Es una de las fundadoras del movimiento que reúne a militantes de distintos países latinoamericanos en un trabajo colaborativo de alcance regional para intervenir desde lo popular en las redes digitales. Aquí, explica los ejes del proyecto. Y cómo actuaron en los casos de Cuba y Bolivia.
Por Natalia Aruguete.
Bajo el paraguas político del Instituto Patria, Mueve Argentina –luego, Mueve América Latina– inició su trabajo de resistencia y construcción político-comunicacional. Desde allí, militantes de distintos países de Latinoamérica desplegaron trabajos colaborativos de alcance regional para expandir la política al territorio digital. Con una singularidad: “expandir la palabra del campo popular”. Así lo define Giselle Rodríguez, integrante de Mueve y una de sus fundadoras, quien entiende que la política y, en particular, la militancia popular, da sentido a su trabajo en comunicación social. Lo demás es producto de su tenacidad y su capacidad para el trabajo colectivo, ser creativa y saber escuchar la palabra de las micro-historias plebeyas.
–¿Cómo surge la organización Mueve?
–Cuando ganó Macri en 2015, desde el espacio y el paraguas del Instituto Patria nos propusimos estudiar los procesos de manipulación a gran escala y comprendimos lo que había ocurrido en Argentina. Aquella primera tarea consistió en el análisis y diagnóstico de situaciones político-comunicacionales en nuestro país. Con diagnóstico no nos referimos solo a analizar los discursos de los grandes poderes hegemónicos que disputan sentido. Supone, además, diagnosticar dónde y cómo se expresa la palabra del campo popular.
–¿A qué conclusión llegaron con ese diagnóstico?
–Nos encontramos con que, después de 12 años de kirchnerismo, muchos sectores que históricamente habían tenido relegada la palabra fueron mostrando su voz de diferentes maneras: mediante políticas públicas que se desarrollan para democratizar la comunicación en diferentes dimensiones, no solo en lo comunicacional, lo educativo y lo cultural, sino en otros campos de disputa de sentido (como lo científico/tecnológico, lo feminista, etc.). Intentamos encontrar cuáles eran esas voces, dónde estaban esas voces y cómo podíamos crear un tejido con esas voces del campo popular. Eso fue lo primero que nos propusimos y con lo que empezamos a trabajar desde Mueve.
–¿Cómo se inserta la labor de Mueve en la política y cómo fueron estableciendo esos ejes de articulación?
–Desde el principio, trabajamos en cinco ejes. Primero, el diagnóstico; es decir, la lectura que nos permitió entender cómo era el escenario político comunicacional hegemonizado por la derecha y dónde estábamos parados nosotros, los distintos sectores del campo popular. Indagamos la potencia político-comunicacional del campo popular y elaboramos informes y proyectos, siempre con esta idea de exceder la mirada sobre la comunicación hegemónica.
–¿Qué indagaron concretamente de ese espacio comunicacional popular?
–Miramos, puntualmente, qué hacen las voces del campo popular, cómo miran la realidad, cómo la nombran. Para eso fue necesario sofisticar los mecanismos de análisis porque, en general, este tipo de lecturas de la comunicación digital se hacen en Twitter. Si bien ese escenario es importante y debe ser indagado –por su vinculación con los medios de comunicación, por caso– no se trata de una plataforma donde el pueblo tome la palabra; en ninguno de nuestros países de América Latina. De allí que nos propusimos indagar herramientas que nos permitieran leer grandes volúmenes de información –de toma de la palabra en Facebook o en Instagram– y entender qué opinan, qué dicen y cómo nombran la realidadlos sectores más alejados de la política, que no están en Twitter. El segundo eje de trabajo fue la formación. Hicimos cursos de formación en comunicación digital en diferentes lugares del país, presenciales y a distancia.
–¿A quiénes estuvieron dirigidos esos cursos?
–A organizaciones de todo tipo: sindicatos, organizaciones políticas, medios comunitarios, organismos de derechos humanos, organizaciones barriales, personas individuales que se anotaban en el curso. Siempre manteniendo la mirada de la comunicación política digital del campo popular. El tercer eje es el de producción, que no se restringe a la producción de contenido sino que incluye también la creación y articulación de ecosistemas digitales. La formación también nos permite generar una articulación entre las diferentes organizaciones. Eso, además, nos da la posibilidad de establecer instancias de producción de contenidos colaborativas. Nuestro foco está puesto en la producción de campañas estratégicas colaborativas. El cuarto eje es el desarrollo de tecnologías soberanas.
–¿Qué rasgos define a esas tecnologías como soberanas, atendiendo a los dilemas que hay sobre las plataformas digitales y la idea de soberanía?
–Son tecnologías de elaboración propia en base a software libre. Ese desarrollo tecnológico nos permite ejecutar procesos propios y, así, intervenir en las plataformas de mercado con mayor eficacia político-comunicacional. Y el quinto eje, el más importante y el que se deriva de los anteriores, es la articulación política.
–¿Entre qué espacios comunicacionales, y con qué actores del campo popular, establecen esta articulación?
–Hay cuatro dimensiones de articulación. Por un lado, la articulación de lo digital con lo analógico. Por ejemplo, cuando participamos de la campaña para las elecciones del año 2020 en Bolivia, trabajamos con la Radio Kawsachun Coca, que es una radio y al mismo tiempo una red de radios. En esa ocasión, articulamos lo analógico con las plataformas digitales de esa red. La segunda dimensión comprende la articulación de las redes oficiales con las redes militantes de todo tipo.
–¿Dónde reside la potencia de articular redes oficiales con redes militantes?
–A veces se pretende trasladar las lógicas de la comunicación tradicional a estos ámbitos de comunicación popular. Eso es un error, porque allí son pocas las voces fuertes. Nosotros, por el contrario, necesitamos capitalizar el enorme potencial de la palabra del pueblo, para lo cual debemos articular millones de voces; por eso es tan importante articular lo oficial con lo no oficial. En tercer lugar, buscamos articular la fuerza de las y los influenciadores individuales con organizaciones y colectivos. El cuarto y último eje supone articular lo local con lo nacional y lo regional. El campo popular en América Latina no debe ensimismarse dentro de su propio territorio. En la región tenemos una gran potencia de articulación en términos de comunicación digital que nos brinda muchísimas oportunidades, como sucedió en el caso de Bolivia.
–Antes de adentrarnos en la experiencia de Bolivia, propongo un esfuerzo de contextualización. ¿Dónde y cuándo empieza Mueve América Latina a intervenir políticamente desde esta propuesta comunicacional?
–Durante todos estos años, desde Mueve nos vinculamos con diferentes personas y organizaciones de países de la región. En el Congreso de Clacso, que se hizo en Argentina en 2018, nos reunimos con compañeros y compañeras de muchos países de América Latina, cuya inquietud también apuntaba a expandir la palabra del campo popular en lo digital. Eso nos permitió hacer una primera intervención cuando, en el año 2019, se estaba tratando el bloqueo a Cuba en Naciones Unidas. Allí pusimos por primera vez en juego la articulación internacional.
–¿En qué consistió esa intervención?
–Cuba tiene bloqueadas las posibilidades de generar, por ejemplo, un trendingtopic en Twitter. Entonces, mediante la articulación internacional intentamos generarlo y así instalar la conversación social del NO al bloqueo a Cuba. Fue muy importante para un grupo de personas que veníamos trabajando a pulmón, sin recursos, pero con mucho profesionalismo y, a la vez, con vocación militante. Se generó algo muy interesante en ese momento. Cuba quería tener una posición al respecto, pero no podía posicionarse en redes porque está vedada la palabra de Cuba hacia afuera. Desde Mueve América Latina, que es una red de redes, pudimos darle lugar a la palabra de Cuba interviniendo desde diferentes países e instalar el tema del bloqueo en la agenda internacional. Luego repetimos una acción similar pero con muchísimo más alcance internacional desde la campaña #CubaSalvaVidas. Esa iniciativa, que generamos desde ese mismo colectivo, tuvo lugar frente a la llegada de médicos cubanos a Europa, un contenido que contrastaba con las políticas violentas de los Estados Unidos. Todo ese aprendizaje derivó en un trabajo compartido para recuperar la democracia en Bolivia después del Golpe de Estado.
–¿Cómo estructuran la articulación de las redes militantes, tanto a nivel local cuanto regional, en una campaña electoral?
–Durante las elecciones presidenciales de 2019 en Argentina, nosotros no trabajamos la campaña oficial. Nuestro trabajo se expandía en redes no oficiales, desde donde concretamos acciones de articulación con la campaña oficial. Es decir que nuestros contenidos podían ser levantados por determinadas voces oficiales que habitaron esa campaña. Una de las acciones más interesantes fue la campaña “Motivos”, que tuvo lugar unos días antes de las PASO. Surgió en respuesta a la campaña lanzada por Mauricio Macri, compuesta por una foto de él y un hashtag que decía: #YoLoVoto. Macri le pedía a la población que simplemente subiera ese contenido diciendo “Yo lo voto”, y aclaraba que no era necesario decir cuáles eran los motivos para votarlo. Simplemente: #YoLoVoto.
–¿El objetivo de una campaña como #Motivos era contrastar semánticamente con la idea de “no importa las razones para votar a Macri”?
–Con #Motivos, activamos la red de redes. Esa campaña no oficial se integró de voces del campo popular a las que les pedimos videos singulares, microhistorias de personas reales que dijeran cuáles eran los motivos para votar al Frente de Todos. En un día, nos llegaron más de 300 videos de todo el país y con eso pudimos iniciar la campaña. Habilitamos un número de teléfono donde enviar los videos para replicarlos en la red de redes; a ese número llegaron aproximadamente trece mil videos en tres días. Lo interesante fue que, lejos de enviar un contenido que venía desde arriba, pusimos en alto la palabra de una ciudadanía que pudo decir por sí misma cuáles eran los motivos para votar al Frente de Todos y subirlos a sus propias redes.
–¿Cómo se articula la campaña oficial con la no oficial?
–La “campaña no oficial” habilita varias cosas. Entre ellas, la red de redes es saltear las cámaras de eco.
–¿Cómo logran sortear las cámaras de eco generadas por los algoritmos?
–Las trampas algorítmicas suelen saltarse con pauta. Cuando no tenés pauta, solo queda la articulación. Para articular la campaña oficial con la campaña militante es necesario que nuestros referentes políticos comprendan la necesidad de habitar el territorio digital para disputar sentido, pero no desde el marketing tradicional (que es una herramienta de la derecha) sino desde nuestras propias riquezas e idearios. La más importante de ellas es el trabajo en el territorio tradicional y la toma de la palabra por parte de las militancias y la ciudadanía. Al mismo tiempo, es necesario armar equipos de trabajo que puedan articular acciones conjuntas desde la comunicación oficial y las redes de comunicación no oficial. En este sentido, la formación digital es central para habilitar y potenciar la toma de la palabra por parte de las militancias mediante acciones conjuntas.
–¿Cómo fue la experiencia de la campaña para las elecciones en Bolivia? En particular, ¿cómo se dio la articulación entre esa campaña oficial y la no oficial?
–Hay que partir aclarando que en Bolivia trabajamos en la campaña e hicimos toda la articulación que comenté recién en un marco de dictadura, con el jefe de campaña y principal referente político, Evo Morales, en el exilio. A lo que se agregó el hacer campaña en un contexto de pandemia. La de Bolivia fue una verdadera campaña regional, con compañeros y compañeras exiliad@s en Argentina y en otros países de América Latina, además de compañeros y compañeras de otros países que estaban en Bolivia. Allí nos encontramos con una palabra muy masiva y expansiva de Evo Morales y de otros actores políticos de la nueva etapa del Movimiento al Socialismo (MAS) que ni siquiera tenían plataformas digitales propias.
–¿Cómo organizaron cronológica y lógicamente esa campaña?
–En primer lugar, armamos el ecosistema digital del MAS y de los actores políticos y referentes del partido –candidatos, partido y demás– para trabajar en la campaña oficial poniendo nuevas voces en acción. Eso redundó en la apertura de nuevas voces dentro de la institucionalidad del MAS. En paralelo, en esta labor que duró casi un año, nos fuimos encontrando con una riqueza muy grande de organizaciones del campo popular de Bolivia, que tenían sus propias plataformas digitales. Nuestro aporte, consistente en un trabajo político-comunicacional y formativo, se centró en el armado de ese tejido de organizaciones. Uno de los inconvenientes que nos encontramos en este recorrido es que, en nuestros países, los referentes que participan de las campañas oficiales suelen tener una escasa comprensión de la dinámica de la territorialidad digital.
–¿Cómo revertir esa falta de comprensión para armar la estrategia de una campaña?
–La política tradicional asume que una elección se gana con la política, entendiendo que la política se juega únicamente en el territorio tradicional. Nuestra riqueza reside en lograr que los referentes políticos comprendan la necesidad de expansión de la disputa de sentido al territorio digital. En absoluto desconozco la importancia de esa forma de ver la política tradicional; pero hay un escenario de disputa de sentido que se da no solo en el territorio analógico sino que se expande al territorio digital. Ese otro ámbito no debe ser descuidado y es, además, imprescindible articularlo con lo analógico y con el territorio tradicional.
–¿Cómo lograron que los referentes políticos incorporaran esa comprensión del territorio digital?
–Durante un año, desde Mueve pusimos el ojo en las dimensiones que comentaba, apuntando a la formación y capacitación digital de organizaciones de todo tipo en Bolivia, para lo cual contamos con el apoyo de un equipo internacional de comunicación que trabajó con el MAS. Todo el trabajo que nos permite hacer acciones colaborativas o articular lo oficial con lo no oficial tiene que ver con la formación. Eso fue lo más importante.
–¿Cómo le interpeló política y emocionalmente el triunfo del MAS en Bolivia?
–Para nosotros fue muy importante experimentar la recuperación del entramado político de la palabra del campo popular en Bolivia, en la medida en que esa reparación debió sobreponerse a la brutalidad y la violencia del golpe de Estado. Pero además del golpe, haber hecho la campaña en el contexto de la pandemia agregó otra cosa. Si bien el trabajo se complejizó por el aislamiento, lejos de la atomización de los actores, lo digital fue lo que permitió el encuentro, que al final pudo traducirse en abrazos reales con la vuelta de Evo y con los compañeros y compañeras que estaban exiliados en Argentina.