Por María Josefina Arce
En medio de un mundo de grandes desigualdades, agravadas por la COVID 19, que ponen en peligro la estabilidad y seguridad internacionales, transcurre en Nueva York el período 76 de sesiones de la Asamblea General de la ONU, iniciado hace algunas horas, precisamente en el Día Internacional de la Paz, que se celebra cada año el 21 de septiembre.
Como bien afirmara el líder sudafricano y luchador antiaparteid Nelson Mandela: «La Paz no es simplemente la ausencia de conflicto, la paz es la creación de un entorno en el que todos podemos prosperar.»
Y la COVID 19 vino a alejar aún más esa aspiración, al dejar un mundo más pobre y desigual. De acuerdo con estimaciones de organismos internacionales, en 2020 unos 115 míllones de personas se sumaron al ejército de pobres, resultado de la crisis económica generada por la enfermedad causada por el nuevo coronavirus.
En América Latina y el Caribe la pobreza llegó a su nivel más alto en los últimos 12 años, afectando a casi 34% de su población.
La pandemia también dejó al descubierto los grandes egoísmos del mundo actual. Las naciones más ricas acapararon las vacunas contra la COVID 19, dejando en total desventaja a las más pobres, víctimas de siglos de colonización y de unas relaciones económicas internacionales injustas.
La solidaridad, vital en todo momento y más aún en medio de una emergencia sanitaria mundial, no fue la necesaria para ayudar a los menos desarrollados a enfrentar la dolencia.
El mundo tampoco ha sido capaz de eliminar las desigualdades en las sociedades. La discriminación de género, raza y religión es una constante diaria en muchas partes. Los pueblos originarios son expulsados de sus territorios ancestrales y objeto de todo tipo de violencia, ante la mirada cómplice de los gobiernos.
Asimismo, se mantienen medidas coercitivas contra naciones que obstaculizan la batalla contra el virus, que atentan contra su desarrollo socioeconómico y la paz y estabilidad. Esos son los casos de Cuba y Venezuela, objetos de sanciones por Estados Unidos, un país que quiso presentarse ante la Asamblea General de la ONU con una nueva política exterior.
Esa fue la imagen que pretendió vender el presidente estadounidense, Joe Biden, quien sin embargo, dejó claro que Estados Unidos se reserva el derecho de responder de la forma que considere apropiada ante ataques, una amenaza latente contra la paz mundial.
El planeta también vive una crisis climática, ante el aumento de las temperaturas y por tanto, un mayor calentamiento global que trae aparejado la ocurrencia de fenómenos meteorológicos extremos, que inciden con mayor fuerza sobre los países más pobres, paradójicamente los menos contaminantes.
El mundo no goza de buena salud. Son muchas las diferencias entre unos y otros, muchos los intereses hegemónicos y que no dudan en emplear la fuerza para lograr sus objetivos.
Explícito fue al respecto en su intervención el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, cuando alertó que :» Nuestro mundo nunca ha estado más amenazado. O más dividido. Nos enfrentamos a la mayor cascada de crisis de nuestra vida…»
Fuente: Radio Habana Cuba.