Recientemente leí una bellísima reflexión del Señor Gabriel Otero donde hace la diferencia entre nacer y vivir. Nací en El Salvador, allá, en un lindísimo pueblo llamado Berlín, ahí nací. Ahora vivo en un El Salvador totalmente desconocido, un país que no me permite vivir, existo, diferencia enorme con vivir.
Por: Francisco Parada Walsh*
Pareciera que hay dos países, esa tierra donde vivimos los millones de salvadoreños que día a día debemos salir a la rebusca, a chambear y siempre en el ayer; pero quisiera preguntarle al lector ¿Cuál es ese país a que se refiere el presidente como la octava maravilla? ¡No lo conozco! No he logrado encontrarlo sino que vivo en un país que también muere junto a su gente.
Cuando vivía en mí El Salvador era en una tierra feliz, aquellos lugares mágicos como los cines, las ventas de libros y helados, restaurantes donde uno detenía el tiempo, ir en un bus interdepartamental y comprar totopostes, carne de cerdo con un rimero de tortillas en San Vicente, La Plaza Alegre, ir por las tardes a comer unas deliciosas pupusas a Los Planes de Renderos, sentir aquellos vientos de Octubre, pasear por los pasillos de los centros comerciales, caminar libremente por donde me apuntara la nariz, ir a la playa a almorzar un delicioso pescado frito, caminar sin temor a ser víctima de un robo ¡Ese es El Salvador donde viví! Muy diferente a lo que nos quieren hacer creer, existimos porque no tenemos la oportunidad de salir del país, tristemente somos rehenes en nuestra propia tierra, algo inimaginable, debemos seguir en esta lucha aunque no nos guste pues no podemos hacer nada.
Si, vivir es muy diferente a nacer; vivimos atormentados, siempre en contra de la marea mientras alguien me dice que existe un país donde no necesito preocuparme por la alimentación ya que papá gobierno es el responsable de alimentarme, todo es al revés, vivo en un país que vomita a su gente. Nací en El Salvador.
Vivo en un país inventado, siempre de fiado, del ayer, del miedo, de la jarana. Se nace porque toca nacer pero el vivir no es algo arbitrario ni efímero y mucho menos forzado, se vive para ser feliz, para cumplir sueños, trazar metas y soñar alto y quizá esos sueños se hagan realidad. Nací en Berlín pero no vivo en El Salvador.
Respiro, veo, olfateo, saboreo y toco a un país que no fue el que me entregaron, no, este es un remedo de gobierno, de país, de sociedad ¡No somos nada! Quisiera vivir embotado de placeres y así eludir mi triste realidad pero no puedo, sufro al ver que esta tierra El Salvador no salva a nadie. Los gobiernos deberían preguntar al recién nacido dónde quiere vivir, si en el país que lo vio nacer o en otro país que lo verá morir; así, no nos complicamos, sabremos que escogimos determinada tierra no para realizar nuestra vida, sino para desde lejos ver cómo no vivimos, sino desfallecemos rato a rato.
Aun, en esta remota tierra, bellísimo clima y paisajes únicos no es lo que anhelo, deseo una patria justa, firme, honorable, solidaria donde cada persona vuele tan alto como pueda, pero no, esta exigua libertad es peor que unos grilletes pues aparento ser libre porque consumo mi vida en las bisuterías del momento pero preferiría arrastrar grilletes, y así saber que solo soy un esclavo más y no una pieza de ajedrez, ese peón con cara de peón al que se le da una carta de libertad, todo en apariencia para que sueñe que es una mariposa monarca y vuele, nada de eso es verdad ¡Nada! Nací en Berlín, El Salvador.
No vivo en ese país, muero en ese país. Mientras en apenas dos décadas se han robado más de cinco mil millones de dólares que en apariencia eran míos, también suyos amigo lector pero no, prefirieron quebrar el futuro de una población siempre cuesta arriba y lo hicieron sin lástima, y esta pregunta va a la basura ¿Cuánto se pudo hacer con semejante cantidad? Tener esa patria justa, fuerte, democrática, esa tierra soñada pero no, los dedos de mis manos son muchos para señalar a los que nos han fusilado; conozco a los maestros de ellos que les enseñaron cómo sacar la plata, no dejar muchos rastros, ahora viven en la tierra de Cochise, felices, campantes, sin mover un dedo, léase bien ¡Sin mover un dedo! Son ´propietarios de centros comerciales y viven lirondos cuando estos hijos de puta tienen que pagar lo que me, le han y se han robado, si no es en esta vida el karma llega.
Nací en El Salvador. Vivo en otro país que no me pertenece, y no acepto lo que me quieren obligar a creer. Quizá sea mejor decir que viví en Berlín y que nací en una patria ajena, hosca, chúcara, mentirosa, corrupta, empalagosa, que se alegra y grita al ver aviones volar, que llega al orgasmo cuando pelotones de soldados marchan y desencadenan un frenesí cual locura, no, ese no es el país que soñé; prefiero llegar al orgasmo cuando escucho la tiza o un lapicero carraspear un libro, quedar sordo al sonido de una página de un libro pasar, volverme loco al decirle a mi prójimo siempre pobre ¡Esto es suyo! No debe ser el “pan de la Vergüenza” sino lo que se le ha y nos han negado eternamente: Sus y mis derechos al nacer y morir en su tierra y no morir calcinado por el calor de un desierto, desfallecer poco a poco ante la mordedura de una cascabel y ver a lo lejos mis sueños desaparecer, morir violada por banda de malandrines y saber que hubo un país que me falló, si, ese país con altivo nombre: El Salvador.
*Médico salvadoreño