Conversatorio con El Diablo

Por: Francisco Parada Walsh*

Todo el evento se realiza en un teatro situado en Metro Centro. Largas filas de personas esperan que abran la venta de boletos, se puede ver la ansiedad de muchísimas personas que por fin, tendrán al diablo frente a ellos y aun, le podrán hacer las preguntas que deseen. Todos empiezan a entrar, ya la boletería se agotó, algunos no respetan y hablan por teléfono mientras en el fondo, en una marquesina del teatro se lee: “Por favor apagar los celulares”.

Las luces se apagan, es la Siguanaba la quien será la moderadora, a pesar de su fino vestido es evidente unos senos que le llegan al ombligo y a pesar de tantas cirugías plásticas, sus pies están al revés, su boca muestra la burda evidencia del bótox, pareciera más funcionaria de gobierno que ese espanto que tanto asusta a los hombres birriondos; es ella quien da las instrucciones, todos los presentes están extasiados cuando ella dice, con ustedes: “Don Diablo”;  A pesar de la oscuridad es tan fácil ver al diablo llegar, se sienta cómodamente en unos sofás acomodados para la ocasión y mientras, el público aplaude frenéticamente; Don Diablo se quita los cachos y los pone en una mesa frente a él; es la Siguanaba quien dice que por favor las preguntas deben ser breves, momento que aprovecha Don Diablo para arreglar su capa y sus largos bigotes.

Es una joven quien levanta la mano, inmediatamente la Siguanaba le presta el micrófono y pregunta a Don Diablo ¿ Señor Don Diablo, Por qué se ha quitado los cachos?, Don Diablo, algo contrariado le dice que solo son simples adornos, que si llegara con diadema o con el cabello pulcro y  relamido por  la gelatina Moco de Gorila nadie le tuviera miedo, que serviría de chiste y a la vez le  dice a la joven que aun, siendo Don Diablo y con sendos poderes fue Doña Diabla quien le fue infiel y que desde ese día le fueron creciendo más  los cachos pero que cansa mucho cargarlos, por su peso; el público aplaude a rabiar,  Don Diablo no parece inmutarse ante tal ovación; es un hombre mayor quien pregunta a Don Diablo qué es eso del exorcismo; Don Diablo, algo pensativo por la pregunta le dice que eso es básicamente un trastorno de la personalidad y que de una u otra forma se debe hacer la pantomima que la persona ha sido poseída por el diablo, le dice que tanto el cura que llega a realizar el exorcismo sabe que es mentira pero si no hace nada, los feligreses se irían alejando cada vez más de la iglesia y aun, les dice Don Diablo que mientras las iglesias están vacías, esta sala de este teatro está a reventar; toda la audiencia calla.

No podía faltar un cura, es algo conocido en El Pinochini de América por haber sido capellán del ejército, éste, queriendo poner voz firme, voz de hombre increpa a Don Diablo al decirle que si no fuera por él, este mundo sería el paraíso; Don Diablo, más diablo por viejo que por diablo lo reconoce inmediatamente, y a pesar de la larga sotana,  ésta no cubría unos tacones fucsia que este prelado lucía y fue Don Diablo quien le responde que por personas como él es que las iglesias cada día están más vacías, que sus fantasías de amor y de locura son de todos conocidos y que en vez de vestir tan elegante sotana,  se vería mejor con una licra ajustada, en ese momento el diablo aprovecha para ponerse los cachos y con una voz que paro los pelos de los presentes le dice: “Recuerda que tú eres uno de los nuestros, nosotros, los diablos nos conocemos bien”.

La audiencia guardó silencio; a pesar de la oscuridad fue este cura que aprovechando la confusión, decidió retirarse en el mayor silencio sin embargo el taconeo lo delató y fue que el público gritó al unísono: ¡Al infierno, es de las mismas de siempre! La Siguanaba estaba desconcertada y mientras los ánimos caldeados se tranquilizaban, aprovechó para pedir silencio y a la vez decir a la concurrencia que al final del evento, Don Diablo firmaría su último libro titulado: “Sin Diablo no hay Tetotas ni Paraíso”, todos los presentes aplaudieron.

Es una señora ya entrada en años quién levanta la mano y sin rodeos pregunta: Bueno Don Diablo, al parecer tu eres una invención del mismo hombre y debes decirme si estoy o no equivocada: El diablo fija su mirada en una bella joven que está sentada en primera fila,  algo confundido y tartamudo ante semejante belleza que tenía frente a él, responde que cada persona tiene su cielo y su infierno en esta vida, que una vez  muere, esa energía se queda vagando por el infinito pero que todo acaba, todo.

Era evidente la cara de asombro de los presentes, algunos se codeaban y es la Siguanaba quien dice a los presentes: “Gracias por su asistencia a tan magno evento, en la salida Don Diablo estará dando autógrafos y habría venta de sabrosa y picante comida, sobre todo de “Espaguetis a la Diabla”. Los ´presentes aplauden frenéticamente, todos están locos. Fin.

Médico salvadoreño

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