Terrorismo de estado

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

Se denomina así a la represión sistémica que el Estado dirige contra quienes califica como “enemigos”, categoría que legitima la aplicación de medidas extremas en su contra porque se les deshumaniza, facilitando por tanto el que la alienación de los agentes que ejecuten las acciones en contra de estos, desconozca la frontera entre la legalidad, lo legítimo, y lo admitido.

Es decir, se instrumentaliza a los agentes quienes asumen el rol de ejecutores de tal política, reconociendo la ilegalidad de ésta, pero asumiéndola porque la consideran “necesaria”, legítima, justa.

Cabe subrayar que los gobiernos que se sirven de ésta se caracterizan por deconstruir una imagen “legitima” que descalifica a cualquier oposición, sin mediar ningún dialogo, asumiendo entonces el papel de redentor, salvador, elegido, mientras utiliza discrecionalmente los recursos del estado para afirmarse, a la vez que manipula mediante un discurso de odio e intolerancia, a sus partidarios para que sean estos quienes sin recibir indicaciones u ordenes directas, asuman actitudes hostiles y abiertamente violentas contra los adversarios que representen una amenaza para los intereses de tales gobiernos.

En el actual escenario pre electoral, en el que la apuesta pareciera ser todo o nada, la actual administración no solo violentó la ley al negarle los recursos FODES a las administraciones munícipes no afines, sino que ante la descarnada realidad de no poder ofrecer nada – además de la conclusión de obras iniciadas o gestionadas por la anterior administración, nada puede sumarse a la infraestructura del país, salvo el inicio de la construcción “…del hospital mas cool de Latinoamérica…”, concluido apenas el 40% del mismo, como un puente dedicado a una de sus más fervientes seguidoras, inaugurado con gran pompa, que a menos de tres meses de construido ya mostraba serios daños a su integridad, pues no es mas que uno de los puentes Bailey remanentes del conflicto armado, entregado por EU a los gobiernos de aquella época, que ya sirvió su vida útil – , a lo que debemos sumar un manejo nada transparente de la crisis sanitaria (Transparencia Internacional señala en su informe anual que la gestión del presente gobierno lo ubica al nivel de Colombia, donde el gobierno objetivo lo comparten EU y el narco), carecer de un programa de gobierno, lo que lo llevó a despedir al único funcionario probo, que al reconocer el uso discrecional de los recursos públicos de parte de ésta administración, se lo separó de su cargo sin causa justificada [el ex director del BCR, Nicolás Martínez].

Ante tal escenario hace lo único que puede, acentuando el discurso confrontativo e intolerante, que condujo al asesinato de dos militantes de izquierda (condenado por las misiones diplomáticas como por la comunidad internacional y las fuerzas vivas de la nación), procurando luego encubrir los hechos mediante una campaña desinformativa a través de los recursos mediáticos de los que dispone, sin asumir los costos de reconocerse como responsable último por los asesinatos al ser el instigador intelectual.

Nuestra historia empero, entraña una lección de continuar esta estrategia: la guerra.

*Educador salvadoreño.

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