Después de dos semanas en las que la resolución de la primera vuelta presidencial ecuatoriana quedó atrapada en un atolladero de incertidumbre, tensión y suspenso, con giros repentinos que trastocaban el escenario a diario, finalmente el Consejo Nacional Electoral confirmó que será el ex banquero Guillermo Lasso quien disputará el balotaje con Andrés Arauz el 11 de abril.
Queda por ver en qué decanta la impugnación presentada por Yaku Pérez -quedó tercero por apenas 33 mil votos– y la presión que logre la movilización indígena, pero todo indica que Ecuador repetirá la polarización que predomina en la región en este siglo, entre un progresismo de profundidades variadas y una derecha neoliberal con el recetario de siempre.
Habrá entonces una confrontación de proyectos abiertamente diferenciados, una disputa político-ideológica más nítida que si hubiera entrado Yaku Pérez, personaje ambivalente, expresión de la corriente más reaccionaria del movimiento indígena, portador de una huella política más bien conservadora pero cuya base social-electoral expresa al indigenismo y a otros sectores del campo popular distanciados del correísmo.
Culebrón electoral
El resultado final ratificó el triunfo de Arauz con el 32,7 por ciento y una ínfima ventaja de Lasso (19,74) sobre Pérez (19,39), quien desde el primer día denunció fraude y pidió el recuento de votos: la escena siguiente mostró un principio de acuerdo entre ambos candidatos, el CNE y la OEA para revisar las actas en 17 provincias. Se olía un gran pacto de todo el eje anti-correísta.
Pero dos días después Lasso se echó para atrás y se consumó el divorcio con Pérez mediante un álgido tiroteo de tuits. Finalmente en el CNE no hubo consenso para reabrir las urnas y este domingo se oficializaron los resultados, aunque no hay que descartar nuevos vaivenes y maniobras desde el Poder Judicial.
En este complejo teatro de operaciones, presiones y negociaciones se destacó el protagonismo de la OEA, que aporta más dudas que garantías teniendo en cuenta que su última actuación estelar fue inventar el fraude en Bolivia que dio pie al golpe de Estado de 2019. También enturbió el panorama la injerencia del gobierno colombiano activando un “falso positivo judicial” binacional y enviando al Fiscal General por un supuesto aporte financiero de la guerrilla del ELN a Arauz. La operación había sido publicada por la revista Semana, cercana al uribismo gobernante. En los últimos años, la persecución judicial (hoy le dicen lawfare) y las noticias falsas (hoy le dicen fake news) aplicadas por los grupos de poder encontraron terreno fértil en el Ecuador de Lenín Moreno; si bien lograron proscribir a Rafael Correa, no pudieron evitar que resurgiera el correísmo como primera fuerza (y primera minoría en el Congreso).
El dilema de la doble polarización
Tanto Arauz como Lasso deberán ampliar alianzas y seducir a parte del electorado ajeno para llegar al Palacio de Carondelet. La primera gran incógnita es qué pasará con el casi 20% que sacó el candidato de Pachakutik, brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), la organización que protagonizó los levantamientos populares en las últimas tres décadas.
Sin dudas Pérez capitalizó el espíritu de las jornadas de octubre de 2019 contra el ajuste de Moreno y el FMI, aunque él haya tenido un rol marginal. La CONAIE, si bien cerró filas con su candidato, arrastra fuertes tensiones internas fruto de su heterogeneidad. Leonidas Iza, uno de sus líderes más combativos, había advertido que sería “ilegítimo e inconsulto” cualquier acuerdo con Lasso: “Cerramos toda opción de diálogo con la derecha venga de donde venga”. Días después, Pérez, que en 2017 había apoyado a Lasso (“mejor un banquero que una dictadura”), ahora recalculó: “Ni sueñen que vamos a apoyar a la delincuencia organizada de Lasso”.
La otra porción importante de votos en juego es la del empresario Xavier Hervas, el “candidato Tiktok” que sacó un sorprendente 15,6% haciendo pie en el electorado joven urbano y también propuso un frente contra Arauz.
Las candidaturas de Pérez y Hervas expresan mayormente un voto anti-neoliberal, consolidado con el desastre que deja Moreno. Enfocando desde esta antinomia, Lasso aparece con pocas chances. Ex banquero, miembro del Opus-Dei, símbolo de la política tradicional y de la hecatombe económica de los ´90, llega al ballottage con un caudal de votos mucho menor que en las presidenciales que perdió en 2013 y 2017, con una floja imagen y un discurso demasiado conservador. Su única carta es mendigar un voto útil contra el correísmo.
Esa es la segunda antinomia que complejiza los cálculos. La política ecuatoriana de los últimos 15 años está marcada por el correísmo/anti-correísmo. Y el ascenso de Pérez y Hervas es también producto de esa grieta: encarna un voto anti-establishment, diverso o difuso ideológicamente pero permeado por la demonización del correísmo asociado a la corrupción.
Arauz tendrá que lidiar con las zancadillas de los poderes fácticos, pero sobre todo tiene el desafío de tender puentes y recomponer el vínculo con buena parte de los sectores indígenas, ambientalistas y feministas con los que Correa ha sido hostil. De rescatar el voto progresista y juvenil captado por Pérez y Hervas. De plantear una agenda que permita problematizar el extractivismo y se desmarque de las posturas conservadoras de su mentor como por ejemplo con el derecho al aborto legal. Para ganar el balotaje pero, sobre todo, para encarar un eventual gobierno que le permita al correísmo “volver mejores”.
En definitiva, si Arauz logra que en las urnas prevalezca la antinomia neoliberalismo/anti-neoliberalismo seguramente logre un nuevo paso para el reimpulso de los gobiernos progresistas y la reconstrucción de la integración latinoamericana.
Editor de NODAL. Autor del libro “América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista”. Conduce el programa radial “Al sur del Río Bravo”.
Fuente: Página/12