Los Invisibles y los desaparecidos

(Primera parte, 26 de Julio de 2019)

Por: Francisco Parada Walsh*

El Salvador vive un genocidio silente, pensiones de hambre, violencia irracional y desapariciones diarias; es una guerra de las más infames que con la complacencia, silencio y complicidad de algunas autoridades y sectores económicos se desbordó como burbujas rojas de champan convirtiendo a nuestro país en una pesadilla para los jóvenes y no en un país de esperanzas como debería ser: Jóvenes desaparecidos, no nos hemos dado cuenta que al morir un joven lentamente un país muere o si nos hemos dado cuenta, entonces somos unos miserables cómplices de los asesinos.

Lamentablemente la indiferencia e indolencia nos viste, nos cobija y nos esconde; nada perturba a un salvadoreño, nada; cada día hay una o dos fotos de señoritas y jóvenes que desaparecen, “se los tragó la tierra” y pareciera que así es; estamos ante una epidemia de asesinatos y de impunidad y nada parece despertarnos de ese vergonzoso trastorno del sueño o de la goma eterna del salvadoreño; somos una sociedad adormitada, despertamos y nuestros jóvenes siguen desapareciendo; pareciera que aquel juego infantil de las estatuas de marfil cobra vida en El Pinochini de América: “Los salvadoreños de marfil, son aquí, son allá, uno, dos y mil”.

¿Dónde están estos jóvenes que día a día desaparecen?: Es duro responder a esto pero en la mayoría de los casos la desaparición es un nuevo y perverso método donde el cuerpo jamás será encontrado y así, las autoridades de seguridad que son los invisibles e incapaces arguyen vergonzosos e incrédulos argumentos en conferencias de prensa, ¡Que tristeza!; ¿Por qué desaparece un joven?: Por haber nacido en las entrañas de una sociedad mala, egoísta, traidora y enferma; ¿Qué delito comete un joven para ser asesinado y desaparecido?: SER JOVEN, esa es su condena, no puedo entender el dolor de un padre al buscar a su hija de hospital en hospital, de morgue en morgue, de llanto en llanto, de nunca en nunca

¿Cómo podemos ser tan indiferentes ante la desaparición y muerte de un joven salvadoreño?: No lo sé pero somos una sociedad enferma de cuerpo y alma; ya nada nos conmueve; quizá mientras escribo estas líneas muchos salvadoreños se preparan para largas y etílicas vacaciones agostinas, ¿Quién importa en este país?: “Yo” importo, todo se traduce en mi bienestar aun si esto conlleva el sufrimiento de otros; ocupamos a nivel mundial el primer lugar en femnicidios, no se sabe de estadísticas sobre desaparecidos pero no dudo que estaremos en los primeros diez lugares, ¡Vergonzoso lugar!; abordar temas de un dramatismo y crudeza indescriptible parece que no gusta a muchos, eso poco importa a mi persona pues escribir sobre lugares turísticos sería ponerme una venda que venda mi alma y dejar de señalar algo que debe parar, no podemos permitir que por culpa de los invisibles (altas autoridades de seguridad del gobierno pasado y sigue la mula al trigo) los desaparecidos sean un tema irrelevante. ¿Qué pasaría amigo lector si fuera su hija quien sea la desaparecida?: ¡Ah, ahí cambian las cosas!, creo que no tiene respuestas ante algo que nunca imaginó sufrir, es por eso que debemos señalar y poner el dedo en la llaga para que nuestras autoridades de seguridad revisen sus protocolos, inviertan en fortalecer servicios de inteligencia para evitar esta nueva epidemia. Recientemente un anciano amigo fue capturado por sospechas de violación a su nieta, los agentes responsables de su detención le hicieron creer que lo llevarían a una clínica para su atención médica, lo subieron al vehículo y luego le informaron de su detención, ¿Cómo es posible ocupar sendas argucias para detener a un anciano y son incapaces de agilizar y prevenir una desaparición de un joven?, al final el anciano amigo salió libre. Un desaparecido no se lo traga la tierra, hay muchos testigos que vieron todo pero callan ante el temor y ante la perpetua impunidad. Conversando con un amigo le preguntaba si con escribir semanalmente se logra algo y él me respondió que sí. Hoy lo entiendo, pues basta un padre de un desaparecido que estas líneas sirvan de apoyo y que sepa que no está solo, me doy por servido. ¡Nunca más un desaparecido!

*Médico salvadoreño

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