Mientras la pobreza se ignore, vamos camino al abismo

Proceso.

Una sociedad dividida en una gran masa empobrecida y una pequeña élite favorecida da lugar, ya sea a una oligarquía (gobierno dictatorial del pequeño estrato superior) o a una tiranía (dictadura de base popular)”.
Lipset.

El “enemigo interno” del país es la pobreza estructural y no la oposición política, como plantea el presidente Nayib Bukele. Esta pobreza no ha sido reconocida, en su esencia, por las élites políticas gobernantes de los últimos 60 años. Al padre Ignacio Martín-Baró se le escuchó decir, en cierta ocasión, que “la pobreza era fea y, por eso, muchos no la quieren ver y, por ende, no hay sensibilidad ni consciencia para buscarle solución”. Incluso las élites que firmaron los Acuerdos de Paz -luego de doce años de guerra civil- dejaron de lado a la pobreza (la causa principal de la guerra) y prefirieron dejar para el futuro los acuerdos y reformas económicas que podrían haber contribuido a disminuirla. En cierta manera, los gobiernos de Arena y del FMLN profundizaron la pobreza al adoptar el “capitalismo salvaje” como modelo económico de desarrollo y creyeron que por derrame llegaría la riqueza a los pobres (teoría del rebalse). Nada de eso ocurrió y, más bien, parece que la “mano invisible” de Adam Smith solo saca el dinero de los bolsillos de los pobres y los acumula en las cajas fuertes de las pequeñas élites beneficiadas por el capitalismo. No es de extrañar, entonces, que la díada izquierda-derecha del país (que dio estabilidad política por treinta años) entrara en crisis, lo que facilitó la llegada del partido Nuevas Ideas al poder.

Ante esto, Nuevas ideas se presenta como un partido antisistema que tampoco quiere ver de cerca a la pobreza, sino que, más bien, la agudiza al dejar sin empleo a miles de personas que trabajan en el sector público, profundiza el modelo capitalista neoliberal que expulsa a salvadoreños de sus territorios, desmantela la autonomía de las municipalidades y les reduce sustancialmente los fondos para el desarrollo y, de manera cínica, pone a los pobres a “jugar lotería” -con sus escasos ingresos- con la apuesta del bitcóin. Nadie sabe en qué dirección camina Bukele, pero de seguro no va al encuentro de los pobres, es decir, camina de espaldas a ellos. Ni siquiera en su narrativa política explica cómo pretende combatir la pobreza: lo que la población observa son aprobaciones de préstamos millonarios, gastos exagerados en la implementación del proyecto del bitcóin, la propuesta del desarrollo de un satélite y su puesta en órbita, reformas inconsultas al sistema de pensiones vigente, etc. Nadie sabe el destino de los miles de millones de dólares gastados por el Ejecutivo, ya que no hay rendición de cuentas. Es así como este gobierno se mueve en la oscuridad y mantiene a las masas entretenidas con “cuentos chinos” y anuncios reiterados de megaobras que se negocian a espaldas del pueblo.

El politólogo italiano Norberto Bobbio veía a la democracia como una casa de cristal y pensaba que la lucha política debía enfocarse en ganarle terreno al “poder invisible”, al que se mueve en la oscuridad. Todo indica que Nuevas Ideas nos lleva en la dirección contraria a lo que proponía Bobbio.

Mientras la pobreza no sea considerada como el principal problema a combatir en el país, se seguirán cumpliendo las palabras de Lipset: “Una sociedad dividida en una gran masa empobrecida y una pequeña élite favorecida da lugar, ya sea a una oligarquía (gobierno dictatorial del pequeño estrato superior) o a una tiranía (dictadura de base popular)”. Parece que si se sigue ignorando a la pobreza, solo tendremos esas dos opciones: gobierno dictatorial de base oligárquica o dictadura de base popular. En los últimos sesenta años los partidos que han gobernado (PCN, PDC, Arena y FMLN) sostuvieron el poder de la oligarquía económica tradicional y, a partir del 2019, con Nuevas Ideas (NI), se inicia una tiranía de base popular. Con el primer tipo de gobierno y a fuerza de fusiles (doce años de guerra) se lograron incorporar principios democráticos en el país que dieron una cierta estabilidad política, aunque no se logró atender de manera adecuada las crecientes demandas sociales y económicas de la población.

El gobierno dictatorial actual, en lugar de consolidar y profundizar la incipiente democracia, se dedica a destruirla de manera acelerada. El resultado de esta última forma de gobernar ya lo conocemos: terminará en inestabilidad social y política con graves consecuencias para los gobernantes y gobernados. Por el momento, la oligarquía económica tradicional, las gremiales empresariales -como la ANEP- y sectores conservadores de derecha guardan silencio ante el atropello de la democracia por parte de Bukele y sus aliados. Quizá les da tranquilidad que, hasta ahora, el discurso antioligárquico del presidente ha sido suave, prudente y, aún, no toca sus intereses económicos. Al final de cuentas, estas élites comparten con Bukele la satisfacción con el modelo económico neoliberal y el desprecio por los pobres, a los que siempre han usado como simples votantes que legitiman sus abusos de poder.

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Referencias

– Bobbio, N. (1996). Derecha e Izquierda: Razones y significados de una distinción política (Octava edición ed.). Madrid, España: Santillana, S.A. Taurus.

-Lipset, S. M. (1993). El hombre político: las bases sociales de la política. México D.F., México: Red Editorial Iberoamericana México, S.A. de C.V.

* Artículo publicado en el boletín Proceso N.° 65.

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