Conejillos de Indias

Cuesta entender que todo lo que sucede en el país no es más que seguir el trazo de una larga fila de migas de pan, como Hansel y Gretel, de un mal cálculo y terminar en las garras de la bruja; a esta  operación se me antoja ponerle de nombre “El conejillo de Indias”.

Por: Francisco Parada Walsh*

Nos fulminaron con el virus, y no nos engañemos, todo fue preparado de tal forma para reventar al mundo de sueños y ansiedades; ya no se escuchan los “Chalecos amarillos”, los jóvenes universitarios desaparecidos en Chile como en tiempos del carnicero Pinochet, Sur América apenas respira, apenas respira pero nosotros agonizamos; este país de ríos de llantos, desvaríos y sueños boquea, y a nadie parece importar, ni importamos.

Después de ser sometidos a la cuarentena más larga del mundo ahora sucede que, de un día para otro seremos más pobres de lo que éramos, y aun, muchísimas personas me comentan qué sentido tiene preocuparse, “solo se desgasta” cuando en días, no hallaremos qué hacer. Ese es el salvadoreño promedio, aquel, que mientras lo joden, lo torean, le halan el pelo, le tocan las nalgas prefiere irse de farra a entender que su vida nunca será igual.

En mi sencillez y lejanía poco puedo hacer, mejor dicho ¡Nada! Pero me aterra lo que sucederá el 8 de septiembre, mes fatídico en nuestra historia donde las paredes serán nuestras interlocutoras, las únicas que escucharán nuestros lamentos. Cambiar una moneda estable como es el dólar por una volatilidad solo puede suceder en estas tristes tierras donde poco importa el hambre, la muerte y el futuro de un país, al final ¡Nada nuevo! Esa es nuestra esencia, donde “Sálvese quien pueda” no es un dicho, sino una dura realidad.

Me desconcierta tanta maldad, no merecemos tanto, pero será el karma de este país el que debe pagar por tantas faltas de respeto a su gente. Somos aparte de borregos, conejillos de indias donde de ese híbrido nada puede salir bien, nada y es el llanto del padre de familia que cual plañidera se empieza a escuchar en cada hogar ¡Qué tristeza! Servir de experimento mundial, no hay país en el mundo que haya desechado el dólar por una moneda de curso legal de las más esquivas, sucias y mafiosas que pueden haber, pero nada me extraña, nada, estamos ante un desgobierno al que nunca le importó su gente y tampoco es algo nuevo, solo que la desfachatez, la exhibición de pobres gatos llama a reflexión del pecado mortal que cometió el votante, ¡Más torpe no pudo ser! Pero ya es tarde, no hay nada que hacer.

Eminencias, hombres fogueados por la vida cayeron rendidos a los cantos de sirena, nunca imaginaron que les zamparían una daga desde el trasero hasta el buche y se las volverían a zangolotear y ahora, aparecen los dolores de un embarazo que no tiene fecha de parto, puede ser que esto termine en un descalabro y en un robo nunca vistos o el embarazo duela más de lo que un pueblo pueda soportar.

Es fácil argumentar, analizar, ser videntes después de una jodida que nadie esperaba pues las pensiones harán que muchísimas personas que creyeron en un retiro digno terminen sus vidas,  en pensiones baratas, que sus vidas caigan a niveles jamás soñados y ese es mi pobre, ese soy yo. Un país indolente que prefiere pasar jodiendo en vacaciones tiene todo el derecho a ser esquilmado, humillado, masacrado ¡por pendejos! Mientras escribo, millones de personas empiezan sus vidas laborales, creyendo en que la vacación fue algo inolvidable, así será la jodida que se llevarán ¡Inolvidable! Pero me causa tanta tristeza ver a un país aparte de sometido, saqueado, enfermo, contagiado y pobre; nuevamente, aparece en la lejanía el mayor saqueo en la historia de nuestro maltrecho país como es robarse el dinero de las pensiones, y saldrá esa maldita oligarquía en caballo blanco, nadie se acuerda de ellos, esos, que armaron un grasoso negocio a costa del sueño de un retiro digno y cae, el “brillante” presidente de pinochilandia en una trampa que el mismo tejió, nadie de la oligarquía, dueños de ese dinero de los ahorrantes se queja, aparece, al contrario, se ríen de la candidez de un pueblo y del presidente que, tomando un dinero sagrado, será este vergonzoso acto, la cereza al pastel.

Nuevamente la oligarquía sale triunfando, el pueblo pobre, ni cuenta se da del desfalco, apenas se contentan con retirar el 25 % de sus ahorros cotizados pero el pez gordo, “Los verdaderos titiriteros” se ríen de mí y de un pueblo entero, y aun, de un presidente que creyendo en poderes superiores, fue tan ingenuo para poner el cuero y que sea el pueblo, ayer, hoy o mañana quien saque las correas de ese mismo cuero. Un día creí en el buen juicio del salvadoreño, hoy no, nada me extraña, nada.

*Médico salvadoreño

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