Más de 7,3 millones de personas en Guatemala, Honduras y El Salvador están en riesgo de hambre severa. Vicepresidenta Kamala Harris anunció 310 millones de dólares para hacer frente al problema, gran parte iría a ayudas directas e inmediatas; las proyecciones para este año en la región no son alentadoras.
Por Tomás Guevara.
Amplias franjas de población del llamado Triángulo Norte de Centroamérica están en alto riesgo de pasar hambre severa. Datos compilados por diferentes organizaciones sobre la región dan cuenta de la problemática que pone en mayores aprietos al istmo.
Hasta marzo de este año se contabilizaban en Guatemala, Honduras y El Salvador 7,3 millones de personas que estaban en la franja de crisis o emergencia alimentaria, según registros del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y su división encargada en la materia, cuyas proyecciones para el siguiente periodo que culminará en septiembre próximo no son nada alentadoras.
Las condiciones de vulnerabilidad en esta región, que resiente los efectos del cambio climático, más el impacto de la pandemia que ha golpeado de manera desproporcionada a las zonas urbanas donde persisten altas tasas de desempleo y se han reducido la capacidad e ingresos del sector informal.
La Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES), estima que en El Salvador los trabajadores por cuenta propia en condiciones de subsistencia llegan a representar hasta un 70% de la fuerza productiva del país, un dato muy similar a sus vecinos Guatemala y Honduras.
La directora del Departamento de Estudios Sociales de esta entidad, Helga Cuellar, sostiene que de cumplirse las proyecciones de falta de alimentos, El Salvador vería casi duplicada la cifra de 684.000 nacionales –que en marzo estaban en condición de crisis alimentaria- a más de 1 millón al cerrar 2021.
Los pronósticos para Guatemala y Honduras también apuntan en la misma línea de preocupación.
“Si no se han tomado las medidas adecuadas para agosto de este año se puede tener hasta un 16% de la población en situación de emergencia o crisis”, afirma Cuellar, refiriéndose al país de menor extensión territorial y el más densamente poblado del continente americano, lo que representa un reto para la autosuficiencia en alimentos.
Visión de Estados Unidos y las necesidades más allá del Triángulo Norte
La vicepresidenta Kamala Harris anunció en abril reciente la dotación de 310 millones de dólares en cooperación para abordar la crisis de inseguridad alimentaria en el Triángulo Norte de Centroamérica.
Esta consistiría en “brindar asistencia y protección a las personas vulnerables en las comunidades de toda la región, e incluye 255 millones de dólares en asistencia humanitaria para responder a necesidades inmediatas”, anunció el Departamento de Estado en el marco de la visita del jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken a la región, y a escasos días de la llega de la vicepresidenta Harris a Guatemala.
Se espera que la segunda al mando del gobierno de Estados Unidos aborde este tema en sus encuentros bilaterales durante su visita dada la urgencia del tema.
Sin embargo, la directora del Programa de Sistemas de Información para Resiliencia en Seguridad Alimentaria, (PROGRESAN)– de SICA, Patricia Palma, dice a la Voz de América que visualizar sólo el Triángulo Norte para esta problemática se queda corto, porque la crisis de inseguridad alimentaria y el impacto de cambio climático van más allá de los límites fronterizos de los tres países.
No obstante desde el organismo regional –comenta- que hacen trazos a partir de las vulnerabilidades manifiestas en cada estado o por zonas, y ven también cómo el fenómeno de desnutrición que tiene asideros de largos años especialmente en franjas excluidas, se ha visto agravado con la pandemia y los recientes desastres causados por fenómenos naturales.
Apostar por tecnologías agropecuarias y evitar desperdicios
Desde el sector productivo de Honduras, al igual que de Guatemala ven con preocupación los números de casi 3 y 4 millones de habitantes de esos países que tiñen el mapa de la subregión en color naranja.
Si bien la pandemia de COVID-19 no golpeó a este sector vital en 2020, los dos huracanes Eta y Iota le dieron un golpe de dimensiones colosales a la agricultura en los dos países, pero en especial a Honduras.
Para Anabel Gallardo, presidenta de la Federación Nacional de Agricultores y Ganaderos de Honduras (FENAGH), los fenómenos del cambio climático, más el poco acceso a tecnología agropecuaria y otros problemas estructurales de ese país les ponen en desventaja y acentúan la crisis.
Aunque ella cree que Honduras al igual que Guatemala tienen potencial para asegurar su capacidad alimentaria e incluso para posicionarse en el mercado internacional de productos alimenticios, lo que generaría fuentes de empleo y reduciría dramáticamente las migraciones.
“El país tiene los recursos naturales adecuados para poder intensificar nuestras producciones, tanto en recursos tierra como en agua, lo que sentimos que hace falta es apoyo y financiamiento para que los pequeños productores puedan producir los alimentos de sus regiones y ponerle el valor agregado a esos productos”, dice la presidenta de FENAGH a la Voz de América.
Como si los costos de producir fueran pocos, en la región también se han contabilizado los porcentajes de alimentos que se pierden por no existir cadenas de almacenaje y transportación adecuadas; se considera que hasta un 7% de los productos alimenticios terminan en el botadero o depreciados por las faltas de infraestructura y cámara frías para conservarlos.
La rectora de la Universidad Zamorano, Tanya Müller, primera mujer en dirigir este centro de referencia en la formación agronómica en el continente, comenta a VOA que desde este recinto académico donde los estudiantes de 17 países compaginan teoría y práctica a la vez, se tiene muy claro que con una adecuada tecnificación la región podría salir de la franja crítica.
En parte porque es contradictorio que América Latina que produce el 16 por ciento de los alimentos que abastecen el mercado mundial, tenga una subregión como el Triángulo Norte que se muestra tan vulnerable en seguridad alimentaria.
La rectora Müller reconoce que el gran reto está en cómo impulsar las agriculturas de subsistencia, aquellos pequeños productores que están fuera de los esquemas de producción a escala y donde es más difícil intervenir con tecnología por las condiciones mismas de pobreza y exclusión.
Pero sienta sus esperanzas que con el impulso del sector privado, la investigación y formación en recintos académicos como Universidad Zamorano, registrada en el estado de Delaware en Estados Unidos y basada en Honduras, más una cooperación internacional bien enfocada, podrían cambiar el rostro de la región y superar la inseguridad alimentaria.
Generar un mayor compromiso del sector privado
Las “penosas cifras de desnutrición crónica en Guatemala” sostiene Yolanda Mayora, directora de Sostenibilidad de la Asociación de Exportadores de Guatemala (AEG), es un problema endémico, pero acentuado en la actualidad con los efectos del cambio climático y agudizado con la pandemia, que muestra retrocesos en los niveles de desarrollo.
Ante eso dice que desde su posición, y como representante del sector privado en la Comisión Nacional de Seguridad Alimentaria, apuestan por un trabajo transversal donde puedan conectarse los esfuerzos del gobierno del país centroamericano -que supera los 18 millones de habitantes y tiene la mayor cantidad de población en crisis de alimentaria- con la iniciativa privada.
Pero recalca que las políticas públicas no solo deben contener componentes asistencialistas, sino apostar por cambios estructurales que permitan que la población salga de la condición de pobreza y pueda generar sus fuentes de auto sostenibilidad.
“Este tema no es una opción para el sector privado porque nuestros clientes en el exterior cada vez son más exigentes que los productos que se exporten responden a normas de respeto al medio ambiente y apoyo a la población”, explica Yolanda Mayora.
Por el momento preocupa a estas expertas consultadas por VOA que las proyecciones indican un agravamiento para una subregión que supera los 34 millones de habitantes y con otros problemas de inseguridad ciudadana, corrupción entre otros males endémicos.
Las sequías y alteraciones provocadas por los fenómenos del Niño y la Niña no son nuevos en el istmo, pero en los últimos años se han detectado también sequías prolongadas en al menos dos corredores secos en el Triángulo Norte; que agudizan el problema; sumado a los huracanes e inundaciones.
Desde SICA, como desde FUSADES, en El Salvador, FENAGH en Honduras, la AEG en Guatemala y el Zamorano ven con optimismo la apuesta de Estados Unidos para apoyar a la región, pero entre diferentes matices hablan de los enfoques y abordajes para resolver un problema tan vital para los 3 países.
Fuente: VOA Noticias.