Por: Prof. Mario Juárez
Un maestro estaba sentado en su escritorio, revisando unos papeles, cuando un alumno se le acercó y le dijo:
– Buenos días, profe, ¿qué hace? Lo veo bien ocupado…
– Pues, aquí revisando tareas -le contestó el maestro sin levantar la vista.
El maestro, al fin fijó su mirada en el alumno y descubrió la tristeza pintada en el rostro del niño y le preguntó: ¿Por qué estás tan triste? El muchacho le respondió que estaba triste porque no tenía un regalo que darle en el día del maestro.
– ¿Puedo contarle algo, maestro? Necesito hablar con usted.
– Claro –le respondió el maestro.
– Fíjese que mi compañera Remigia le regaló a su maestra unos guantes muy lindos…
– ¿Es la que no pone atención en clases y pasa platicando, y le importa poco lo que diga su maestra?
– Esa misma, profe.
– ¿Y qué más?
– Mi compañero Anacleto le regaló un par de zapatos a la maestra.
– ¿Es el que les responde mal a los maestros y no obedece indicaciones ni sugerencias?
– Ese mismo, profe.
– ¿Y qué más?
– Mi compañero Manfredo le regaló un vestido a la maestra.
– ¿Es aquel que no le gusta colaborar y pasa peleando con los demás y poniendo apodos?
– Ese mismo, profe.
– ¿Y cuál es tu preocupación?
– Es que yo estuve ahorrando para darle un regalo a usted, y pues, ayer cuando venía caminando en la acera, y se me cayó el dinero en el tragante y… no tengo para su regalo.
– ¿Y eso te preocupa?
– Sí, maestro, porque hoy es el día del maestro y yo quería darle a usted un regalo.
Aquel profesor sencillo, rascándose la cabeza, le dejo con voz pausada: “Quiero que comprendas que los regalos no hablan, no obedecen, no ayudan, se desgastan y se tiran… Además, yo no soy tu maestro porque tú tengas que darme un regalo. No. Soy maestro porque te tengo a ti como mi alumno. ¿Para qué quiero regalos? Yo te aseguro que algunos maestros quisieran tener alumnos como tú, obediente, respetuoso, trabajador, responsable, cariñoso… ¡Pero no los tienen! Y yo sí te tengo; y no te tengo para un día de la semana, sino para todo el año escolar. ¿Para qué quiero regalo de un día, si tú eres mi mejor regalo de todos los días?”
El alumno se le acercó, abrazó al maestro y le dijo: ¡Gracias por ser mi maestro! Y El profesor, sonriendo, exclamó: ¡Gracias a ti por ser mi alumno!