Por: Luis Arnoldo Colato Hernández*
Se ha dicho que el presente es la suma de los eventos previos, que se coluden para provocar una situación vigente y presente, que impone su dinámica con la que deberemos lidiar; tal realidad entonces es consustancial tanto del pasado como del presente, y potencialmente del futuro.
Ahora mismo para el caso, la institucionalidad es erosionada tan rápidamente desde la propia administración, que en breve su única razón de ser será la de sustentar el quiebre institucional, pues gradualmente su horizontalidad es corroída para así favorecer su sometimiento a la verticalidad necesaria, para así asegurar al orden que ahora se impone desde el ejecutivo.
Pero, ¿cómo ha sucedido?
El nepotismo, la corrupción, la impunidad, el desvió de fondos públicos para favorecer intereses particulares, el amiguismo, el compadrazgo, los intereses de las élites, el modelo impuesto desde la firma de los acuerdos de paz, todos estos son corresponsables de la trama que hoy padecemos, que nos expone de nuevo al abismo del conflicto interno.
¿Porque a un nuevo conflicto interno?
Porque los criterios interesados con los que somos gobernados ahora, son diametralmente opuestos al interés de la República, de la norma establecida, la cual ha sido violentada descarnadamente para favorecer la postura del ejecutivo y su grupo de poder, lo que repercute en las relaciones de éste con el soberano, del cual a pesar de alardear de manera permanente cual si de un mantra se tratara, que es su interprete, su único representante, su mayor defensor, el único que en la historia a sabido comprenderlo, lo cierto es que este discurso es demagogia pura, y basta con examinar con quienes se deja ver el ejecutivo para llegar a tal conclusión: youtubers, empresarios, figuras de los medios, etcétera, en ningún caso con Juan Pueblo o con María Calles, a quienes mantiene de manera permanente alejados, y solo recurre a ellos en la procura de tensionar las relaciones con sus vecinos por razones politiqueras, recurriendo a las mas bajas tretas y modos, incluso a la difamación, al insulto, a la distorsión intencionada de la verdad y con el solo ánimo de salirse con la suya, con su capricho, con su dobles amoral.
Eventualmente eso nos conducirá a niveles de conflictividad no solo ideológico confrontativos, también de carácter armado, pues la intolerancia imperante se crispa en esa dirección por parte del ejecutivo, para de tal suerte distraer al soberano de los temas de interés general: el orden constitucional, el sometimiento de las fuerzas del orden al orden constitucional, el tema económico, el tema de la independencia institucional, y por supuesto, la sujeción al orden constitucional de todos los actores estatales, lo que ahora es corrompido intencionadamente por el ejecutivo.
No se puede, no se vale, en tal sentido, alegar que el tono de gobierno es reflejo de la “Ola de mesianismo, plutocracia y cleptocracia” que domina a la región, pues somos los constructores del camino que seguimos, por lo que aun podemos enmendar la ruta, previniendo el desastre y construyendo un futuro sustentable.
*Educador salvadoreño