Walter Raudales*
Sin duda estamos, en El Salvador, ante una verdadera tragedia. Y no es la primera vez que lo decimos. Lo hemos venido anunciando en distintos espacios, desde el momento en que tuvimos la certeza que lo que se avecinaba era una tempestad sin límites.
Así describe la situación actual la Universidad José Simeón Cañas (UCA):
Las finanzas públicas salvadoreñas están maltrechas; de no ser así, no serían necesarios los cientos de millones de dólares en préstamos aprobados por la Asamblea Legislativa desde el 1 de mayo. Además, no hay señales de avance en las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para la obtención de un préstamo de $1,300 millones a través de un acuerdo de servicio ampliado. La capacidad de endeudamiento de El salvador está llegando a su fin. A esto se suma la caída en los precios de los bonos y la baja calificación del riesgo país debido a la inseguridad jurídica nacional y la falta de un plan económico serio. El Gobierno urge de dinero y se está quedando sin opciones razonables.
Si todas las transacciones son en dólares, ¿para qué se necesita el bitcóin? ¿Cuál es la necesidad de implementarlo desoyendo todas las advertencias de expertos? ¿Quién se quedará con las comisiones que se cobren por el manejo del bitcóin? Si todo el que reciba la criptomoneda la cambiará a efectivo inmediatamente, ¿de dónde saldrán esos dólares? Mientras las preguntas se multiplican sin cesar, el presidente y sus funcionarios se enredan cada vez más en un tema que, a la vista de sus atropelladas e incoherentes declaraciones, no manejan. Hasta el momento, muchas dudas sobre el bitcóin y una única certeza: los problemas del país continúan sin ser en verdad atendidos.
Así la describe la realidad salvadoreña Mario Vega, pastor general de la Misión Cristiana Elim:
Cosas como el desempleo, la pobreza, el alza al costo de la canasta básica, las extorsiones, las desapariciones, la migración, la falta de acceso a agua potable, la atención deplorable de la salud y las pensiones indignas se han vuelto rutinarias hasta el punto de normalizarlas. Es sobre estas verdades de la vida diaria, unas llamativas y otras apenas perceptibles, que se construye la forma histórica de la pasión del pueblo de Dios. Es ese pueblo al que hay que estar atentos como señal de los tiempos que nos interpela y nos desafía a actuar con valentía.
En la medida en que las condiciones de vida de las personas se deterioran y en la medida en que la pobreza y la inseguridad les oprimen y les roban la esperanza, las iglesias, como expresión terrena de Dios, deberían llamar la atención hacia las víctimas para que los responsables de tanto dolor se conviertan de su pecado y comiencen a actuar humanamente.
Ambas posiciones y descripciones de El Salvador real fueron publicadas el fin de semana anterior.
Evidentemente hay motivos para preocuparse. Lo que actualmente estamos viviendo lo podríamos definir como DESESPERANZA o crisis de Esperanza.
Ante una situación de este tipo surgen, con razón, diferentes tentaciones.
– La primera tentación y la más común es irse del país, huir, migrar. Este fin de semana me encontré en diversos sitios con amigos y personas que su proyecto principal es irse y andan moviéndose en función de eso. No los juzgo. En esta debacle parece ser lo más cuerdo. Pero no todos tienen capacidad financiera, contactos, familias en la diáspora, o el valor para irse a comenzar una nueva vida. Muchos lo piensan, lo desean, intentan pero no pueden.
– La segunda tentación es AISLARSE, no meterse en nada (por lo peligroso, dicen). INDIVIDUALIZARSE más de lo que estamos. Quedarse calladitos, hacer mutis, meterse en su caparazón. Convivir con el miedo. Caer en la desesperanza. Darse por vencido. Sobrevivir sumiso, amedrentado.
– Hay una tercera, es seguir haciendo lo que haces, continuar con tu vida como si nada pasar, aparentemente todo normal. Expresando el descontento de vez en cuanto en privado, algún chat por ahí, un twitter, con deditos arriba o abajo en Facebook. Aparentemente alzando la voz sin alterar su zona de confort, entretenido en el juego de humo y cortinas, pero sin dar el salto a la organización.
SIN EMBARGO, hay otro camino contra la crisis de esperanza y sus tentaciones. Porque una cosa es sobrevivir sumiso y otra muy distinta es sobrevivir con conciencia y en lucha.
Si usted toma esas 30 monedas del bitcóin (de la traición de Judas) está claro que es un sumiso. Si no lo hace ha empezado a tomar conciencia.
Hay tatas cosas que se pueden hacer contra la desesperanza para poder sobrevivir y resistir en conciencia. Se pueden hacer, en verdad, variedad de acciones para pasar la tormenta en lucha. ORGANÍCESE, en lo comunal, en su colonia, en su gremio, en el trabajo, en donde sea. Hay que dar la batalla desde lo colectivo. Como dijo el mártir P. Rutilio Grande: sólo nos salvamos en racimo.
Acá en el Movimiento Independiente son bienvenidos. Algo estamos haciendo y vamos hacer.
*Director de El Independiente.