Por: Francisco Parada Walsh*
El arrepentimiento es el pesar que una persona siente por algo que ha hecho, dicho o ha dejado de hacer q quien se arrepiente cambia de opinión o deja de ser consecuente con un determinado compromiso. (Wikipedia.) Suena la trompeta infernal, el cielo no existe, no, este reino es de belcebú y debemos adorarlo. Poco queda por hacer, muy poco y ese arrepentimiento se siente en el aire, nadie quiere ser perdedor, todos, en nuestras miserables vidas apostamos a ser ganadores y no perdedores. Será ese arrepentimiento el futuro de una sociedad que vomita odio e intolerancia; la sociedad salvadoreña arrepentida de sí misma.
Debo callarme, nadie me necesita, es un trabajo aparte ser un arrepentido. El país se va, llevándonos por el pasado sin poder siquiera imaginarnos el futuro y eso debemos revisar, eso y nada más. Todos queremos ser diferentes y buscando la diferencia nos volvemos indolentes y buceamos en lo más profundo del ser, tristemente volvemos a nadar en esa superficie del arrepentimiento, vemos hacia atrás y todo es un desastre, pudiera enumerar cientos de testimonios de otras personas sin embargo no lo hago por respeto a ellos, son mis conocidos y no mis amigos; debo guardarles respeto y con el tiempo observar su comportamiento, el dolor será inevitable, su frustración es visible pero no tienen valores, son almas de cántaros, totalmente vacías, disfrazadas de seres humanos, jugando a humanos, a mequetrefes.
Me arrepiento, me vendieron una ilusión, un paraíso, una nada pero sigo tras ese proyecto, nada me lo impide, nada. Poco a poco todo queda a la vista, me doy cuenta que nada es invisible, solo deseo ser yo, nadie más. Me arrepiento de todo lo que hice, dañé mas a mi prole que a mí mismo, fui un estúpido queriendo arreglar el mundo y lo sigo siendo, no soy nadie pero creo en algo, me enviaban fotos de ese proyecto y siempre significaban algo bueno para mí, no algo bueno sino excelente; todos creían que era el hombre de la casa cuando en mi soledad lloraba quedito; nadie puede obligarme, nadie; debo seguir luchando por la nada, por el otro, por lo inverosímil.
Me arrepiento de todo y de nada; sufro al creer en un proyecto que no me abarca, que no me ama, que me aleja, que me distrae. El arrepentimiento lo veo surcado en cada rostro, en cada vida solo que perdieron el valor para ser diferentes, ser auténticos, ser patriotas de un país que no lo merece. Pido a Dios que no sea tarde para arrepentirse, todos somos salvos y como tal merecemos el perdón de Dios, todo el país merece ese perdón; no nos detengamos y luchemos por un mundo mejor. No sé en qué momento debo arrepentirme, no lo sé; sé que debo luchar por la nada y exigir el todo y ese es mi deber.
Quien se arrepienta por cobarde, porque sus hijos son el espejo de él, que sigan su camino, no hay desvíos para darse golpes de pecho, no hay desvíos. Los días están contados, contadísimos y no encuentro foro para mis sencilleces, no, todo es un ausentismo donde nadie quiere dar la cara, nadie quiere dar la vida. Me arrepiento de ser lo que soy, la verdad que no soy nadie pero el arrepentimiento no pertenece a clase social alguna, aun, en este momento hay muchos que no entienden ni una letra del arrepentimiento, todos somos los buenos y pocos somos los malos, claro, en apariencia; debo arrepentirme pues mi vida es un caos, no hay pasado, presente ni futuro; algunos creerán que todo es fácil ¡Nada es fácil, nada! No debemos arrepentirnos por una vida sin brújula, una existencia tirada de los cabellos, el tirado de los cabellos soy yo. El arrepentimiento será el llanto de todo un pueblo, de todo un pueblo que no cree ni en sí mismo.
*Medico salvadoreño