El trabajo invisible de las mujeres: «No queremos una nueva normalidad»

Por Sonia Santoro.

«No hay nada peor que referir a un orden dado como ‘normal'», dice Laura Pautassi en el libro Feminismos, cuidados e institucionalidad. Homenaje a Nieves Rico. Una frase feminista en un libro feminista que homenajea en vida a Rico por haber sido la gran promotora de la agenda de los cuidados en América Latina. Tanto Pautassi como Rico se preguntan a qué normalidad pospandemia nos quieren hacer volver si está claro que para las mujeres la previa no era un lugar apacible sino uno plagado de violencias, desigualdades y discriminación. Para pensar la pandemia y una salida que incluya a todes, las expertas hablan de un concepto novedoso, “sindemia”, que permite dar cuenta de la complejidad de la crisis que disparó la covid-19, no solo a nivel sanitario sino económico y social.

El libro Feminismos, cuidados e institucionalidad. Homenaje a Nieves Rico se acaba de publicar por Fundación Medife EditaHabla de la agenda de los cuidados (el trabajo invisible que en general hacen las mujeres en las casas, limpiando, cocinando, cuidando niños y ancianos, etc; y también el trabajo rentado dedicado a cuidar a otros), una agenda que el feminismo traía hace años pero con la pandemia se puso en evidencia. Rico es antropóloga y doctora en Sociología y fue una promotora central de la agenda de los cuidados, tanto desde su lugar en la División de Asuntos de Género como de la División de Desarrollo Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), aportando a la promoción de los sistemas nacionales de cuidados en Uruguay y en Costa Rica y promoviendo los procesos en otros países de la región. Pautassi también es una referente en el impulso de los cuidados como un derecho humano. Es doctora en Sociología y Derecho Social e investigadora principal del Conicet e Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales A. Gioja. Fue consultora de organismos de Naciones Unidas donde trabajó cerca de Rico.

–Se ha dicho mucho sobre cómo la pandemia puso este tema en agenda. En esta vuelta a cierta normalidad, ¿se han logrado algún tipo de cambio o repetimos los mismos errores?

LP: –La pandemia mostró en una primera mirada que no se sabía lo que pasaba en el hogar con el enfoque de género. E inclusive visibilizándose, porque nadie puede decir a esta altura que no sabe lo que pasa adentro del hogar, no se avanzó en ninguna distribución sino al contrario. Entonces, la verdad que estamos peor, porque la concentración en un mismo espacio físico de trabajo productivo y reproductivo, o el trabajo remunerado y no remunerado, tensionó todavía más a los hogares, de hecho ocurrió un crecimiento de la violencia y sus múltiples manifestaciones. Sobre todo hay que destacar también que la pandemia generó muchísima violencia contra les niñes y adolescentes, ahí se ve un factor muy fuerte, sumado a las afectaciones que también hubo de la salud mental. Pero creo que lejos estamos de haberlo distribuido, ni hablo de la redistribución, y esto que es algo que venimos diciendo hace siglos, el problema es la desigualdad estructural. ¿Entonces de qué normalidad venimos hablando?

Ahora, si hay un aspecto interesante es que se habló de cuidados o sea, la estrategia comunicativa de cuidados fue muy interesante, probablemente no fuimos las feministas las que diseñamos las campañas pero hubo un tema muy interesante ahí de instalar el “cuidate”. Okey, ¿cómo se va a cuidar esa persona, qué herramientas hay para eso? Eso fue quizás lo que faltó.

–Ustedes hablan de sindemia, ¿qué implica este concepto?

NR: –Es muy importante entender que la pandemia se instala en América Latina en un escenario de desigualdades estructurales, entonces cuando empieza la pandemia, la expansión de este virus, pero sobre todo cuando empiezan las medidas que adoptan los distintos gobiernos, el distanciamiento, la cuarentena, los cierres de frontera, el lavarse las manos o comprar alcohol gel, mascarilla, junto con el “cuidate” y el “quedarse en casa” como consigna para superar esta situación, empezamos a ver que no le podíamos echar toda la culpa al virus de lo que estaba pasando con las mujeres, al interior de los hogares, con las trabajadoras domésticas que estaban perdiendo sus empleos y que no tenían apoyo estatal. Ahí tomamos un concepto que viene de la antropología médica y de la epidemiología crítica, que es un concepto muy nuevo, sindemia. Es un concepto que nos permite analizar la confluencia o la sinergia de riesgos y de amenazas, que producen que las personas y los individuos, en particular las mujeres, se vean afectados con una mayor vulnerabilidad, una mayor posibilidad de enfermarse, o una mayor posibilidad de que las restricciones asociadas a las medidas afecten su autonomía y sus derechos. Entonces traemos este concepto a las ciencias sociales, en particular para poder entender de mejor manera las consecuencias que las medidas políticas, sumadas a la crisis sanitaria, están teniendo sobre la población. Entonces nos permite comprender mejor qué les pasa a las mujeres que están en hogares en situación de pobreza. Por ejemplo, sabemos que América Latina es la región del mundo donde hay mayor mortalidad producto de la pandemia, asociada no al virus mismo sino a la sumatoria de otros riesgos y amenazas. Pero hay algo que también nos lleva a decir que no queremos una nueva normalidad, en la medida en que la normalidad era parte del problema; el pensar que vamos a volver a como estábamos antes, en particular para la problemática de cómo está organizado y distribuido el cuidado, para las mujeres no es una buena noticia. Porque como estábamos era parte de nuestro problema. Entonces también conceptualizar desde la sindemia nos permite entender mucho mejor los fenómenos, ver todas las variables que están actuando, darle una mirada interseccional o de cruce de clase, de pertenencia étnica, y al mismo tiempo ojalá nos permita hacer propuestas feministas y transformadoras para la pospandemia.

¿Pueden adelantar algunas de esas propuestas?

LP: –Hay algunas propuestas bien interesantes que están elaborando los países, con algún apoyo en mayor o menor medida en otros casos, y también tenemos riesgos muy fuertes en el escenario pospandemia. Creo que el mayor riesgo lo tiene Uruguay en estos momentos, precisamente porque el cambio de gestión puso en tensión al sistema nacional de cuidados. O países como Brasil, con todo lo que está sucediendo, en donde ese avance se mezcla con los fundamentalismos religiosos que disputan políticas públicas, o el caso de México en donde se habla de rematernalizar los cuidados en las mujeres. Entonces tenemos esa situación, en el campo de los derechos humanos hablamos de la regresión, y esa regresividad en las políticas está prohibida.

Después tenemos otros escenarios que son mejores. En el caso de Argentina el cuidado entró directamente en la agenda, había algunas medidas antes y sobre todo la conformación con esta gestión del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad que puso el tema en agenda. También el Ministerio de Economía, por ejemplo, avanzó en que tenemos cálculos del aporte del trabajo no remunerado en el PBI, y esos cálculos en el aporte también muestran el escenario pandémico, cosa que es muy importante, porque nosotras veníamos diciendo que esa es la economía no monetaria, que en medio de la crisis traccionó la economía monetaria que estaba paralizada. Entonces por eso cuestionábamos tanto esos discursos de economía versus salud. Los derechos son interdependientes, no podemos poner esos dos derechos confrontados. Entonces de esa mano también se desplegó un proceso interesante en la Argentina, que es además de ponerlo en una agenda, empezar a debatirlo con parlamentos de cuidados, con producción de información que antes no teníamos, el compromiso de hacer una encuesta del uso del tiempo, el compromiso de que en el censo de población que se va a hacer en el próximo año esto exista, la instalación también de una Dirección nacional de cuidados, que eso es muy importante dentro de la institucionalidad, y también se convocó a una comisión de expertes para la creación de un proyecto de ley para un sistema nacional de cuidados que está en proceso, un proceso quizás de largo plazo. Hay también una mesa interinstitucional de cuidados previa a la pandemia, que no es una mesa de crisis y eso es algo que quiero destacar, me parece que una experiencia virtuosa es no ponerlo como crisis, sino como un momento en las crisis, y por eso el concepto de sindemia: es donde más se necesitan fortalecer proyectos y apuestas políticas.

Bogotá tiene un sistema distrital de cuidados que fortaleció fuertemente, en Chile está ahora en el debate constituyente y el derecho al cuidado es altamente factible que sea reconocido como un derecho. Entonces creo que ha habido, como siempre, luces y sombras, pero creo que estamos más en un camino de luces, por lo menos de instalar muy fuertemente a nivel social el tema.

–Más al nivel de las normas, ¿no?

LP: –No solo de las normas, el punto es ese, empezar con que las mujeres rompan con esa idea de la naturalización del cuidado, ahí me parece que hay un núcleo que tenemos que desandar fuertemente, que los varones empiecen a ejercer su responsabilidades y sus obligaciones en torno al cuidado. Una preocupación que compartimos con Nieves en este escenario sindémico de la crisis de los cuidados es que en la pospandemia ya cayó el empleo y los niveles de pobreza crecieron, y esto siempre afectó más a las mujeres y a los niñes, entonces en ese escenario pospandemia tenemos que fortalecer mucho más, pero también buscando un cambio cultural muy fuerte, cosa que las organizaciones sociales comunitarias en un deber virtuoso de solidaridad y sororidad lo han ejercido, y no hablo de virtuoso como de virtud sino que es un proceso que hay que apuntalar con políticas públicas.

–En su artículo usa una palabra interesante: la “elasticidad infinita” del trabajo de las mujeres…

LP: –Hace muchos años que venimos insistiendo con eso, hay una burocracia asistencial y un conjunto de políticas asentadas sobre ese concepto, en el cual las mujeres siempre van a bancar todo. Este es un punto muy fuerte para trabajar y en el cual la pandemia nos demostró que hay que terminar con las condicionalidades. Las familias sin tener conectividad hicieron lo imposible en los sectores vulnerables para garantizar que los chicos no salieran del sistema educativo. Lamentablemente se han salido del sistema educativo porque no se pudo garantizar, pero los hogares lo intentaron, ¿entonces qué me vienen a hablar de la condicionalidad? Como si para los sectores en condiciones de vulnerabilidad la educación no fuera un bien tan alto como para los sectores medios educados. Entonces ahí me parece que este es un momento para instalar también que esto tiene que salir de la agenda de las burocracias de las políticas sociales.

NR: –En este período ha quedado más claro que nunca la importancia de la economía no monetaria y es más, si la economía monetaria a partir de la pérdida del empleo, de la baja de la productividad y demás, ha decaído, evidentemente la economía no monetaria ha subido, y en el caso de Argentina el estudio que hizo el Ministerio de Economía lo muestra claramente: el aporte en relación al PIB del trabajo doméstico no remunerado y de cuidado ha aumentado en este período. Entonces creo que si una mayor conciencia de la importancia de la economía no monetaria también llevaría a pensar en presupuestos públicos y priorización de políticas públicas dirigidos a reconocer y valorizar esa economía no monetaria; eso es un ámbito en el que hay que trabajar.

–Ejemplo de eso podría ser la medida de sumar un año por cada hijo a las mujeres que se jubilan y no llegan a cumplir los años de aportes ¿no?

NR: –Claro, ahora esa es una experiencia que existe en Chile hace unos siete años, existe en Costa Rica y en varios países de la región, en donde hay un reconocimiento para la jubilación de las mujeres de hijos vivos. También lo hay en algunos países en el caso de disolución del matrimonio, si la mujer no tuvo ingresos a partir del mercado laboral también hay un reconocimiento dentro de la distribución de los bienes. Pienso en que hay medidas que se tomaron en este tiempo que podrían prolongarse, que no sean solamente medidas de contención, y que nos hacen mirar las cosas de otra manera. Un ejemplo es la ley de teletrabajo en el caso de Argentina, donde estipula el derecho a la desconexión que es algo sumamente importante y el derecho al cuidado de aquellas personas que estuvieran haciendo teletrabajo. Son cosas que antes, aunque hubiese trabajo a distancia, no estaban contempladas, ni en Argentina ni en otros países había normativas o derechos laborales al respecto. Que se haya por ejemplo adoptado ahora en este momento es interesante no solamente para este momento sino la concepción transformadora de que el trabajador y la trabajadora tienen hijos y no son huérfanos.

–Con las licencias pasa algo parecido. Están pensadas para el momento del nacimiento de hijos e hijas, y después es como si esas personas no existieran más…

NR: –Sí, aparte el tipo demográfico aumentó la esperanza de vida y demás, es muy normal hoy que un trabajador o trabajadora de 40 o 50 años tenga sus progenitores vivos a los cuales tenga que cuidar, podríamos decir. También creo que la pandemia cuando se instala en otras desigualdades estructurales dejó en claro lo difícil de nuestros sistemas de salud, y no solamente en los aspectos de gestión sino también en lo que implica el empleo en el sector de salud, que es un empleo feminizado en donde los ingresos y salarios que tienen las trabajadoras en enfermería y limpieza son bajos cuando uno los compara con otros sectores instalados. Creo que la gran propuesta, y que no es nueva, nos lleva a pensar en políticas universales claramente, superar un poco la demanda focalizada y apuntar hacia políticas universales que puedan garantizar desde el Estado el ejercicio del derecho al cuidado, en este caso.

–¿Alguna otra propuesta?

NR: –La Confederación de sindicatos de trabajadoras domésticas asalariadas de América Latina puso ahora el lema “cuida a quienes te cuidan”, creo que también tenemos una deuda enorme con la formalización y los derechos y mejores remuneraciones, con las trabajadoras domésticas asalariadas, que están aumentando además en la región. Durante mucho tiempo había descendido y ahora es el gran nicho donde se insertan las mujeres, sobre todo las mujeres de menores recursos, con menores niveles de instrucción, etcétera. Ahí tenemos una deuda, como tenemos una deuda con las mujeres de los sistemas de salud, y una deuda al interior de los hogares, que creo que el tema es que no hay que pensar que las soluciones son arreglos particulares, no es que Pepito arregla con Juanita y Juanita negocia, sino que esto es como sociedad, buscar nuevos pactos, alianzas, y un nuevo pacto sexual en donde la vieja división sexual del trabajo esté puesta en entredicho.

Fuente: Página/12.

 

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