María Zysman, directora de la Asociación Libres de Bullying, habla de lo que hay detrás de este fenómeno en crecimiento, del peligro de naturalizar las violencias y del valor de la prevención y la intervención temprana. Las nuevas caras del ciberbullying y su incremento en tiempos de pandemia.
Comenzó a interiorizarse en el tema en el año 1996, lejos todavía de saber que eso que veía y empezaba a hacerle ruido, se conocería más tarde como bullying. Acompañaba la experiencia de su hija, en jardín, cuando algunas situaciones de hostilidad en los vínculos le despertaron la necesidad de pensar cómo se podía intervenir para frenar las violencias entre pares. Fue después del año 2000 que María Zysman dio con la palabra bullying, un término creado en 1993 por el psicólogo escandinavo Dan Olweus, a partir de estudios sistemáticos realizados en los años ’70 sobre el suicidio adolescente. El autor encontró que muchos de esos jóvenes habían sido víctimas de agresión física y emocional de parte de sus compañeros de escuela.
“El bullying está naturalizado y esa es la primera dificultad de la problemática”, advierte la psicopedagoga, especialista en bullying, ciberbullying, y directora de la Asociación Libres de Bullying y autora de Bullying. Cómo prevenir e intervenir en situaciones de acoso escolar y Ciberbullying, cuando el maltrato viaja en las redes.
En estos tiempos, “las redes, la cultura de la imagen y la persecución del éxito conviven con los adolescentes y crean un espacio propicio para el bullying”, sostiene la especialista. En diálogo con Página/12, Zysman explica en qué consiste el bullying, cómo se manifiesta, las causas detrás del acoso escolar y las claves para abordarlo. Señala, además, el aumento del ciberbullying en el contexto actual y la importancia de atender las señales de alerta.
-¿Qué se entiende por bullying?
-La palabra bullying tiene como único sentido la búsqueda intencional de humillar a un par mediante todas las formas posibles, sean psicológicas, físicas o de exclusión social. Siempre hay miradas despectivas y todo un combo de hechos, de acciones, que hacen que el otro se sienta fuera de lugar, que no es bien recibido, que ahí no tiene un lugar propio en donde crecer, desarrollarse y ser quien es. Hablamos de bullying cuando niños o adolescentes, en lugar de relacionarse de igual a igual, se relacionan en un vínculo que podríamos pensar en términos de “quién somete y quién es sometido”. En la escuela los chicos deberían poder vincularse desde lo que es la semejanza, la igualdad, la paridad, y cuando esto se rompe y se empiezan a armar estructuras de poder y de abuso entre ellos, es donde hablamos de bullying. Se da en la escuela porque los chicos tienen que ir a la escuela. Lo que necesita el bullying para desarrollarse es esta obligatoriedad del vínculo. Lo que construye bullying es ese desequilibrio de poder y el ataque constante de uno, seguido por un grupo, para dañar a otro.
-¿Qué causas suelen estar detrás de este tipo de hostigamiento?
-Hay chicos que con su familia o sus amigos de las vacaciones son sociables, generosos, críticos, chicos que piensan y reflexionan. A lo mejor cuando llegan a un quinto o un sexto grado y quieren formar parte de un grupo que les permita alejarse de la familia, cosa que es evolutivamente esperable, se encuentran transando con cosas que no harían si estuvieran solos. Hay factores que son individuales, hay factores que son grupales, familiares e institucionales. Cuando hablamos de intervenciones, de causas o de detección incluso, siempre tenemos que tener en cuenta todos estos factores. Porque hay chicos que para “pertenecer” aceptan cosas. Pero hay otros que las aceptan simplemente porque no saben a quién recurrir. En general los chicos hablan, pero después se callan porque ven que la reacción adulta, sea del maestro o de la familia, no es la que necesitan para sentirse más protegidos. Muchas veces los chicos disfrutan de eso que el otro se anima a hacer, y que lo hace porque hay un adulto que, de alguna manera, está corrido de su lugar. Muchos docentes quieren intervenir, pero no tienen el respaldo de la institución o intervienen de una manera que embarra aún más la situación. Hay chicos que hacen bullying porque no tienen la menor idea de cómo tener amigos; otros que lo hacen porque pueden estar siendo agredidos en otros entornos, pero no necesariamente. Muchas veces se piensa en la autoestima de quien es dañado pero pocas veces en la autoestima del que daña. Y un chico o una chica que hace bullying, en mi experiencia, suele no tener muy firme su autoestima.
-¿La discriminación es el paso previo al bullying?
-Sí, hay bullying cuando hay discriminación previa. Si un docente tiene claro que no acepta ningún tipo de gesto discriminatorio en su aula, esto se frena. Pero en ocasiones hay gestos discriminatorios que no van al bullying. Yo soy libre de pensar cualquier cosa respecto de los hombres azules. Yo discrimino y pienso que los hombres azules son ladrones. ¿Eso es discriminar? Claro que sí. Si yo invito a los demás a dejar de lado a ese hombre azul y a que lo agredan, lo lastimen o lo dejen afuera, ya estoy haciendo mucho más que discriminar. Los nenes de jardín no discriminan naturalmente. Lo que hacen es preguntar por qué el otro es negro o por qué la abuela está en una silla de ruedas. No están discriminando, están preguntando acerca de lo que ven. Con chicos más grandes, la pregunta que a veces se hace y que está mal planteada suele ser: “¿Qué tiene para que le hagan bullying?”. Y muchas veces las respuestas son: “Ah, porque es boliviano”, o “porque es gay”. No, no es por eso. Es porque existen el odio, la discriminación, la xenofobia, el maltrato, y esta creencia de que uno puede tener derecho de usar, abusar u hostigar al otro para obtener un beneficio, pero no por las características del que es victimizado.
-Frente a las preguntas de los más chicos, claramente la respuesta de la persona adulta puede prevenir el bullying a futuro.
-Sin dudas, estoy convencida de eso. Nuestras intervenciones cuando los chicos son chiquitos no sólo sirven para ese momento sino para que los chicos vayan construyendo en sus cabecitas esa voz, esa consciencia de “esto está bien, esto está mal”. Los niños van construyendo el pensamiento incluyendo. En muchas ocasiones cuando son tan pequeños corremos el riesgo de interpretar cosas que no son las que los chicos están diciendo. Hay veces que, en el afán de prevenir, de intervenir, de trabajar con el mejor de los sentidos en prevención del bullying, uno comete el error de ver en los chicos intenciones que no había y de no verlas cuando las hay. Eso es lo difícil del abordaje del bullying. Por eso es permanente la acción de prevención, detección y abordaje. Ante el primer gesto discriminatorio uno tiene que plantar bandera y decir “esto no se hace”.
-¿Qué manifestaciones pueden evidenciar que un chico o una chica está siendo víctima de bullying?
–En general los chicos se apagan; están sumamente tomados por el problema. Pero no surge de un día para el otro; esto es gradual. Empiezan a quejarse, cambian su comportamiento, muchas veces son de una manera de lunes a viernes y de otra los fines de semana. Esto es algo que las madres y los padres dicen mucho. Llega el lunes y están grises, tristes e irritables. Muchas veces, con alumnos de primaria, vemos que no quieren ir a la escuela y no dicen el motivo, y no lo hacen porque a nadie le gusta reconocerse como víctima. También lo advertimos a partir de cambios de carácter, cambios en el sueño o en el rendimiento escolar. También ocurre con chicos que son muy buenos alumnos y que de pronto no quieren estar más en ese lugar porque son muy cargados y dejados afuera por eso. Hay que pensar cuánto tienen que ver los padres en esto. Porque en ocasiones son los padres, con su narcisismo, quienes quieren que sus hijos sean protagonistas del acto escolar, los abanderados o los líderes del equipo de fútbol, cosas que a los chicos muchas veces no les interesa.
–¿Cómo pueden actuar la escuela y las familias frente a la sospecha o la evidencia de que una nena o un nene está sufriendo acoso escolar?
-A partir de toda una búsqueda de años fui armando distintas estrategias, pero soy anti programa. No creo que los programas puedan servir para todas las escuelas, por eso a veces se reclaman soluciones mágicas para que en la escuela no haya bullying y eso sería como pretender que no haya angustia. Creo que el bullying es un síntoma de un montón de otras cosas. Si no buscamos en esas otras cosas vamos simplemente a retar, castigar, sancionar a los chicos, pero no vamos a resolver lo que lo genera. Hay dos maneras de que la familia se entere o lo suponga: que el hijo se quiebre y cuente o que se lo cuente otra persona. En algunas ocasiones sucede que la maestra llama a la familia, otras veces pasa que se encuentran chats o lo descubren por algún otro lado. En situaciones así suele pasar que la mamá o el papá se desborde. En ese desborde muchas veces las familias cometen errores, algunos difíciles de remontar.
-¿Por ejemplo?
-Un error es hablarlo por WhatsApp y encarar a la mamá del otro chico o de la otra chica. En casos extremos la familia va a los medios de comunicación. El motivo, obviamente, que la ayuden, pero su motivo expone mucho más al hijo o a la hija. En primer lugar, todo lo que hagamos tiene que manejarse con mucha confidencialidad y protegiendo la confianza que nuestra hija o hijo tuvo en nosotros o en algún amigo que fue el que después nos lo contó. Lo último que tenemos que romper es esa confianza. Para poder construir y mantener esa confianza le tengo que preguntar a ella o a él qué es lo que está dispuesto a que yo haga: “¿Te parece/te gustaría que fuera yo a la escuela?”. La respuesta suele ser “no”. Es necesario respetar ese no y convencerlo de alguna manera en que va a hacer falta que vaya. Pero en un primer momento siempre hay que escuchar a quien es victimizado, lo mismo del lado del docente. Es importante entender que el bullying es un problema real. Porque lo que pasa es que todavía hay gente que sigue pensando que es una estupidez, que es un invento o que esto le pasa a los flojitos. Lo dijo el expresidente en su momento: “A mí me hicieron bullying y yo salí mejor”; y esto impacta en la sociedad. Esa creencia de que “hay que aprender a bancarse los golpes de la vida y fortalecerse”. Si todos nos fortalecemos, pero sigue habiendo desequilibrio y crueldad, el abuso viene igual.
-¿Hay momentos puntuales en la niñez y en la adolescencia en que aparezca este perfil de víctima o victimario?
-Se da con más fuerza cuando los chicos entran en la pubertad y empiezan a construir su identidad de otro modo, con una presión más fuerte teniendo en cuenta la mirada de los demás.
-¿Qué sucede cuando, al querer intervenir, el primer obstáculo proviene de las familias?
-Uno puede llamar a los padres de ese chico o chica y que los padres no lo vean como un problema sino todo lo contrario. Me ha tocado estar con padres que dicen “bueno, en este mundo es mejor que haga eso y que no se lo lleven puesto a él” o “prefiero que sea el líder de la manada y no sea la presa”. En donde mi pregunta a esos padres suele ser: “¿Por qué piensan que en el mundo tiene que haber cazadores y presas?”. Por eso es necesario trabajar con las familias, con la escuela y los espectadores.
Las nuevas formas de acoso en las redes
-El uso de las redes sociales aumentó considerablemente a partir de la pandemia. ¿Qué es el ciberbullying y cuánto se ha incrementado en los tiempos actuales?
-El ciberbullying consiste en la humillación sostenida a lo largo del tiempo en una plataforma que tenga que ver con lo digital, sean redes sociales o juegos online. Insisto en que tiene que ser entre pares, en edad escolar y con la intención de hacerlo. Si un chico sube una foto en la que un amigo salió mal, pero lo hizo sin mala intención, no estamos hablando de ciberbullying. Sí todo lo que tenga que ver con mostrar imágenes que dejan a una compañera expuesta o con viralizar contenidos que un chico no quiso con el objetivo de hacerle un daño. En el espacio digital se amplía a miles y miles la posibilidad de viralizar un maltrato. La humillación es muchísimo más dolorosa. Y además no termina nunca porque un video de tal o cual se puede recuperar dentro de unos años. Los chicos, cada vez más chicos, están hiperconectados. En la pandemia, dimos permisos, y hubo que darlos para quienes tienen el privilegio de estar conectados, para poder estar con los otros, seguir con la escuela, entretenerse, y además para que los adultos pudiéramos trabajar. Eso hizo que los chicos estuvieran todo el tiempo conectados y que nosotros estemos tan abrumados de cosas que hayamos perdido de alguna manera la posibilidad de acompañarlos. Sería una oportunidad ideal para enterarnos a qué juegan, cuándo juegan, con quién juegan, en qué redes están, qué videos hacen.
-¿Cómo es que el ciberbullying se da también en juegos online?
-Uno podría decir que el Among Us, por ejemplo, es un juego simple en el que hay que encontrar a un impostor. De golpe se empezaron a armar conflictos enormes entre los chicos porque sirve muchísimo para excluir, para armar grupos de juego donde a un compañero no lo inviten. Lo que se agravó también en 2020 fue que la única posibilidad de encuentro para los chicos era a través de zooms o juegos online. Y ahí no a todos les va de la misma manera. Dado que todo lo que se dice en los chats es literal, muchos la pasan mal porque no entienden la diferencia de lo que era la intención en el juego y lo que el otro piensa de uno. La palabra dicha y la palabra escrita en los chats tiene un impacto muchísimo más alto y más grave en la subjetividad de los chicos. Las clases por zoom también pusieron cantidad de cosas de manifiesto, y ahí todas las herramientas de los docentes para intervenir frente al conflicto entre los chicos cambiaron las reglas del juego. Muchos docentes también se empezaron a dar cuenta de que también ellos eran víctimas, de alguna manera, del mal uso de las redes sociales.
-¿En qué sentido?
-Se puso en juego qué es lo que uno muestra o no. Es muy fina esa línea de hasta dónde me acerco al mundo virtual de los chicos para tener confianza y dónde tengo que poner un freno. Está bueno que estemos en Instagram, sí, pero Instagram es otra cueva nefasta que despierta las peores cosas de las personas. Sin embargo, uno puede ver cómo estar. Y lo mismo les pasa a los chicos. Los que tienen muchos seguidores solamente hablan, como en Black Mirror, con los que tienen seguidores. En ese mundo es donde muchos adolescentes construyen su subjetividad, su identidad.
-Dados los contenidos que contempla la Educación Sexual Integral (ESI) seguramente se trate de una herramienta valiosa para abordar la problemática del bullying en las escuelas.
-Sí, está sumamente articulado, porque trabajamos quién es el otro, hasta dónde el otro puede avanzar sobre mí, hasta dónde yo le digo que sí o que no al otro, cuándo hay que frenar, qué es íntimo, qué es privado. Se sigue relacionando a la ESI solo con la genitalidad, que es lo que mucha gente cree o teme. La ESI es más que eso, aborda fundamentalmente el vínculo con el otro, el respeto por uno mismo y por los demás.
Fuente: Página/12