India enfrenta una situación desesperada por el incremento en los contagios y los fallecimientos por Covid-19: el lunes pasado se alcanzó una cifra histórica de 273 mil 810 nuevos casos que marcaron, además, el quinto día consecutivo con más de 200 mil contagios, así como un pico de mil 761 decesos.
En la capital, Nueva Delhi, resulta positiva una de cada tres personas a quien se practica una prueba de coronavirus y los hospitales se encuentran al borde del colapso –ayer se reportaron apenas 100 camas de cuidados intensivos libres para 20 millones de habitantes–, mientras crematorios y cementerios exceden ya su máxima capacidad.
Los números referidos se reflejan en escenas abrumadoras, con ambulancias que recorren los nosocomios en busca de una cama libre, o son cargadas con cadáveres que no pueden ser entregados a los sepultureros.
Debido a la saturación en los servicios funerarios, ya se han registrado cuerpos abandonados en los caminos o cremados en piras improvisadas por los familiares. También se registra una aguda escasez de oxígeno medicinal y de varios fármacos. En respuesta a la emergencia, las autoridades han decretado nuevas medidas de confinamiento, incluidas restricciones a la movilidad personal y cierres de comercios y fábricas de actividades no esenciales.
La crisis en la nación asiática dejará un número tan imprevisible como deplorable de pérdidas humanas y, sin duda, supondrá un varapalo a los esfuerzos locales e internacionales para poner en pie la economía, pero también podría impactar en el combate al coronavirus más allá de las fronteras indias, pues la fábrica de vacunas más grande del mundo, Serum Institute, ubicada en la ciudad de Pune, frenó las autorizaciones de exportación para cubrir la demanda interna.
Debe recordarse que India superó la primera oleada pandémica con un saldo moderado de víctimas, pese a que la densidad de población y las condiciones de hacinamiento que imperan en las ciudades del segundo país más poblado del mundo hacían temer que el subcontinente fuera uno de los principales centros de propagación del coronavirus.
Por ello, la emergencia actual constituye un insoslayable llamado de alerta con respecto a los peligros de un rebrote de la enfermedad cuando ésta ya se creía controlada, como ocurre también en Europa, la mayor parte de Sudamérica e incluso en Estados Unidos, no obstante que en esta nación la mitad de los adultos ya recibió al menos una dosis de alguna de las vacunas disponibles.
En México no se presenta un escenario semejante al que padecen las regiones mencionadas, pero sí existen señales de que comienza una tercera ola de propagación, pues 10 entidades registran alzas leves en los contagios, en tanto que en Chihuahua se prevé el regreso al semáforo rojo de alerta epidemiológica para contener el incremento de hospitalizaciones.
La experiencia de nuestro país vecino nos enseña que los avances en la inmunización no deben llevar a bajar la guardia, por lo que debe apelarse a la responsabilidad y al sentido cívico de la población con el fin de evitar que el restablecimiento gradual de las actividades cotidianas, emprendido en estas semanas, lleve a un rebrote que sería catastrófico en todos los órdenes.
Fuente: La Jornada.