“Errar es humano, perdonar es divino, rectificar es de sabios”, reza la conocida frase del poeta británico Alexander Pope, que ofrece un camino claro de comportamiento ético y realista. Reconocer que toda persona puede equivocarse implica entender las limitaciones intrínsecas del ser humano y que nadie es poseedor de la verdad absoluta. Sin embargo, el orgullo, algo también muy propio de la humanidad, lleva a muchos a no aceptar sus errores y a que, por tanto, no rectifiquen sus acciones. Algunos podrán reconocer sus equivocaciones en privado, ante sus círculos más cercanos, pero nunca lo harán públicamente para no dañar la imagen que buscan proyectar. La humildad es la virtud necesaria para rectificar los errores, pero escasea en aquellos que tienen poder o aspiran a tenerlo.
A los ojos de analistas y especialistas en diversas materias, el presidente Bukele, con el apoyo de sus adeptos, ha cometido graves errores que tendrán importantes consecuencias negativas para la población y el país en general en el mediano y largo plazo. Irrespetar de forma continua el Estado de derecho, destruir la institucionalidad democrática, apoyar la violación a los derechos humanos, endeudar el país a niveles que ponen en duda y en riesgo la capacidad nacional de pago, asumir el control del órgano judicial, utilizar el poder estatal para destruir a enemigos personales e institucionales, decretar la inmunidad para los corruptos de su Gobierno, alimentar el odio contra todos los que difieren de sus ideas o las critican, aprobar la Ley Bitcoin, promover una reforma constitucional sin garantías ni controles independientes, generar una crisis en la relación con Estados Unidos son algunos de esos errores graves.
¿Las consecuencias? Pérdida de credibilidad ante la comunidad internacional, retiro de los ahorros, inseguridad jurídica, aumento del riesgo país, disminución de la calidad crediticia, caída estrepitosa de los precios de los bonos estatales y dificultad creciente para obtener financiamiento de corto plazo, entre otras. Estas son razones más que suficientes para reconocer que es urgente un cambio de rumbo y rectificar de inmediato los errores cometidos. Un primer y necesario paso en esta dirección sería abolir la Ley Bitcoin, algo que aportaría tranquilidad y seguridad tanto a los ciudadanos como a las organizaciones financieras internacionales, de las cuales El Salvador requiere ayuda para salir de la crisis económica en la que está inmerso.
Si para la mayoría de las personas es difícil aceptar sus errores, más lo es para quienes ejercen autoridad y tienen puestos de decisión importantes. El orgullo desmedido, la creencia popular de que la autoridad no puede equivocarse y que reconocer los errores es una muestra de debilidad obstaculizan el camino hacia la rectificación. Sin embargo, un gobernante que en verdad desea servir y buscar el bienestar de la población se caracteriza por su humildad y por su capacidad de rectificar cuando se equivoca. En esto Nayib Bukele podría marcar una verdadera diferencia con todos los presidentes que le han precedido. Si en aras del desarrollo del país y el bienestar de la gente reconociera que se ha equivocado y marcara el cambio de rumbo correspondiente, daría un paso real y evidente para desmarcarse de quienes él denomina “los mismos de siempre”. Pero ¿tiene el presidente la capacidad de rectificar?
EDITORIAL UCA.