8 de marzo

Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*

Los vejámenes que históricamente han sufrido las féminas, han gestado iniciativas orientadas en diferentes momentos de la historia ha lograr la equidad de género; tal es el caso de lo celebrado cada 8 de marzo, que nos recuerda que el proceso continúa, que seguimos construyendo ese sueño de justicia social.

No siempre fue así.

En el pasado diferentes culturas no solo reconocieron su legítimo lugar en los espacios sociales, promoviendo y promocionando además sus aportes a las comunidades de pertenencia, amplificando así el desarrollo que estas alcanzaron.

Tal cultura sin embargo es sustituida cuando la fe judeo cristiana irrumpe como orden social imponiendo un canon que relega a la mujer a una condición secundaria, de sumisión y sujeción, en la que se la objetivisa, anulando sus aportaciones, o persiguiéndola, cuando su sola existencia amenazara intelectual o moralmente, el dominio patriarcal.

El bárbaro asesinato de Hipatia de Alejandría a manos de fanáticos cristianos en 419 después de Cristo, desnuda con crudeza esta afirmación que además, de acuerdo a los mas conservadores consensos de reputados historiadores, derivó en un tácito estancamiento del progreso de la cultura que algunos estiman en hasta 400 años como consecuencia de aquel hecho, que después se cristalizaría con el arribo del oscurantismo, que algunos revisionistas sitúan como efecto de la negación de la mujer, de sus aportes e identidad, en concordancia a la desaparición del orden jurídico romano que la reconocía, y que fuera anulado por el extremismo religioso que se impuso entonces.

Las guerras y las persecuciones étnicas además de las religiosas, o simplemente la idiosincrasia cultural y la injusticia y menosprecio jurídico hicieron el resto.
Ahora los progresos son varios, pues por ejemplo el derecho al voto, a la identidad, a la representación jurídica, a la posesión de bienes, están asegurados constitucionalmente, aunque parezca un sinsentido siquiera mencionarlo, considerando en oposición por ejemplo el que de cuando en cuando somos testigos de verdaderas aberraciones como aquella escena, cuando el ciudadano presidente y en presencia de su concejo de ministro, ante cámaras que nos volvieran participes de aquel humillante momento, observamos boquiabiertos como llama a la primera dama con un chasquido de dedos, y peor aún, como ella responde obediente y sumisa a aquel vergonzoso llamado sin rechistar.

Por supuesto el que el caudillo, neoconservador por definición, refuerce el papel secundario histórico de la mujer no debe sorprendernos, como tampoco el que ella se someta dócil, cumpliendo el rol de la sombra que parece aceptar, lo que es no obstante inaceptable y en consecuencia deleznable, por lo que el señalarlo no tiene por propósito exponer situaciones privadas, sino ejemplificar como no debemos proceder, y en consecuencia como deberíamos proceder.

Las buenas maneras nunca tendrán sustituto, comprendiendo que no basta con ellas, lo que nos conduce con avances y detracciones, al gradual progreso de la construcción de una cultura de justicia y equidad, en la que todos y todas tengamos un espacio, promoviéndola a través de la inclusión estructural de todos los elementos en la ecuación social.

*Educador salvadoreño

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