Por: Francisco Parada Walsh*
Está a punto de arder. Será sangre azul y blanco la que correrá por las cunetas de la miseria, esos oscuros callejones serán testigos de las correntadas de lágrimas de ese salvadoreño que siempre saca la peor parte de esa tajada del pastel que ya es tan común en nosotros, aceptar que lo devoran los grandes, los dueños de la finca. Todo está listo para que El Salvador explote, arda y cada hogar salvadoreño será apenas cenizas que gimen de pesar.
En esta tragedia no hay nada de divino ni pagano, no es un Dios ausente el que quiere vernos crujiendo de dolores, no, son dos actores, en una esquina tenemos a la perversión como nunca pudo existir y en la otra esquina de ese ring llamado El Pinochini de América tenemos a una población endrogada, torpe, ciega que ni siquiera lee nuestra historia. Serán los millenian quienes se convertirán en vagabundos de la vida, en pobres profesionales y profesionales pobres, en arrimados, en la nada (Todo sigue igual).
¿Cuál delito se le imputa a una sociedad tan indolente?: La ignorancia de creer que la vida es un táctil cuando la vida es amor, dolor, pasión, entrega, respeto, lectura, juicio crítico y por ese delito la condena no será la Pena de Muerte sino La Pena de Hambre; no, no, si todos fuesen fusilados sería un premio a una muchedumbre que cree en solo ellos y no merecen la muerte; merecen el hambre, el desahucio, la pobreza, el llanto de sus hijos por cobardes. No vine al mundo a quedar bien con nadie, no, solo que desearía que todo esto fuera un sueño pero no, es una tragedia, de esas desgracias tan acostumbradas a que estamos los salvadoreños; no se debe olvidar FINSEPRO- INSEPRO (Niño de teta comparado al fraude AFP).
Las AFP y el tiro de gracia que se le dará a un salvadoreño es esa moneda que existe y no existe. El polvorín está por explotar, será casa tras casa la que sufrirá dolores de parto, solo que esos dolores serán compartidos por hombres y mujeres; me siento roto como un trapo, no puedo armarme ante una catástrofe de tales magnitudes; ¿Qué pasó con ese salvadoreño “animalita”?: No existe, nunca ha existido y debe cada quien seguir balando como buen guanaco, un guanaco llorón e indolente que no tuvo la hidalguía de defender a su patria, a su familia, a su prójimo sino que él solo, él solo se pone firme en un paredón para ser fusilado ¡Nadie le ha dado órdenes! Es el salvadoreño guanaco-sopa de pitos que en una especie de secta permite que sus líderes lo envenenen, solo que esa pócima no es un químico y ni por cerca un agente neutro tóxico como el gas Sarín sino que es más poderoso, muchísimo más poderoso es ¡La sopa de pitos! guanacos que abren sus picos cual chontes tiernos para tomar tal brebaje, ¿Cómo podemos ser tan pendejos? ¿Cómo? Ni idea, ni idea.
El Polvorín estallará, nadie saldrá bien librado, hablo de ese pobre, de ese profesional, de ese pensionado, de ese que vive de las remesas que en su magnánima estupidez no entendió cómo es el juego de la vida y de la muerte en este lloroso país y que por unos macarrones vendió su alma al diablo. Dios solo observa, al final es nuestro libre albedrío el que se ejecuta, ese libre albedrío lleno de tanto odio, de rencor, de envidia y de muerte. No nos importan los muertos, no nos importan los desaparecidos, no nos importa nada más que el yo, sí, conjugar “Soy cachimbón, soy salvadoreño”, ¡No somos nadie! Lloro ante lo que se viene, lloro, me duele el corazón ver a mi patria, esa patria pequeñita, siempre pobre, siempre viviendo de fiado, siempre con alguna dolama caer hecha pedazos ¿Quiénes se salvarán?: Pido a Dios a que envíe a un Noé 2.0 y se lleve como en aquellos tiempos a todos los animales, que caiga fuego y sal sobre nosotros, no merecemos ser rescatados, no merecemos piedad, somos demasiado indolentes.
Si, pendejos 3.0. La maldad no tiene cachos, cachos tienen los hombres, defensores de esta patria arrepentida que lucen sendos cuernos por haber sido infieles a la tierra salvadoreña. Como dice un viejo dicho: “No lloren como mujeres lo que no pudieron defender como hombres”. Adiós Patria amada, adiós, para nunca volverte a ver.
*Médico salvadoreño