La guerra de guerrillas para destronar a Bergoglio

Fuego enemigo de libertarios religiosos que dinamitan la imagen de Francisco para que se vaya. Quiénes son los fragoteros de un pronto cónclave sucesorio.

Por: Guillermo Villarreal

Guerra de guerrillas. Los opositores a Jorge Bergoglio, liderados por católicos ultraconservadores y sedicentes defensores de la ortodoxia eclesial, apelan a esta táctica bélica para frenar la estrategia reformadora del papa en pos de una Iglesia más atenta a las necesidades de la gente que a las reglas de la doctrina. De tanto en tanto, sacan a la luz algún tema destinado a erosionar la imagen del pontífice para forzar su renuncia. Son quienes, según denunció el propio Francisco, deseaban verlo muerto y orquestaban un cónclave para elegir a un sucesor mientras se recuperaba de la cirugía de colon a la que había sido sometido.

El ataque más reciente al exarzobispo de Buenos Aires se visibilizó tras un mensaje al pueblo mexicano por el bicentenario de la independencia del país, en el que el pontífice hizo un mea culpa por los excesos de la Iglesia durante la evangelización de América y la ultraderecha española lo interpretó como un pedido de perdón por la conquista de parte de España. Este reconocimiento de culpas hizo que le saltaran a la yugular la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (Partido Popular), y la organización política de extrema derecha VOX, que no es la primera vez que tilda al papa de “indigenista” por reivindicar los derechos de los pueblos originarios o de “comunista” por su predica a favor de acoger a personas migrantes y refugiadas sin tamizar su creencia religiosa.

No menos incisiva es la crítica de un grupo de obispos estadounidenses, claves en la elección pontificia de Bergoglio, que consideran una traición que el papa saliera en defensa del católico presidente Joe Biden ante el pedido de no darle la comunión por su posición a favor del aborto. Bergoglio ordenó frenar esa ofensiva atribuyéndole la movida a una cuestión más “política” que doctrinal, sugiriéndoles un abordaje más pastoral del tema y sentando posición: «Nunca negué la comunión a nadie».

Las medidas dispuestas por Francisco para prevenir y contrarrestar la pandemia en tiempos de reaperturas y nuevas normalidades también hicieron ruido entre negacionistas del coronavirus y reacios a vacunarse dentro del Vaticano, que los hay, los hay. Desde este viernes, rige la obligatoriedad del pase sanitario para ingresar en las dependencias vaticanas, lo que convierte al pequeño Estado, donde trabajan unas 5.000 personas, en uno de los primeros en sancionar sin sueldo al personal que no presente el pase certificando que está vacunado con al menos una dosis o un PCR negativo de menos de 48 horas.

“No son pocos los que consideran moralmente intolerable que se exija vacunación, es una violación flagrante del primer derecho humano, el de la vida, de la libertad”, respondió desde Roma una fuente religiosa consultada por Letra P sobre los motivos de la resistencia al decreto papal.

Opositores: todos unidos ¿triunfarán?

Estos grupos antagónicos a Francisco no están sólo atrincherados en el Vaticano, sino que los hay de diferentes orígenes, latitudes y posiciones jerárquicas y de poder; desde encumbrados clérigos adalides de la pureza doctrinal hasta políticos y laicos que sacan chapa de católicos libertarios. En Argentina, de momento, los antibergoglio no son tan visibles, más bien están silenciados o al menos agazapados a la espera de dar el zarpazo.

La primera ofensiva religiosa contra Bergoglio fue protagonizada por los cardenales que firmaron, en 2016, la dubia cuestionándole al papa su demasiado flexible posición sobre las personas divorciadas vueltas a casar: Walter Brandmüller (alemán y excurial) y Raymond Burke (estadounidense, excurial y antivacuna que en agosto debió ser hospitalizado en grave estado tras contagiarse coronavirus), ambos jubilados, y los fallecidos Carlo Caffarra (Bolonia – Italia) y Joachim Meisner (Colonia – Alemania).

A este grupo se suman el cardenal alemán Gerhard Müller, quien calificó de «hereje» al papa por considerar ambigua su posición frente al mismo tema y todavía en edad para ser elector en un cónclave; el exnuncio apostólico en Estados Unidos Carlo Maria Viganò, que exigió la dimisión de Bergoglio por su supuesto encubrimiento de los abusos sexuales perpetrados por el cardenal estadounidense Theodore McCarrick, y el cardenal guineano Robert Sarah, un influyente excurial que se perfila como el candidato papal de los tradicionalistas y se defiende: “Nadie puede encontrar una sola palabra o frase mía contra el papa Francisco”.

Estos purpurados tienen como aliados políticos de su ofensiva contra el “ciudadano Bergoglio”, como lo llaman, a la francesa Marine Le Pen, excandidata a la Presidencia; al estadounidense Steve Bannon, artífice del ascenso de Donald Trump al poder y principal referente del ultracatolicismo en Occidente; al italiano Matteo Salvini, líder de la Liga y salpicado por estas horas por un escándalo de sexo y drogas que pone en jaque sus chances en las elecciones municipales; al español Santiago Abascal, líder de VOX, y al primer ministro húngaro Víctor Orban, entre otros exponentes de la ultraderecha europea no tan expuestos.

Tomada de Letra P

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