre lo que está pasando y el triste futuro que se avecina sobre todo para los jóvenes.
Apenas se escucha a algún miembro de la ex guerrilla pronunciarse con desnutridos párrafos ¡Hasta ahí! Después de ello nadie aparece, nadie critica sea propositivamente o destructivamente pero al fin algo se hace, no hay argumento para dar la espalda a una nación que miraba en esos intelectuales, ejemplos de lucha y de conocimiento. No sé qué pasa con nuestra gente, lo bueno ha dado paso a lo no tan bueno y parece no importar el rumbo que lleva el país. El país necesita más que fusiles, opiniones y debates sin embargo parece que todo es cosa del pasado donde se prefiere un franco anonimato y tranquilidad que señalar las irregularidades que sufre El Salvador.
No quisiera ni pensar que hombres que un día fueron ejemplo para una nación sucumbieron y vendieron su alma al diablo por unos dólares más como han caído rendidos muchos; escritores, editorialistas, dueños de periódicos virtuales y connotados profesionales que su deber a todas luces es apoyar cualquier decisión que el ejecutivo tome sin importar el alto costo que esto traerá para el país. Particularmente si todo marchara bien sería el primero en felicitar al gobierno, no vivo del odio ni de la crítica y sí del servicio y sueño con una visión de país donde se conjugue el verbo solidaridad y eso es lo menos que espero de un estado que su obligación es servir a su pueblo; no hablemos de populismo, no, eso es un hecho pues es ese históricamente pobre pueblo quien sigue recibiendo altas dosis de la famosa “medicina amarga” y no se ve un antídoto que contrarreste tal pócima y deberían ser esas voces de los intelectuales que trinen y griten las opresiones que el pueblo sufre y sufrirá.
¿Dónde están las voces de El Salvador que un día fueron luz en la oscuridad?: ¡Ni idea! ¡Silencio total! El Salvador los necesita, deben hacer algo y pronto, sus opiniones tienen un gran valor para todos aquellos que creemos en un mejor El Salvador. Su ausentismo en la palestra pública ha dado paso a decenas de personas como yo que creemos que tenemos y sabemos la verdad y por publicar un artículo pensamos que podemos sustituirlos o que estamos a su altura y cometemos un grave error pues su trayectoria como hombres de la patria jamás la alcanzaremos y es esto por lo que les ruego a todas esas voces a que desempolven sus máquinas de escribir, sus computadores pero sobre todo sus mentes y su deseo de servir a la nación.
Intelectuales de El Salvador, hay un país viviendo en una confrontación nunca vista, se escucha a lo lejos tambores de guerra y de hambre y todos debemos dar lo mejor a una nación que surca mares a la deriva, no esperemos que sea demasiado tarde, es un imperativo moral retomar no las armas sino la pluma, salir de la tranquilidad del hogar y luchar siquiera por dejar un mejor El Salvador donde cesen las confrontaciones, la burla, el estigma de ser de uno u otro bando; todos hemos sufrido y quizá demasiado para permitir que el país siga en esta debacle que vive en la actualidad.
*Médico salvadoreño