Al borde de la sexta extinción masiva / Elena Poniatowska

Cada vez que me visita el gran fotógrafo Patricio Robles Gil, deja en la mesa del comedor como 3 millones de pesos en libros de fotografía enormes y carísimos y nunca me dice si va a regresar por ellos. Podría decirme: “Ahí te dejo mis tigres o mis leopardos o mis jirafas”, porque pone en mis manos una obra de arte que apenas si me atrevo a hojear.

Los libros de Patricio Robles Gil defienden a la naturaleza y llama la atención que la editorial o la patrocinadora de al menos cinco de ellos sea una cementera: Cemex. Son: Biodiversidad amenazada, Vínculos a través del tiempo, Las aves y el hombre, La huella humana, retos para conservar silvestres y biodiversidad.

Otros de sus títulos, publicados por distintas editoriales, son El triunfo, la tierra de una leyenda viviente, voces de la tierra, con el sello de Sierra Madre, y un hermoso salido de Toppan Printing Co., Las onças pintadas del Río Cuiabá, de Portugal.

Hojeo un libro pequeño que me deja bizca de la sorpresa, Cuerpos pintados, rituales salvajes, que ya no retrata árboles ni animales, sino a otros animales más indefensos y algo feítos, nuestros cuerpos desnudos, encuerados, lisitos, expuestos. Recuerdo que hace años, Magda, quien nos cuidaba a mi hermana y a mí, nos prevenía: “No vayan a andar a raíz”, y ahora hojeo una imagen y otra de varios que andan a raíz. “Híjole, ¿qué pasó aquí?” Hasta ahora he visto a Patricio como un árbol que camina, una cruz en cada una de mis pupilas, un santo de iglesia, un franciscano que duerme con una cuerda amarrada a la cintura, un príncipe con su corona de espinas, y resulta que retrata vientres y muslos pintados de colores y pechos y nalgas rayadas como las de una cebra.

Patricio Robles ha hecho un trabajo extraordinario al fotografiar a la naturaleza y a sus animales más peligrosos y, por tanto, más poéticos; escogió retratar el pelaje y las fauces de tigres que nosotros tememos y etiquetamos como depredadores, pero ahora pone en mis manos un libro cuadradito de los cuerpos de hombres y de mujeres que se exponen a todos los avatares del destino.

De tanto fotografiar helechos, imagino que Patricio dejó hace años de parecerse a un hombre común y corriente. Pienso que él mismo se ha vuelto árbol. Los helechos son los ancestros de los árboles y, hasta ahora, Patricio dejaba caer en sus fotografías una lluvia de helechos, los ojos de un puma, la corteza de los árboles, las grandes sorpresas que nos da la naturaleza al crecer libre y transformarse en selva que atrae a la lluvia.

Quizá la naturaleza recompense a Patricio y lo proteja al hacerlo suyo. Quizá reconozca así a un hombre que desde muy joven dedicó toda su creatividad, todos sus esfuerzos, y renunció hasta a tener un hijo porque desde un principio supo que al retratarla con tanta pasión, nos devolvería a nuestros orígenes, al agua, al aire y, sobre todo, a la tierra.

Patricio, ¿qué ha logrado el Grupo Sierra Madre para la protección de la naturaleza? ¿Cómo trabaja? ¿Quién participa?

–Es una larga historia, Elena. El Grupo Sierra Madre nació en 1989 y se cerró hace aproximadamente ocho años ante la frustración por las batallas perdidas. El único que queda soy yo. Queríamos incidir en la conservación de la naturaleza en México, y después a escala mundial al editar cerca de 30 libros.

–¿Por qué fracasaron si su causa es la más noble?

–Estamos viviendo ahora el fracaso al seguir haciendo business, consumiendo, deforestando, fragmentando, abonando al calentamiento global. Hace 10 años, el desastre ecológico ya se vislumbraba, pero ahora es mucho peor. La expansión demográfica contribuye a que cada vez haya menos naturaleza. Recientemente se publicó un dato que va a espantarte: en los pasados 40 años –que son prácticamente el tiempo que he dedicado a la conservación del mundo natural– se ha perdido 50 por ciento de la fauna del planeta. Ya se habla de que estamos en la antesala o ya la cruzamos, de la sexta extinción masiva.

–¿Cómo se puede recuperar algo o ya no se puede?

–Sí se puede recuperar, hay muchas historias muy positivas, pero la marabunta humana sigue haciendo estragos muy fuertes. Somos una especie muy avariciosa, nos gusta tener todo hoy, ahora y no planeamos a futuro.

Los mexicanos aman a la naturaleza. Tú vas a Xochimilco y ves a muchos protectores de su chinampa. Patricia Ruiz Corso protege la Sierra Gorda de Querétaro

–La mejor manera de proteger es reservar áreas protegidas. Formo parte del Consejo de las Áreas Protegidas aquí en México. En los años recientes, gracias al esfuerzo de conservacionistas, científicos y gente comprometida, se ha logrado subir el porcentaje de tierras protegidas de manera extraordinaria. Que estemos pegados constantemente a los celulares, las computadoras, la inmediatez de nuestra vida nos ha alejado del mundo natural. El agua, los alimentos, la electricidad, todo viene de la naturaleza y sólo los consumimos y cada vez queremos más.

“Es incuestionable que el hombre tiene una enorme empatía hacia sus hermanos, la fauna salvaje, hacia los bosques, hacia la naturaleza; sí existe esa relación, el problema es que estamos muy distantes de los espacios salvajes donde se resguarda el capital natural, la biodiversidad, la riqueza biológica del planeta.”

–United Conservation, que tú fundaste, hizo mucho por conservar a la naturaleza

–Unidos para la Conservación se fundó tres años después de Sierra Madre, y sí salvamos especies en algunas regiones de México, como el berrendo que se extinguió en Coahuila en los años 40 y 60. Logramos que corporaciones compraran tierras silvestres para la perpetuidad del borrego cimarrón. La biodiversidad está en grave riesgo por descuido humano, por las políticas ambientales actuales.

“Los mayores destructores de la naturaleza somos todos, con nuestra manera de consumir. Por ejemplo, el celular tiene coltán, que existe en muy pocas cantidades en el planeta y las mineras deforestan e incluso causan disturbios graves entre los pobladores de donde viene este material. Nuestra inconsciencia nos hace desear siempre el último modelo sin darnos cuenta de que contribuimos al deterioro ambiental.

“Es muy difícil revertir la cultura, las costumbres de cómo hemos usado la naturaleza durante tantos años y más desde la época en que nací, la década de los años 50.”

–De los países de América Latina, según tú, ¿cuál es el que mejor protege la fauna y la flora?

–Costa Rica, porque al no tener recursos petroleros, basó su estrategia de conseguir energía en la cuestión hidroeléctrica. La secretaría medioambiental se unió a la de energía por el valor tan grande que es para ellos conservar sus bosques de agua. Ahí se acumula el agua que poco a poco va nutriendo las presas, y de esa manera obtienen la energía que requieren. Es importante ver ese modelo, porque no han deforestado, han conservado la biodiversidad de un territorio muy rico. Estados Unidos creó el modelo de “parque nacional”. Destina muchos recursos para proteger su riqueza ambiental. Desafortunadamente, nunca sabe uno qué gobernante va a llegar y el presidente que acaba de salir estaba en contra de cualquier movimiento ecológico. Su última decisión fue que se podía buscar petróleo en áreas de reserva natural en Alaska.

“Tenemos en Brasil a otro muy parecido a Trump. Brasil tiene el mayor bosque tropical. En los años recientes han sido realmente trágicos los incendios. Si tú buscas un poco, todos los incendios recientes en Australia, Siberia, California, en el Amazonas, en África reflejan el desastre que vivimos.”

–Pero, ¿qué podemos hacer nosotros con la temperatura de la Tierra?

–Consumir menos, usar menos combustibles, ser más conscientes de cómo vivimos, analizar nuestra vida diaria y ver si necesitamos todo lo que usamos. La pandemia nos ha ayudado a esa reflexión; he escuchado gente que ahora dice que valora más la vida y sólo aprecia lo que es básico y esencial.

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