En sus últimos días, aun sin memoria, ‘Gabo’ seguía presente: Rodrigo García

Por Reyes Martínez Torrijos.

El premio Nobel de Literatura 1982 Gabriel García Márquez (1927-2014) en sus últimos días “no tenía memoria, pero vivía el momento muy tranquilo y en paz, seguía presente”, dice su hijo Rodrigo García Barcha, autor de la crónica Gabo y Mercedes: una despedida, que estará a la venta a principios de julio.

En entrevista desde España, el cineasta menciona que “eso hizo de alguna manera la etapa final un poquito más llevadera; no estábamos viviendo la tragedia de una persona enferma que sabía que estaba muriendo. No, ya había estado muy desconectado”.

En el libro, publicado por el sello Literatura Random House, García Barcha relata los días postreros de sus papás, que dan pie a reflexiones y recuerdos de su relación con ellos, la disciplina de Gabo al escribir y el trato con sus amigos, así como el interés de García Márquez en sus lectores, como les llamaba, en vez de admiradores, entre otras escenas.

Rodrigo García (Bogotá, 1959) informa que con su hermano Gonzalo planea la realización de un museo en la casa de sus padres. “Estudiamos estructurar algún tipo de patronato, de asociación cultural, para tener la casa como un museo y, posiblemente, un centro cultural”.

Sostiene que le gustaría que fuera “un lugar que se pueda visitar, que se mantenga la casa en gran parte como está, con el fin de satisfacer la curiosidad de ver cómo vivían Gabo, Mercedes y su familia, que habitaron ahí más de 40 años; además, que fuera algún tipo de centro cultural que hiciera promoción no sólo de la obra de Gabo, sino de nuevos autores. Es pronto, apenas se está conceptualizando”.

Obra justa y precisa

El también realizador de series televisivas dice que empezó a escribir el texto cuando les avisaron que a García Márquez le quedaban unas tres semanas de vida. “Todo era irreal y muy cargado de sentimientos, de incredulidad. Entonces, empecé a tomar notas sin ninguna intención, para recordarlo, a lo mejor para escribir algo y tenerlo, o para que lo leyera la familia.

“Cuando murió mi padre lo escribí todo como relato. No sabía muy bien qué hacer, si publicarlo… Era demasiado largo para ser un artículo, corto para un libro. Sabía que mi madre no era muy amiga de publicar cosas privadas y lo dejé a un lado. No fue sino hasta el año pasado, cuando ella murió, que me di cuenta del tema real: la despedida de los padres.”

Destaca que quería hacer un libro “muy justo, muy preciso” del contacto con sus padres, que lo hacía “un testigo privilegiado. Esa fue una de las cosas que me animó a escribirlo, un punto de vista que sólo podíamos tener mi hermano y yo, único. Después de escribirlo pensé que valía la pena compartirlo.

“Por supuesto tengo muchos más recuerdos, muchas más cosas, no tanto de esos días, sino de toda la vida, pero quería que el texto tuviera este tamaño. Si le agregaba un poquito más, de pronto podría ser de 300 páginas y una especie de memoria de la vida creciendo en esa casa, los padres, la fama, y no quería eso. Aunque es corto, creo que es mejor que no sobre nada”.

“Yo no soy la viuda; yo soy yo”

García Barcha refiere que la familia estaba muy acostumbrada a la fama de Gabriel García Márquez. “El homenaje en Bellas Artes fue un recordatorio contundente. Estuvieron miles de personas, literalmente, paradas bajo la llovizna para pasar un momentito a despedirse.

“Tratamos de balancear lo público con lo privado, entre su muerte y el homenaje, de jueves a lunes. Lo privado era también relativo, porque la casa estaba llena de personas. Todos, amigos y familiares, pero fue la manera en que mi madre lo soportó más. Todos los días estar acompañada. Era una negociación constante: ¿dónde poner la línea entre lo privado y lo público? Era una línea que siempre está en movimiento”.

La narración consigna la frase de Mercedes Barcha cuando le llamaron viuda de García Márquez: “Yo no soy la viuda; yo soy yo”. Rodrigo García enfatiza que “ella siempre fue muy ella. Fue la esposa, por supuesto, pero siempre fue muy ella, y tenía un sentido de su propia identidad, de su propia naturaleza, bastante fuerte.

“Ella no era responsable o coautora de los libros, pero la vida en pareja se vive juntos y en la crianza de los hijos, las decisiones y el ambiente de la casa, a veces en las resoluciones de los trabajos y carreras mutuas. Es una pareja y ellos fueron muy pareja. Ella manejó mucho la vida privada y su logística, de una existencia que se volvió más grande a medida que crecieron la fama y el éxito de Gabo.

Luego del fallecimiento del autor de Cien años de soledad, “aunque la salud física de mi madre se deterioró, su cabeza siempre estuvo muy entera. Hubo muchos intercambios y pláticas alrededor de lo que fue llevar los escritos y parte de la biblioteca de mi padre al Harry Ramson Center, en Texas; llevar sus cenizas a Cartagena, y construir ahí el monumento donde reposan sus cenizas”.

Fuente: La Jornada.

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