Por: Francisco Parada Walsh*
Empieza en la madrugada, siempre he sido de despertar temprano, a veces demasiado temprano. Lo que no puede faltar es ese café negro con azúcar blanca en tazas verdes como la esperanza; es la computadora mi compañera de vida, le doy los buenos días y empezamos a escribir por horas; luego un desayuno sencillo, dos tortillas tostadas con queso o unos huevos con vegetales, nada complicado; preparo las cosas que llevaré a la caminata diaria, una pala y una mochila pues siempre encuentro alguna bella planta que nace en la senda del silencio; quienes me acompañan es una manada de perros, son felices, dan vueltas de perros y no de gatos en verdes pastizales, solo los observo, se meten a charcos, a cascadas a chapalear, hago como que no los veo y envidio esa felicidad, son niños bellos que enseñan que solo tenemos el presente, solo este momento.
Siempre encuentro alguna pareja de árboles enamorados, ayer vi a un pino y a una pina abrazados, se hacen los disimulados cuando me ven, rápidamente dejan de abrazarse pero no pueden ocultar su amor, de tantos pininos ya nacieron unos pinitos, es una familia feliz; las orquídeas con sus bellas flores me preguntan por qué no las llevo a casa, les digo que no tengo dónde ponerlas, que haré un bello lugar para traerlas y tomar café y quizá un buen abono para ellas.
Parece mentira pero en ese bellísimo paraje salen hobbits, ya no me asustan, siempre están pendientes de mi llegada y se ríen de mis botas de hule, me preguntan dónde las compré pues en este invierno tan fecundo no se puede caminar sin botas y sin sueños. A lo lejos escucho al Pájaro- León cantar, este binomio de la naturaleza es algo mítico, se entiende que es una gran pajarraco que siempre avisa que anda un feroz león al acecho, le tengo miedo más al pájaro que al león, el pájaro es demasiado parlanchín y que tal me sale el pájaro picón picón ¡Ahí si me jodí! mientras el león es serio, imponente y sería algo único terminar en la panza de un león así que ni eso detiene mi caminata matutina.
Regreso cansado, a sembrar alguna plantita sencilla; ya es media mañana, a preparar la clínica del pueblo, esto es como “El Coronel no tiene quien le escriba” y en mi caso se debe leer: “El doctor no tiene pacientes que lo visiten” que aunque pase el día esperando pacientes no vienen, así que ya estoy acostumbrado a ese sueño de creer que alguien vendrá; sin embargo vienen aquellos pacientes que me tienen confianza, son muchos, muchísimos, la distancia no importa, vienen de Honduras, otros caminan cinco horas para una consulta y saben que en mi trastocada mente trato de cumplir ese Juramento de Hipócrates, mejor dicho no trato, lo cumplo; el dinero no es mi motor sino el servicio.
Ya es hora de preparar el almuerzo, una de mis pasiones es cocinar pero en el área rural escasea todo, hay días de vacas flacas pero infinitamente flacas, y el fin de semana cocinamos sueños y una lasaña, un filet mignon, algo diferente a la dieta diaria; el vino que en vano limpia mis venas, la cerveza y el ron no faltan en mi vida y junto a los peludos y bigotes arreglamos el mundo. Por la tarde disfrutamos de la lectura, eso es hermoso, leer lo que sea, poco a poco acabé con todo lo que tenía de lectura, un libro es como lo es una bella canción que se vuelve a escuchar, hago lo mismo con el libro, lo vuelvo a leer y todos esos personajes son mis amigos, mis compañeros en esta bendita soledad.
Particularmente me encanta leer lo que me dejará algo, no soy de novelas ni de libros de escritores famosos, me gustan libros que valen tres dólares, esos sencillos libros que ya no se encuentran pues en este país se abren más bares que librerías. Hablo por teléfono con amigos, no pasan de cinco, estoy al tanto de todo lo que sucede en el país a pesar de no estar en ese infierno que es la capital; poco a poco me viste la noche y como las gallinas busco a qué palo subirme; es obligatorio un buen documental que me arrulla mientras mis gatos y perros roncan.
Escribo estas sencillas líneas pues algunas personas conocidas y lectores me han preguntado qué hago en un día, soy la persona más normal y sencilla que se puedan imaginar, como les digo a mis pacientes cuando me dan las gracias por mis servicios profesionales, que soy yo el agradecido por depositar su salud en mis manos, igual le diré al lector, soy yo el agradecido por leer mis sencillos, llorosos o divertidos artículos.
*Médico salvadoreño