Varios miles de personas marcharon por las calles de San Salvador este 15 de septiembre, en el marco de la celebración del Bicentenario de la Independencia, para repudiar al gobierno de Nayib Bukele.
Organizaciones populares, movimientos estudiantiles, sindicatos y diversos sectores ciudadanos se incorporaron a la decena de convocatorias que hubo previamente. El reclamo social es, principalmente, contra la imposición del Bitcoin, el intento de reelección presidencial, la re-militarización del país y la grave regresión democrática en el tiempo que lleva la administración Bukele.
Como dijimos en el editorial anterior, ante la falta de contrapesos institucionales y la ausencia de oposición política real, es la movilización ciudadana lo único que puede frenar la dictadura que se está instaurando en El Salvador, sobre todo después del 1o de mayo de este año cuando el bukelismo tomó el control de la Asamblea Legislativa y -con eso- del resto del aparato estatal.
Las marchas cívicas de hoy confirman que la protesta social es el camino para detener los delirios autoritarios de Bukele y las erráticas políticas de su gobierno. Y ojalá que el mandatario reciba el mensaje enviado por las movilizaciones: después de 200 años de sufrir presidentes autoritarios, autócratas, dinásticos y dictatoriales, el pueblo salvadoreño no está dispuesto a aguantar a un gobernante más de este tipo.
Bukele debe tomar nota de esto y hacer las correcciones correspondientes o se enfrentará a un creciente movimiento ciudadano que no quiere una nueva dictadura porque considera que la democracia es condición básica para construir un país justo, incluyente, equitativo, pacífico, digno y sustentable.
¿Y cuáles serían esas correcciones necesarias? Pues, la población exige restablecer el orden constitucional que ha sido desmantelado, derogar la Ley del Bitcoin, revertir el proceso de remilitarización, abrir el acceso a la información y rendir cuentas, detener el excesivo endeudamiento público y renunciar al intento de reelección presidencial.
Ojalá que el presidente se deje llevar por la sensatez y el sentido común que le permitan escuchar a la población, aceptar el mensaje y rectificar sus actuaciones; y no actúe con la soberbia y prepotencia que le caracteriza, pues eso sólo podría acelerar su decadencia.
Hoy se demostró que la población está despertando del engañoso sueño bukelista y está perdiendo el miedo a expresarse. La protesta social es el camino y este movimiento debe seguir hasta derrotar al autoritarismo.