El 3 por ciento importa, y mucho

Por Rodolfo Cardenal.

El 3 por ciento es tan importante para el presidente Bukele que refutó públicamente sus críticas sobre la gestión de la pandemia. En la inauguración del llamado megacentro de vacunación, reaccionó a esas críticas con el aire de suficiencia que lo caracteriza. El mandatario se congratuló por no haber escuchado al “qué dirán”, que exigía saber “dónde está el plan”. Los críticos querían un plan rígido, cuando la pandemia, alegó Bukele, “obliga a improvisar”. Haberles hecho caso habría sido un gran fracaso. A pesar de no contar con ningún plan, sus decisiones han sido acertadas, según él.

El presidente refutó las críticas sobre la obligatoriedad de la mascarilla, la cuarentena, el cierre de las fronteras, la militarización, el nuevo hospital y, recientemente, la vacunación, recalcando que nadie como él ha respondido a la crisis de la pandemia. Lo sucedido en otros países “no lo vemos en El Salvador”. Nadie previno el contagio ni ha brindado atención a los enfermos como él. En su haber cuenta con la mejor gestión epidemiológica y económica de la pandemia, y con el mejor hospital. Nadie tiene tantas vacunas, ni un centro para administrarlas, ni una inoculación tan eficiente como él. Tanto endiosamiento no dejó espacio ni tiempo para mencionar, aunque fuese de pasada, al personal sanitario, sin cuyo compromiso nada de lo anterior hubiera sido posible. Y es que todo es obra del presidente Bukele.

Si las críticas provienen solo del 3 por ciento de la población total, su representatividad es irrisoria. No ameritaba perder el tiempo con ellas en el discurso de inauguración de un centro de vacunación único en su especie. La gravedad que el presidente Bukele concede a los ataques de esa presunta minoría sugiere que esa oposición no es tan insignificante como la presenta y, en consecuencia, requiere de su máxima atención. Otra posibilidad es que, a pesar de su reducido tamaño, sus opiniones y sus críticas lo incomodan de tal manera que no puede pasarlas por alto. También es posible que la ausencia de un plan y de un pensamiento articulado no le deja otra opción que emprenderla contra esa pequeña minoría. Sea lo que sea, el discurso inaugural exhibe a un presidente extraordinariamente sensible a la diferencia de juicio y a la crítica. Tanta sensiblería —mezcla de inseguridad, tal vez poca autoestima y mucho miedo— es una debilidad que limita la destreza política, la cual demanda tolerancia a la opinión contraria y al ataque, apertura para dialogar y negociar, e inteligencia para encontrar coincidencias y acuerdos.

Si ningún otro mandatario ha respondido a los desafíos de la pandemia como Bukele, por qué tanta suspicacia. Quien juzga que procede correcta y eficazmente y da cumplida cuenta de sus decisiones no teme a la crítica ni pierde la calma ante el ataque, y posee perspicacia para retomar lo que de verdad hay en los reproches. Prescindiendo del talante personal, ¿no será, entonces, que el presidente es consciente de que sus críticos tienen razón en los señalamientos y las acusaciones, pero carece de entereza para concederlo? Eso explicaría que haya retirado a la prensa independiente de los puntos donde se reunían los que iban a ser trasladados al megacentro de vacunación. No quería que documentara la aglomeración, la confusión y el desorden. Más tarde, tímidamente, reconoció que el proceso ya era fluido. Pero cuando un matutino señaló que el proceso de vacunación era lento, el nuevo presidente de la legislatura saltó para llamarlo “perro” y para amenazarlo con represalias.

Si la gestión es tan asombrosa, ¿por qué no mostrarla abiertamente? ¿Por qué prohibir tajantemente que el personal sanitario hable con la prensa? Al parecer, solo los medios oficiales estarían capacitados para percibir tanta maravilla gubernamental. En realidad, la única competencia que poseen es que han sido contratados para mostrar la cara amable del régimen. Difunden sus aciertos y tapan sus vilezas. En ese afán, registran la vacunación de los críticos y hacen mofa del ejercicio de un derecho ciudadano y humano. La vacuna sería, según la versión gubernamental, privilegio para los leales y concesión generosa para los demás. La obsesión del régimen con la crítica lo hace caer en contradicción. Contraviniendo su propia normativa, violenta la confidencialidad impuesta en el ámbito de la salud. Muy bajo ha caído en su desesperación por suprimir la crítica.

El presidente Bukele encomienda la valoración de su desempeño a la población, “el mejor juez de si lo estamos haciendo bien”, persuadido de que su dictamen será muy favorable. No puede ser de otra manera, dado que la gente necesita la vacuna y la agradece, y que no tiene información completa y veraz sobre la gestión de la pandemia ni de la administración pública en general. Los medios oficialistas no están interesados en promover el bien general aportando información rigurosa y verdadera, sino en impedir que la oposición acumule fuerzas y desestabilice al régimen.

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.

 

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