Por: Róger Hernán Gutiérrez*
En mucho de lo que sucede en el mundo del trabajo es de grandes retrocesos y nulo avance en la materia—hablamos de dar valor al trabajo (no un valor de mercancía) sino de desarrollo evolutivo de la forma humana para satisfacer las necesidades básicas, pero al parecer se regresa a supuestas épocas ya superadas, lo común de todo este asunto es que siempre ha estado presente en los atrasos y estancamientos el modelo de producción capitalista, es decir mientras hay avances en la forma de producir la ganancia del capitalista, las relaciones sociales de producción mantienen un atraso considerable.
A donde radica el problema, la cultura que sostienen las relaciones laborales es anti sindical, de una total imposición, descrédito, deslegitimación, arbitrariedad y abuso de la parte dueña de los medios de producción hacia la que vende su fuerza de trabajo—esta es la base de la infuncionalidad de las unidades de personal para resolver los conflictos laborales que se suscitan a diario, en tanto mantiene un esquema de trabajo de plegarse a la autoridad del patrono, anulando así la representatividad de las personas trabajadoras por el Sindicato.
Al capitalista no le interesa establecer una cultura de diálogo, de entendimientos que valoren, rescaten y lleven a una práctica sana la equidad en las relaciones sociales de producción. La interlocución con el dueño de la empresa, la mediación, la solución alterna de conflictos (conciliación), son mecanismos débiles y en mucho fraudulentos, y corrompidos por los abogados laboralistas que representan a las patronales.
En principio, cuando el capitalismo pasó de la manufactura a la gran industria—lo que se conoce como la revolución industrial/siglo xviii, 1760—implicó una enorme migración del campo a las ciudades—algo así como con el surgimiento e instalación de las maquilas de confección textil, iniciadas en la década del 90, cuando implicó la movilidad de la gente pobre y menos formada de las áreas rurales (cantones y caseríos) hacia el casco urbano de otros municipios donde se instalaron lo que se denominó zonas francas, cuyo objetivo principal se centró en la confección para la exportación de ropa y prendas de vestir hacia los EEUU, bajo el tratado generalizado de preferencias y la iniciativa de la cuenca del caribe—que permitía ingresos aduanales de la mercadería sin impuestos, unilateralmente como gobierno estadounidense hacia la sub región centroamericana.
En aquel entonces las condiciones de vida eran totalmente miserables, no había protecciones en salud—las enfermedades asolaban a los obreros(as) que se instalaban en las calles, al no tener como pagar una vivienda—los patronos eran totalmente inconscientes para invertir en programas de salud y seguridad ocupacional y los gobiernos en salud pública, lo que provocaba altas pandemias y muertes por enfermedades comunes, profesionales y accidentabilidad laboral. Además, habían altos hacinamientos que provocaban condiciones inseguras de hacer el trabajo, la maquinaria también era símbolo de los problemas al implicar alta peligrosidad, además por la falta de una calificación para su manejo y uso apropiado.
En mucho se responsabilizó a las máquinas, del problema del trabajo, de los bajos salarios y de las condiciones deplorables para vivir y del desempleo abrumador; y resultado de ello surgió la época del ludismo. Fue Ned Ludd, un obrero que se opuso férreamente al desarrollo de las máquinas, y formó el movimiento ludista, después no se comprendió así en tanto la culpa era del capitalista quien hacía provocar la desgracia de los obreros(as) por la forma en que se producían la mercancía.
Ahora encontramos empresas que siguen imponiendo jornadas excesivas de trabajo, se continúa trabajando como esclavo, ingresando a tempranas horas ante del inicio de la jornada y más allá de la hora de salida para cumplir metas de producción, trabajo que no se paga y dentro se evitan movilidades sanitarias que agravan la salud física; la bio seguridad aplicada resultado de la pandemia es deficiente, las clínicas empresariales no cumplen con la labor de protección y se pliegan a faltas claras de ética para evitar que las personas trabajadoras acudan a curarse o laboren enfermas, y se ausenten de la producción (crear riqueza), lo que provoca que la ganancia para el capitalista se desfasa o no se concrete.
Finalmente, la legislación laboral sigue históricamente retrasada, anacrónica y no logra trascender e integrar el principio de la realidad y, evitar la sobre explotación que caracteriza la época; se avecina una asamblea legislativa que no tendrá existencia propia, sino será una correa de transmisión del Presidente, y no percibe la necesidad de legislar el país de forma que el capitalismo no continúe teniendo en su favor formas legales de protección de sus intereses en detrimento de las personas trabajadoras que necesitan de buenos empleos, con salarios decentes, con protección social, y con apoyo empresarial para cubrir la economía del cuidado en la conciliación laboral y la corresponsabilidad de hombres y mujeres en el hogar, entre otras cuestiones importantes para equilibrar las relaciones laborales.
*Sindicalista salvadoreño