Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
El arte es la expresión más íntima del espíritu de los pueblos, que en sus diferentes manifestaciones expone carencias, vicisitudes, ausencias y reclamos, también demandas, memorias y manifiestos, que se desnudan en el ánimo de promover causas y denuncias.
Así por ejemplo en “Los ojos de los bueyes”, Alfredo Espino no solo nos habla de las sensaciones que aquellos ojos le provocan, también manifiesta el dolor obrero ante la opresión oligarca, que no duda reprimirlos [1932].
Es decir, la magia del arte reside en decir lo indecible, manifestar lo que de otro modo puede impedirse. Nada evidencia esta afirmación más que cualquier expresión de arte enfrentada a la dictadura asesina de aquellos campesinos y obreros, o a las que le siguieran hasta 1979, cuando se depone al último dictador uniformado.
Destaca de aquellos días la llamada “Generación Comprometida”, grupo de académicos intelectuales que, a través de la literatura, fustiga a los regímenes militares, a los que expone a la vez que demanda una transición ordenada.
Valen estos pequeños ejemplos para vindicar al arte, que nos equivocamos al suponer busca solo reconocimiento por su valor estético, cuando en realidad evidencia realidades sociales concretas y su ultraje a la conciencia; así entonces es una ventana al corazón del pueblo, exhibiendo sus realidades, constituyéndose en una herramienta de la verdad, no la del autor, sino de los pueblos.
Visto así es el arte también clandestino y por tanto temible, pues no se lo puede controlar, constituyéndose en un poder capaz de convocar a miles, millones, cuando la fuente de la indignación es común. Entonces nos enteramos del cierre del Cenar, para dar paso a un supuesto proyecto centrado en el desarrollo de “Cubos”, una suerte de módulos en los que se albergará a artistas de calle, utilizando los recursos del Cenar para dotar a estos de spray y patinetas, en el afán de profesionalizarlos.
Otra línea en ese marco será la revisión de los programas educativos, lo que de ordinario es una operación pedagógica permanente, pero con la intencionalidad ahora de incluir el papel de la familia del actual mandatario en el progreso del país.
Tal desacierto no solo atenta contra lo establecido por el canon del historiador, que como mínimo requiere 50 años para recolectar en términos académicos, una revisión objetiva del papel de una marca en la historia del estado, evidenciándose así el interés politiquero y propagandista de esta intensión.
¿Porque se emprende?
Porque los pueblos sin identidad ni memoria no promueven sus expresiones intelectuales, las cuales carecen, reduciéndose a rumiar lo que se les impone; en tal sentido la ausencia del arte pedagógicamente forjado en la academia, evidencia el retroceso que redundará en una castración social, porque se niega la creatividad, la originalidad y la autonomía, aplaudiendo lo extranjero, pues lo nuestro, se invisibiliza, se niega.
Tal es el valor del arte y su destrucción, pues a eso equivale el desmontaje del Cenar, por lo que ello solo puede implicar retroceder, caminar en retorno, ir como un simple cangrejo.
*Educador salvadoreño