Por: Rosa M Cubela
Alguien que yo quiero mucho me dijo que si yo sabía lo que eran y significaban las manos, cuando escuchó mi teórica respuesta, sonriendo me dijo: “y mucho más”. Me quedé un poco perpleja sin saber adónde quería llegar y entonces dijo:
“Cuando llegamos al mundo, nuestro primer contacto es con un par de manos suaves que nos reciben del regazo de nuestra mamá. Las manos son las palabras del corazón. Aman, odian, toman o dan, golpean o acarician. Las manos de una madre, por ejemplo, calman el dolor de la caída al correr, secan las lágrimas después de un reto.
El corazón sin las manos no sería nada, porque ellas son su más fiel expresión cuando acompañan tus labios al tirar un beso a lo lejos, cuando con increíbles caricias hacen brotar de una guitarra las más bellas melodías. En el amor, las manos acarician, suaves y curiosas, rincones escondidos para descubrir la belleza del compartir. Aman sin sonidos, sin miradas.
Abiertas solo te ofrecen y cerradas no quieren dar. Están las manos que nos dan protección, las que modelando crean arte, las que amasando nos alimentan con pan. Las que curan llenas de amor.
El corazón sin las manos no sabría hablar. Las manos, la expresión del amor, el corazón en franca conversación, cuando se trata de dos. Las manos marcan y guían el camino como la brújula. Están las que pueden leer, porque no ven, o las que hablan sin voz.
Dame tu mano y tendrás mi corazón. Toma mi mano y tan solo sírvete de ella lo que quieras.