Huir para vivir

Por: Guillermo Alvarado

La pandemia de covid-19, que ha trastocado la vida en casi todo el planeta, no ha impedido que otros azotes anteriores a la crisis sanitaria, entre ellos la necesidad de millones de personas de abandonar sus hogares para poner a salvo sus vidas, continúen afectando a varias regiones del mundo.

De esta manera, en 2020 a pesar de la enfermedad fueron alrededor de 55 millones de seres humanos los que tuvieron que desplazarse dentro del territorio de su propio país, con el objetivo de escapar a la violencia, los conflictos armados o los desastres naturales.

Este flujo de refugiados internos, como se les conoce, es el mayor registrado hasta hoy desde que se lleva nota de estas movilizaciones y la cifra podría ser todavía mayor debido a que el nuevo coronavirus impidió en ocasiones hacer un recuento más completo.

Los datos fueron recogidos en un informe elaborado por el Centro de Vigilancia de Desplazamientos Internos, IDMC, con sede en Ginebra, y el Consejo de Refugiados Noruego, NRC,  que monitorean el fenómeno.

Estos datos no toman en cuenta a los 26 millones de personas que se trasladaron hacia otras naciones, la mayoría de las veces debido a motivos similares, señalaron los investigadores.

Jan Egeland, jefe del NRC, aseguró que «es impactante que el año pasado, a cada segundo, una persona se viera obligada a abandonar su hogar dentro de su propio país».

Agregó que una buena parte de los desplazados no acudió a centros de refugio tradicionales por miedo a contagiarse con la covid-19, lo que incrementa sus dificultades para sobrevivir, sobre todo entre niños o personas mayores.

Los conflictos armados que tienen lugar en Burkina Faso, Mozambique, Afganistán o Siria, por mencionar solo algunos, provocaron que 10 millones de seres humanos perdieran todo y se sumaran a este éxodo masivo.

En el continente americano la situación más grave ocurre en Colombia, donde en 2020 sumaron 106 mil los desplazados por la violencia.

Otra causa de esta tragedia está en los cada vez más frecuentes e intensos fenómenos naturales, como ocurrió en Centroamérica y El Caribe que vivieron una temporada ciclónica inusualmente activa.

Los huracanes Eta e Iota obligaron a decenas de miles de familias a buscar refugio en otros lugares, sobre todo en el llamado corredor seco, que se extiende desde el sureste de México hasta Costa Rica.

No se espera que la situación vaya a mejorar, ni mucho menos, por lo que la comunidad internacional tendrá que estar atenta para enfrentar y atender estas emergencias y evitar dolores innecesarios.

Fuente: Radio Habana Cuba.

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